LOS PICHICIEGOS, de Fogwill

Lo que quiero es dejar aquí expresada mi frustración de que Fogwill se haya convertido en Rodolfo Enrique Fogwill, autor del frío y de editoriales corporativas, escritor de incontables novelas entumidas a falta de una voz. Rodolfo Enrique Fogwill fue Fogwill y no el publicista por una razón: el libro que decidió publicar cuando vivo.

ORNAMENTO, de Juan Cárdenas

El ornamento del discurso de la mujer al centro de la decoración, de la retórica latinoamericana, deja de serlo a mitad de la novela y se vuelve la unidad elemental que reacomoda alrededor suyo el sistema, destruyendo así investigación, romance, mercado, trama y acceso a la conciencia auténtica del narrador, para no volverse amuleto y sí relación con quien considere que las palabras valen.

VERSIONES DE INTENTOS / ATTEMPTED VERSIONS, de Francisca Villela

Este libro le tiene mala voluntad a ese impulso histórico, archivístico, memorialista, de diseñar un futuro en la página siguiente, cuando el mismo apretujamiento de objetos seductores, parciales, recatados –su sentido minimal–, que fue apenas creciendo y llenándose de palabras –prístino, limpio, libre de polvo y piñén–, estalla en la doble página, la ocupa completa y muestra explícitamente sobre el mármol objetos, materialidades hechas de plástico, de petróleo, esa materia que es finalmente una trasmutación comercial del cuerpo antiquísimo de animales y árboles.

Por una pluralidad literaria chilena: el grupo Juan Emar (1923-hoy)

Juan Emar no es un autor chileno ni es el seudónimo de nadie. Juan Emar es la heteronomía de un grupo abierto de personas que escriben literatura desde el siglo XX en nuestro país meridional –un aglomerado de nuevos y constantes descubrimientos creativos, de colaboradores, de autorías tachadas, de editores y críticos que siguen construyendo libros por leer. Todos ríen cuando es el grupo quien habla.