VECINDARIO, de Francisco Leal

DE LA GRAN CIUDAD AL MICRO-ESPACIO

 

vecindarioEn 1999 aparece Genetrix: antología de poesía joven, en cuya selección y composición participa Francisco Leal. En el prólogo, el ahora premio Nacional de Literatura Armando Uribe dice de este incipiente poeta: "Francisco Leal. ¿Qué decir?. Aunque nombra sólo dos veces a la muerte, invoca y acoge mucha noche". Un cruce que hoy desemboca en Vecindario, donde se sigue este rumbo, donde un hablante pasea y observa el lugar habitado. A la vez, se puede decir que el tránsito por los micro-espacios ya estaba presente en su anterior poesía, lo que se puede revisar en poemas que aparecen en la revista Vértebra, de cuyo comité editorial Leal es miembro.

       Vecindario es una poesía del lugar, topográfica, que transita por la casa y el barrio tratando de marcar un terreno. El poema que abre es "Citófono", que a la vez toma versos de otros poemas que están en Genetrix: "El pasillo es una rueda,/ rueda el aire en un reloj/ nació triste, teje un ciego/ grillos muertos en el sol". Cruza lo topográfico en el detalle del espacio, el pasillo, pero a la vez recupera el sonido en un citófono, en unos grillos, en el hiperbatón y el ronroneo aliterante de la R. Un hablante que recorre los sitios de una morada que a veces lúgubre y otras melancólica presenta los esbozos de una poesía algo redundante e inconcreta. Así, el hablante marca territorio y traza un micro-mapa por donde transitar siguiendo los sonidos que surgen y que recoge.

        Este territorio permite el cruce de voces, es decir, una poesía polifónica con la radio, las voces interiores del hablante y de quienes lo rodean; polifonía que en algún momento hace pensar que se está frente a un poemario que, a pesar de su melosa cadencia, logra ritmo propio. Sin embargo, con el pasar de los versos y de algunos errores en los que incurre Leal, esto se desvanece:

        Primero, en su camino, la voz lírica se cruza con cadáveres, muertos, pesadillas, sangre, golpes, gritos, sombras, todos elementos evidentes de un paisaje que intenta amedrentar sin el éxito esperado. Insiste en construir cada verso por medio de imágenes y metáforas demasiado evidentes y efectistas. Basta revisar el poema Insectario y sus micro-poemas; "Mariposa": "Posándose en las flores/ que les dejan a los muertos"; "Mosca" que desde la boca de un muerto emergen "con olor a sombra zumbando hacia la noche"; "Gusano", saliendo "De la panza dura y vegetal/ de un perro reventado" y así siguen "Hormiga", "Luciérnaga", "Lombriz", "Cucaracha", "Hormiga(2)", "Caracol", "Avispa", hasta que como lector digo basta, entendí: lugares comunes para mostrar la muerte.

        Segundo, si Vecindario ya caía en una serie de imágenes construidas, mostradas y casi explicitadas, también se vale hasta el hartazgo de la comparación para marcar lo coloquial. Así, en la distracción que provoca la constante recurrencia surge un deseo de contar las comparaciones, pero el gesto cuantitativo se vuelve lejano a toda apreciación o juicio estético, pero cualitativamente se puede apreciar en los siguientes versos: "del dolor como punta", "su garganta abierta/ como mares", "…se pierde/ como un grito en los árboles", "una mariposa/ mueve sus alas azules y negras/ como si fuera una pequeña/ porción de noche", "irrumpe/ como el dedo frío del profesor", "ventanas que cruzan el vacío/ como un ojo apretado, un bisturí". Y así siguen.

        Tercero, se evidencia la escritura ingenua de un iniciado en la poesía, lo que se refleja en este verso: "Su hijo viene a tomar té./Odio el té, te odio". Versos de fervoroso iniciado tallerista de poesía. En ningún caso se puede hablar de mirada ingenua, ya que estamos frente a un hablante de ojos abiertos que ya vio la muerte o algo parecido.

        Si Vecindario no se viera mermado por estas faltas o fallas lo podríamos calificar como una acertada consumación de una poética -emulando a Lyotard y su carga posmoderna- del pequeño relato. El micro-relato del micro-flâneur que ya no va por el gran espacio, la ciudad, sino que se repliega en sus rincones: la casa, el baño, la ducha, la cocina el living, para salir solo en ocasiones a los espacios que están cerca: el paradero, la calle, la lavandería, el alumbrado, el estacionamiento. Sin embargo, este paseo por el micro-espacio se pierde en versos cuya construcción desvirtúa todo el proyecto poético que Leal intenta configurar.

 

 


VECINDARIO. Francisco Leal. RIL Editores. Santiago, 2003.