ALGO ESTÁ SIENDO MAL DICHO, MALDITO
- ¿Es este libro singular o plural? ¿Es el tránsito de un muchacho por un mundo que nos es familiar o es el estado de cosas de un continente/ínsula entero? ¿Qué tanto nos dice este libro sobre el Caribe, Latinoamérica, África, Asia, cualquier lugar que no sea Europa o Estados Unidos? Si los libros no nos dicen nada, pues para qué escribirlos. Creo, genuina y puerilmente, en la universalidad de los libros.
- ¿Cuáles son las características de una ínsula? Rodeada de agua al parecer, lejos del mundo, lejos de cualquier vecino indeseable que entrometa sus narices en lo cómodamente propio, la tensión entre la insularidad y la híper conectividad es uno de los hilos que recorren y van armando Pordioseros del Caribe. Y, a mi modo de ver, es un asunto sin resolución. Como en la cita inicial, es la llegada de la extranjería la que produce el fukú en el mundo. La pregunta es cómo nos declaramos ser isla si para nombrar a la travesti del pueblo alzamos a la Marilyn Monroe.
- Es muy particular la cita inicial. La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Diaz, nos sugiere que detrás de toda tensión puesta en escena por Johan Mijail está la larga historia de sangre y dictaduras latinoamericanas. Este libro no sería posible sin esa historia vergonzosa detrás, sin ese mandato gringo de reventar las repúblicas latinoamericanas. Lo queramos o no, le debemos tanto dolor a los dictadores.
- Ya está claro: Morir en una yola no es la solución. Hundirse y nadar todo el océano no es ya necesario. Estas pordioserías jamás salen de la tierra natal, sino que consumen incansablemente los estímulos de los medios masivos. Como dice el glosario de este libro: «Yola: Medio de transporte utilizado para viajar ilegalmente a la isla de Puerto Rico».
- Este sería acaso un libro de múltiples preguntas y pocas certezas. Desconocer al padre será acaso una de nuestras cicatrices. Cómo armar la patria si el padre anda caminos vendiendo maní con la cara de un desconocido. ¿Quiere armar patria este libro?
- Las ciudades van cambiando y este libro lo sabe. Ahora, que las ciudades cambien no es un dato menor. Hacia dónde cambian, dónde huyen, dónde es que se asienta la riqueza, dónde es que van los amantes a perpetuarse: la estatua de Colón ya no es la estatua de Colón. La ciudad aquí no es sólo el telón de fondo de un proceso de cambio actual, sino que es la proyección del estado de ánimo de la, el, los, las que hablan en estos textos tan escurridizos.
- A propósito, ¿cuánto puede decir un libro sobre el actual estado de cosas? Creo que Pordioseros del Caribe jamás sale de su ínsula. Ya no hay el joven poeta caminando aterrado por Nueva York, sino que Nueva York caminando aterradora por la ínsula.
- Pordioseros del Caribe es un libro al menos particular. No veo en él una pretensión de experimentar con la forma o con la agrupación de los textos. No obstante, tampoco podríamos decir a secas que se trata de un libro de poesía o de cuentos. Esos límites por lo general generan incomodidad, y son puntos de fugas por donde los libros se escurren como si de otras cosas se trataran. Más bien este libro me parece hecho de anotaciones, recuerdos, iluminaciones momentáneas, observaciones de un ir y venir urbano.
- Me interesa sobre todo el cómo está hecho este libro. Del para qué y porqué ya se han ocupado bastante. He reparado en el hecho de que este libro es bastante heterogéneo en su composición. Habría en estos textos una lucha de y por el lenguaje poético entendido desde lo más simple. Decir de otra forma las cosas ordinarias del mundo. Nos apropiamos del lenguaje porque creemos que algo debería decir, deberíamos decir, o algo está siendo mal dicho, maldito. Sin duda la publicidad ha sido inteligente en recoger usos del lenguaje con el fin de vender productos específicos. Y también los medios de comunicación masiva se han colgado de estos usos de lenguaje para vender imágenes y estereotipos del mundo entero, cosa con la cual juega el título de este libro. Los atentados del 11 de septiembre, por ejemplo, no fueron más que un despliegue pirotécnico maravilloso, que vino a imponer una moral de víctimas y victimarios, mismo asunto que ocurre con hechos aparentemente lejanos, tales como el holocausto judío y el arribo al poder de la Concertación acá en Chile. El lenguaje de este libro, entonces, está en esa constante disputa entre lo medial y lo poético, entre la víctima y el victimario, sin resolverlo jamás. Y eso me parece un punto altísimo para Pordioseros del Caribe: no ocupar un lenguaje abanderado precipitadamente sobre uno u otro bando –si es que existen tales bandos. Desde el título, la portada con el código q(uee)r, hasta el glosario del final, este libro transita libremente por el lenguaje del mundo actual. Pasajes tan bellos como «¿entiendes ahora que el tiempo es un imán en esta vida de metal?» conviven perfectamente con frases como «la nevera de mi casa es Magic Chef».
- O pensar este libro como construcción propia de este lado del mundo. Nada absoluto, nada completo. Apenas unos trazos juntos, algunos traperos cosidos. La imposibilidad de ser uno en una isla, la vergüenza peninsular. ¿Cómo se construye este libro, entonces? A pedazos, mezclando todo en la medida de lo posible. El Caribe no es un sola isla, sino varias; nuestro austral país no es una isla, sino muchas hacia el final del mundo. Este libro es también la lucha de la multiplicidad, la complicidad de lo incompleto y lo roto. No hallé gesto más bello que el glosario incluido en las últimas páginas; la ironía de pertenecer a una historia común y a lenguajes distantes. Aun así, este libro podría hablar de nosotros, hoy y mañana. Nuestras imperfecciones son nuestras mayores virtudes, en lucha contra el limpio lenguaje de la publicidad, de la cultura hegemónica, de los medios masivos.
Pordioseros del Caribe. Johan Mijail. Editorial Desbordes. Santiago, 2014.