PIANO BAR DE SOLITARIOS, de Poli Délano

CONVERSACIÓN, UN PIANO Y VARIAS SOLEDADES

 

Un pianista toca en un bar. En el bar y en el piano convergen las historias de personajes solitarios que desean contar a alguien sus relatos, sus desgracias o sus pequeños logros cotidianos. Como catalizador de historias el pianista concluye que lo mejor es volverse narrador: "Es que he decidido cortar la música para siempre […] porque desde este momento el pequeño Javier será un escritor, un escritor apuntando un centro del blanco". Esta es la motivación inicial del narrador, escribir, escribir para dar voz a otros, escribir para decir cosas, escribir para dar con un objetivo certero, escribir no por el mero placer de hacerlo, sino, como se cita a Hemingway, para decir otra cosa. Esta es también la motivación inicial de Piano bar de solitarios de Poli Délano, construir un narrador llamado Javier, el pianista, que a la vez construye a otro narrador que relata historias donde Javier, el pianista, es parte de un paisaje de luz tenue, el bar donde convergen voces, personajes y las experiencias de éstos. La novela entrecruza capítulos donde narra Javier -"Yo soy el gran Javier, el pequeño gran Javier de otras épocas"- y otros donde la voz la toman los solitarios -"Se sentó a mi lado entonces y de pronto, entre copa y copa, le pidió a Javier que tocara ‘Catarí’"-, para así crear un ambiente de acercamiento y distancia con los relatos. Javier es el narrador protagonista que escucha, escribe y luego muta en personaje, tal vez uno más dentro de ese paisaje nocturno, de alcohol, música, conversación y soledad colectiva.

 

Es que la soledad de los personajes busca en la conversación un refugio para escapar y no ser soledad. La soledad, al encontrar un receptor se esfuma, pero se vuelve a hacer presente a partir de los discursos triste de los personajes. De la conversación surge la experiencia para narrar sobre desilusiones, fracasos, tristezas y soledades: "Le dije que no tenía novia, que Peggy me había dejado…" o "Bueno, quiero decir que éramos tres absolutos solitarios". Así, la soledad se transforma en el hilo conductor insoslayable de la novela, también en aislamiento por parte de los personajes, en un no estar con otro que se fue o que no llega.

 

De la soledad de Poli Délano no puedo evitar dar un salto a dos libros que desde el desamparo construyen sus mundos por donde transitan sus personajes. Uno es Conversación para solitarios (1999), de Germán Marín y el otro es Ángeles y solitarios (1995) de Ramón Díaz Etérovic. Este último, a partir de su personaje Heredia define su condición de detective "como un oficio tan solitario, como el de las putas y el de los escritores". Llama la atención el desamparo de estas narraciones, que se hacen eco de una estética de la soledad vinculada con una relación muchas veces amarga con quien acompaña la acompaña. Como sucede con Piano bar de solitarios, relatos de supervivencia.

 

¿Qué sentido publicar esta novela a veinticuatro años de su aparición? La respuesta queda en manos de la editorial y Colección 80 mundos, como lector creo que la importancia de publicar, en este caso, Piano bar de solitarios radica en el hecho de poner la escritura en juego con distintos momentos y contextos. No es lo mismo una primera edición en México durante 1983, una primera edición en Chile en 1995 y una segunda, también en Chile el año 2005. No es lo mismo escribir sobre la motivación de escribir en el la soledad en cada una de estas tres décadas, no será el mismo escribir lector el que lee, ni el mismo texto el que leeremos. Son varias conversaciones, varias lecturas y varias soledades.

 

 


PIANO BAR DE SOLITARIOS. Poli Délano. RIL Editores. Santiago, 2005.