MEMORIAL DE LA ESTACIÓN MAPOCHO, de Alfonso Calderón

A PROPÓSITO DE ESPACIOS Y MEMORIAS

 

memorial_de_la_estacin_mapochoHacia el año 1905 comenzaban los trabajos de edificación de dos nuevas estaciones ferroviarias en la capital: la Estación Pirque –o Providencia- y la Estación Mapocho, ambas diseñadas por el arquitecto Emilio Jequier como parte del ambicioso plan de construcciones que impulsara el gobierno para celebrar el primer centenario de nuestra Independencia. Siete años después los habitantes de Santiago saludaban la inauguración simultánea de los graciosos edificios, que se disputaban palmo a palmo las preferencias en los animados debates sobre elegancia y belleza arquitectónica. Sin embargo, esta particular controversia estética no duraría más de cuatro décadas. La primera estación, ubicada en los terrenos del actual parque Bustamente frente a la plaza Baquedano, sería inexplicablemente derribada a comienzos de la década del cincuenta.
Por fortuna, la Estación Mapocho corrió mejor suerte una vez decretado el cese de sus funciones en 1987. Resistiendo el paso del tiempo y las insolentes exigencias de la renovación urbana, ha seguido el mismo rumbo que Niza, Orsay, Brunswick y Cadmen, emblemáticas estaciones europeas que hoy perviven convertidas en museos, invernaderos o centros culturales. Arrancada con presteza de las listas de demolición, permanece –bajo nuevas credenciales– como huella imborrable de una época que muchos recuerdan con nostalgia.

A propósito de la conmemoración de los cien años desde que se iniciara su construcción, Alfonso Calderón nos ofrece este Memorial de la Estación Mapocho, retrato en dos actos que transita desde las sabrosas anécdotas del ajetreo ferroviario a la intensa actividad cultural desplegada en el edificio tras su remodelación en la década de 1990. La primera parte de la memoria está dedicada exclusivamente al ciclo en que la estación sirvió como tal, entregándonos impresiones valiosas de esos episodios que muchos presenciaron o que nos han llegado de oídas. Imposible olvidar la apoteósica recepción al cantante y actor Jorge Negrete, el emotivo arribo a Santiago de los refugiados españoles del Winnipeg o las señas de aquellos singulares personajes –charlatanes, cuenteros y lanzas– que pululaban por el barrio Mapocho a la espera de viajeros incautos o desprevenidos. No menos interesantes resultan los esfuerzos del autor por recrear el panorama de cada década, citando sucesos que nos permiten tomar el pulso de la capital durante el siglo XX. Estas amenas descripciones y recuerdos confieren al relato un tenor amable que se pierde absolutamente cuando nos enfrentamos a la segunda parte, centrada en los “años del Centro Cultural Estación Mapocho”: luego de una informativa relación de las gestiones realizadas para la conversión del edificio, la memoria tiende a convertirse en un insípido recuento de las actividades realizadas desde su reinauguración (imperdonable resulta, en este punto, la trascripción casi literal de los balances anuales del centro). No obstante, la apabullante lista de eventos ayuda a calibrar la importancia de esta plaza para el fomento de la cultura y las artes en las últimas décadas.

Con la soltura a la que nos tiene acostumbrados –que a ratos desorienta, debemos decirlo– Calderón combina todos los indicios disponibles para dejar recuerdo de este centenario espacio donde se cruzan la memoria colectiva y la íntima evocación. Así, la crónica urbana y la inspiración poética, un par de digresiones propias y otras ajenas, los registros fotográficos y los desabridos documentos oficiales asisten al autor en este singular ejercicio retentivo, tan necesario cuando se vive en ciudades desmemoriadas.

 

 


MEMORIAL DE LA ESTACIÓN MAPOCHO. Alfonso Calderón. RIL Editores. Santiago, 2005.