UNA SUPERACIÓN DE LA DISCIPLINA
Corría la década de 1940 cuando el reputado antropólogo Joseph Emperaire arribó a la Patagonia austral. Encomendado por el Museo del Hombre de París, su misión consistía en llevar a cabo detenidos estudios etnológicos, antropológicos y arqueológicos de los olvidados pueblos aborígenes del extremo sur. Sus investigaciones, que se extendieron por más de una década, junto a su esposa y colega Annete Laming, dieron vida a trabajos que todavía siguen siendo de consulta obligada para quienes están familiarizados con la bibliografía magallánica. En la Patagonia confín del mundo y Prehistoria en la Patagonia son el mejor testimonio de un esfuerzo científico notable y de un compromiso humano que supera los límites impuestos por la disciplina. Los Nómades del Mar -obra aquí comentada- no podía escapar a esta tónica. Junto a la objetividad y la seriedad en la observación, es posible percibir un afecto profundo nacido de una íntima y prolongada convivencia con un pueblo que a mediados del siglo XX ya daba señales de una agonía irreversible: los alacalufes.
La riqueza de este trabajo etnológico reside en la particular forma de aproximación que utilizó Emperaire para descubrir los misterios de este pueblo. Una larga convivencia con los "nómades del mar" durante sus sorprendentes recorridos por los canales del sur, confirmó la necesidad de prescindir del método científico clásico basado en cuestionarios y encuestas. Lo esencial era recoger sus testimonios espontáneos y ellos sólo aparecían después de largo tiempo de vida en común, lo que obligó al científico a entrar en comunicación con las categorías mentales de su objeto de estudio. El nuevo método -creado sobre la marcha- imponía como primer requisito aprender la lengua alacalufe e involucrarse con su cotidianeidad. El contacto directo en sus expediciones de caza, la observación, e incluso imitación, en la construcción de sus artefactos y la valoración de sus destrezas -en suma, el abandono del etnocentrismo- iban generando un vínculo que poco a poco entregaba sus primeros resultados: sin tener que forzar la situación, los indígenas comenzaba a hablar de su pasado, de sus tradiciones, de los ritos que habían caído en desuso. Pero el camino no fue tan lógico como aquí lo presentamos. Durante varias semanas, Emperaire se tuvo que limitar a coexistir prácticamente en silencio ante la imposibilidad de cruzar el umbral impuesto por el otro. Fue una desgracia la que le permitió ingresar definitivamente a la comunidad: con ocasión de una epidemia que casi exterminó a todo el campamento que estudiaba, nuestro antropólogo tuvo la suerte de poder salvar la vida de algunos enfermos. Desde ese instante pasó a formar parte del grupo.
Los nómades del mar es, sin duda, uno de los trabajos de mayor enjundia y profundidad que se hayan escritos sobre los alacalufes. A pesar que presenta algunos datos erróneos o esboza juicios históricos discutibles, es una obra invaluable como testimonio de un grupo humano desaparecido.
Este libro fue publicado originalmente en francés en 1955 bajo el cuidado de la Editorial Gallimard de París. Debido a su importancia, la Comisión Central de Publicaciones de la Universidad de Chile decidió traducirlo y para ello comisionó a Luis Oyarzún. La obra aparece finalmente en 1963, cinco años después de la trágica muerte de Emperaire, aplastado por un desmoronamiento en un terreno de excavaciones. Hoy, luego de treinta y nueve años de la primera edición en castellano, Lom Ediciones nos da la oportunidad de disfrutar de un precioso esfuerzo científico. Sinceramente se les agradece.
LOS NÓMADES DEL MAR. Joseph Emperaire. Lom Ediciones. Santiago, 2002.