JÓVENES BUENAS MOZAS, de Claudio Bertoni

DIÓGENES EN LA MICRO

 

jvenes_buenas_mozasLo primero que pienso tras leer Jóvenes buenas mozas es: qué milagro que las feministas no hayan liquidado al autor de los poemas -como consuelo ante la imposibilidad evidente de eliminar al hablante lírico. Si del tópico de la mujer-objeto se trata, la obra literaria de Claudio Bertoni brinda un obvio material para estudios de género. Y dentro de él, sería importante detenerse en cómo el objeto pone en jaque la mirada del sujeto, invirtiendo las relaciones, de suerte que el hablante se vuelve esclavo de su mirada, y no de aquello que la provoca; modesta dialéctica cuya clave, que permea todo este libro, no está en el amo ni en el siervo, sino en el tenue puente -hilo brevísimo, momento- entre los dos.

        Así, para decir quién es Bertoni, parece imperativo empezar la respuesta -y aquí la inversión- enumerando aquello que mira, las jóvenes buenas mozas del libro, minas ricas, niñas con jumper, mujeres de otros, con o sin nombre, a veces una historia, otras un trozo de cuerpo, fetiche más que musa. Recuento feroz que devuelve al lector a la mirada deseante de este hablante lírico a quien llamaré Bertoni, porque quizás se le parece; en esa mirada, además del deseo, la tristeza, el lamento frente a la pérdida y la imposibilidad que lo cercan inevitablemente. Sabido es que el deseo, quizás como la mirada, no consigue decirse jamás, es precisamente lo que se escapa al discurso que intenta construirse sobre o a partir de él; los poemas, empero, funcionan como perfectos destellos de ese ansia -en lo que tiene de fallida, de frágil-, el esqueleto indefenso de un discurso que se dice siempre de otro modo.

        Después de escribir estas líneas, me parece que no le hago justicia al humor del libro. La escritura de Bertoni, además de erótica, celebratoria, melancólica a ratos, es ingeniosa. Me acuerdo de haber leído en alguna parte que Bertoni admira a Diógenes; aquí, en sus versos, hay bastante de la rapidez destellante del filósofo. La efectividad de lo breve -maravillosa cuando funciona- está en estos poemas: pocas líneas dicen imagen, movimiento, y más que cualquier otra cosa, la enronquecida mirada del hablante.

        Un ejemplo es "Walking around", brillante parodia: "¿existe/ algo más rico/ que caminar detrás/ de un buen poto?". La paradoja se presenta al pensar que estos poemas, textos escritos, parecen vivir de la oralidad, tener su corazón en ella -grosera, chispeante, fugaz-; esta paradoja se suaviza -o quizás se complica- al considerar, dato ineludible, que Bertoni graba sus textos antes de escribirlos. Este libro es, entonces, transcripción del momento de la mirada que logra devolver al lector al espacio de donde vino la escritura, un afuera del libro, anecdótico y breve, imagen sin respiro.

        Dos poemas para terminar este insuficiente acercamiento a un texto tan provocativo a la vez que sin pretensiones: "hay que ver/ a los enamorados./ mirarse/ como idiotas./ cuando el idiota/ es uno." (Idiota). Hojeando una biografía de Edith Stein en la librería Manantial: "Cosita./ Le pegué un codazo en la teta./ Disculpe."

 

 

 


JÓVENES BUENAS MOZAS. Claudio Bertoni. Editorial Cuarto Propio. Santiago, 2002.