HOMBRES DE PALABRAS. ORADORES, TRIBUNOS Y PREDICADORES, de Manuel Vicuña

HISTORIA DE LEALTADES

 

hombres_de_palabrasMientras comentaba con un paciente interlocutor aquellos capítulos que me parecieron más estimulantes de la presente obra, fue tomando cuerpo una impresión que vagamente alcancé a advertir durante el transcurso de la lectura: el objeto de estudio tiende a ceder su protagonismo frente a la riqueza de temas y problemas desde los cuales es abordado. Y esto, que a primera vista puede ser considerado un aspecto poco favorable para la obra o jugar contra el prestigio del autor, es, a mi juicio, el sello que distingue un trabajo bien pensado.

El propósito fundamental de Manuel Vicuña, quizás el historiador más joven y prolífico del ambiente historiográfico actual, es estudiar la función social de los oradores en el desenvolvimiento de nuestra historia republicana. En cierta medida, su propuesta es una forma de rescate de aquella práctica, la oratoria, que definió el pulso de los principales acontecimientos sociales de los siglos XIX y XX. Insisto en la palabra rescate -y en sus sinónimos- para hacer evidente el tono melancólico que aparece desde los primeros y tímidos trazos que componen su discurso. Queda claro que hay una mirada retrospectiva con semillas de admiración, que hay un interés por mostrar una realidad que en algún momento le dio intensidad a ese fenómeno social que hoy se encuentra de capa caída: la política. Y aquí ya emerge la impresión que quería sugerir al comienzo.

En tanto los oradores, fuesen sagrados o profanos, se constituyeron en figuras aglutinadoras, en personajes capaces de perfilar posiciones políticas claras y seductoras, sólo es posible comprenderlos a la luz de esos grandes problemas que trataron en sus intervenciones, de sus motivaciones y estrategias. Es por eso que Vicuña no puede resistirse a abordar cuestiones como la secularización y la reacción eclesiástica a sus avances, el vínculo entre el orador y la tradición republicana que se abraza después de la Independencia, el enlace entre la fuerza del discurso y la irrupción de nuevos actores políticamente relevantes al despuntar el siglo XX. Más que por el talento del autor, innegable a mi parecer, la relevancia que alcanzan dichos temas en su exposición se explica por la naturaleza misma del asunto: la oratoria es un instrumento, una vía que articula lealtades. Luego, es en la utilización donde claramente se pueden percibir sus principales características.

Todavía más. En el intento por acercarse a la oratoria como fenómeno cultural, el autor va entregando importantes señales que pueden contribuir a enriquecer bastante nuestro panorama historiográfico. Al hablar de los oradores y sus estrategias de persuasión, por ejemplo, ofrece importantes ideas en torno a la historia del cuerpo y de la percepción, tópicos que si bien han sido mirados desde estudios iconográficos, aún esperan un tratamiento más detenido. Lo propio sucede cuando se acerca al público y a la relación que con ellos establece el que habla: hay pasajes que permiten pensar en la historia del sentimiento, un mundo que todavía no toma suficiente valor en nuestras categorías de análisis.

No obstante lo dicho, es la oratoria la que permite cruzar y darle sentido a temáticas que en teoría es difícil conectar. Y es ese equilibrio la mayor virtud del relato, pues no se busca abrumar al lector con el tema, sino presentarle su innegable riqueza. Sin ser reiterativo, Vicuña demuestra que desde un segundo plano y con una "prosa digna" es posible articular un texto íntegramente orgánico.

 

 

 


HOMBRES DE PALABRAS. ORADORES, TRIBUNOS Y PREDICADORES. Manuel Vicuña. Editorial Sudamericana / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Santiago, 2003.