EL JARDÍN DE LAS CENIZAS, de Dennis Bock

¿ANTI ÉPICA?

 

Una vez más pasó de moda horrorizarse con la guerra. No se habla más de Hussein ni de Bush, como tampoco de Paris y Agamenón, César y Vercingétorix, Saladino y Carlos Martel, Moctezuma y Cortés, Napoleón y Wellington, Hitler y Churchill. Pronto habrá que llenar con nuevos nombres los casilleros de los antagonistas y nuevamente escucharemos en la tele y en los diarios, o dentro de nuestras cabezas, en nuestros sueños -se trata del futuro, la tecnología avanza-, los adjetivos sempiternos, a propósito mil veces pronunciados para que no signifiquen nada: el conflicto inminente, el objetivo militar, la devastadora guerra, las víctimas inocentes. Imágenes colectivas, análisis geopolíticos, perspectivas históricas, en fin. Se trata de hablar de otra cosa cuando todo está mal y en ningún momento quedarse en silencio frente al horror, así parece que podemos seguir viviendo a pesar de los cadáveres apilados. Pasa de moda la guerra pero los heridos continúan padeciendo el dolor, que no proviene precisamente de sus mentes ni de sus discursos. Entonces alguien que está sano y en tiempos de paz, el canadiense Dennis Bock, hijo de alemanes, pone en boca de su narradora japonesa en El jardín de las cenizas: "mi ojo izquierdo se había llenado de pus y tejido cicatrizal durante el trayecto en barco desde la enfermería de Oshiba".

 

¿Para qué escribir una novela sobre la guerra? La respuesta: ¿para qué escribir una novela que no sea sobre la guerra? Una utilidad de la literatura que conozco con certeza es que legitima y perpetúa lo que nombra. Por una vez la televisión y la propaganda son meros aprovechadores de una perspectiva frívola sobre la muerte que surgió con la literatura y que posiblemente tenga mucha responsabilidad en que aún no todo el mundo repudie la guerra: la épica. Los Cantares de Gesta, viejas narraciones que ensalzan la batalla que aseguró la supremacía de una nación sobre otra, persisten en los discursos que validan cualquier tipo de violencia, como el de los actuales presidentes de Estados Unidos e Inglaterra. Importa que viva Gilgamesh, Aquiles, Eneas, el Cid, Roldán, Igor, William Wallace, Prat, Washington, Rambo y el soldado Ryan, y da lo mismo la muerte de otros cientos, miles anónimos transeúntes u oficiales de ejército.

 

El Cantar de Gesta no sólo impuso la importancia del personaje protagonista y la acción simultánea, sino también la necesidad de muchas muertes para que un hecho entre en la historia. Así a través del tiempo, hasta que los dos últimos siglos cayó asesinada tanta gente que la novela tuvo que exculparse de su origen genocida volviéndose antiheroica. Los realismos francés y ruso, la gran novela norteamericana, la vanguardia de Joyce, Proust y Woolf escribieron desde aquel transeúnte que veía entrar las tropas enemigas. Alemania fue destruida y pudo existir la obra de Heinrich Böll, Günter Grass escribió un ensayo titulado Escribir después de Auschwitz. Nunca más toda una nación se dejará convencer por la propaganda imperial, estalinista, nazi, allendista, pinochetista. ¿Será verdad? En Chile, Germán Marín logró pormenorizar el grotesco de Villa Grimaldi en El palacio de la risa, que nadie ha leído. Donoso quiso escribir la novela del golpe de Estado del 73 y en vez terminó publicando El jardín de al lado.

 

Mientras tanto, empresas estadounidenses aumentan al triple sus presupuestos para publicidad en sus sucursales tercermundistas: tome jugo en polvo, use insecticida, compre un nuevo refrigerador. Moriremos por miles pero sin necesidad de que se libre la Gran Batalla. El jardín de las cenizas pone frente a frente a Anton Böll, científico alemán que ayudó a construir la bomba atómica de los aliados, y a Emiko, japonesa que en su infancia fue desfigurada por la bomba de Hiroshima. En la novela no hay héroe, sólo dos protagonistas solitarios y desesperanzados. Cada uno ve morir a su familia, luego se encuentran en Canadá y se perdonan frente a uno de los lagos. Comienzan una nueva vida. Comen hamburguesas, el bebé usa pañales desechables, la guerra terminó, sólo aparece en las películas de tanto en tanto.

 

 


EL JARDÍN DE LAS CENIZAS. Dennis Bock. Emecé Editores. Buenos Aires, 2003.