EL ARCA, compilación de Cecilia Eudave y Salvador Luis

LOS QUE SUBEN AL ARCA


Reunir a un grupo de escritores en una antología, una selección o una compilación es hacer un corte de una parte mayor, de un todo, y también dar cuenta de una muestra, como reflejo de un momento literario. Sea cual sea el nombre del acto realizado, el gesto implica elegir, optar entre un escritor y otro. Discriminar y desechar. Es la opción que se juega el compilador, en este caso los compiladores Cecilia Eudave y Salvador Luis al convocar a escritores para escribir relatos sobre animales reales o inventados que se publican en El arca. Bestiario y ficciones de treintaiún narradores hispanoamericanos. La opción es juntar a un número de narradores, de narradoras y ponerlos en jaque al darles un pie forzado, es decir, pedirles literatura por encargo. ¿De qué sirve un gesto así? Una antología o compilación podría servir para conocer in situ a escritores de un país, de una geografía afín, a escritores sin difusión, a escritores jóvenes –si bien los años de nacimiento de los convocados van desde 1951 hasta 1985, la mayoría se sitúa en los 70, por lo que es mejor en este caso hablar de escritores a secas. También puede servir en varios años más a los críticos y estudiosos de las letras para saber quiénes escribían hoy. Sea cual sea la opción, algunos suben al arca y su resultado está en este libro.
        Personalmente disfruto las antologías al percibirlas como posibilidad de conocer y palpar escrituras, independientemente del corte realizado. Se puede establecer una clasificación desde la calidad del grupo seleccionado, también desde la temática. Desde el primer punto de vista, para Camilo Marks –por ejemplo– su libro Grandes cuentos chilenos del siglo XX responde a las acciones de singularizar e individualizar con gran dosis de arbitrariedad y gusto personal, como en todo proceso de selección. Para el citado crítico, el antologador hace el corte, y en este gesto proyecta una mirada que unifica por similitud o diferencia tanto los textos como los autores(as): Marks realiza el corte a partir de la “calidad” de los cuentos y su posibilidad de ser llamados “grandes”. Desde punto de vista temático, Antología del cuento fantástico hispanoamericano del siglo XX, de Óscar Hahn, da cuenta de un corpus literario a partir de un género –el fantástico–, tal como en Las fieras: antología del género policial en la Argentina Ricardo Piglia lo hace a partir del policial. En este punto se puede encontrar antologías temáticas por encargo. Luis López Aliaga escribe en Revista Bilis sobre la proliferación de este tipo de antologías, realizadas en el último tiempo por editoriales como Planeta, Grijalbo-Mondadori y Alfaguara, haciendo énfasis en el acto de encargar un texto literario. López Aliaga sostiene que desde un punto de vista negativo “el encargo visto con los ojos del escritor puro, incontaminado, caja de resonancia de los dioses, supone también una voz externa que ordena y un sujeto asustadizo, oportunista y rastrero que obedece”; desde un lado más amable, en tanto, afirma que “cada pie forzado resulta un desafío irresistible”, porque independiente de quién pida, “uno siempre está escribiendo por encargo, el encargo de una voz que te dice: escribe”. ¿Y El arca? Es un libro relacionado con la literatura por encargo, a pedido. Pero también con un gesto en común, conjunto, ya que para sus compiladores “ha sido desde sus primeros bosquejos un divertimiento, una recopilación-concepto provocada por el espíritu de una colectividad entremetida, que interviene un espacio”.

        El título de este libro implica volver a un inicio: clasificar o salvar a las especies. Volver al inicio y desde la lengua castellana posicionar a un grupo de escritores latinoamericanos, subirlos al arca. En su prólogo, el escritor peruano Diego Trelles dice que “la mayor particularidad de esta antología de relatos inspirados en animales es la diversidad de los acercamientos permitida por el planteamiento lúdico, abierto, libre, alegremente caótico con el que se fundó y planeó esta embarcación flotante desde un principio”. Estos acercamientos son partes de una base similar establecida para cada escritor al comienzo de la convocatoria: elegir un animal real o engendrar una criatura ficticia a partir de una letra del alfabeto, con una trama, temática y estilo absolutamente libres.
        Es de suponer que cada escritor de El arca se planteó la idea de no ser tan obvio a la hora de acercarse al animal. De este modo, los diversos acercamientos tienen también diversos resultados. Los cuentos “Escarabajo” de Víctor Montoya y “Pulgón” de Claudia Apablaza, se inclinan hacia el lado kafkiano de La metamorfosis. Con simpleza, el primero se construye como una cita a Kafka, mientras que el segundo muestra a un Gregorio Samsa molesto porque le han plagiado su historia de mutaciones: “Gregorio avanza y le grita al mundo: ¡Yo soy, yo soy el Gran Mutador!”. En otras páginas, con un tono detectivesco, aparecen “Osos” de Pedro Cabiya y “Koala” de Mayra Santos-Febres. Este último es un relato de criminales sobre el personaje Koala Gutiérrez: “Koala podía pasar tiempo incalculable durmiendo. Comía, dormía, mascaba su palito. No hacía nada más.” Algunos autores optan por las analogías, como es el caso de “Araña” deNorberto Luis Romero. En este cuento se puede apreciar una suerte de relato onírico con ribetes de venganza, donde su protagonista teje y desteje como el hábil bicho: “Va destejiendo el pulóver y hace hábilmente un ovillo, que es como un diminuto planeta”.
        Otros cuentos sobresalen por su escritura y original resolución del acto de escribir por encargo. Es el caso de “Benteveos” de Rosalba Campra, una especie de cuento de hadas quebrado por un benteveo come carne. Por su parte,F deEfraim Medina Reyes da cuenta de la vida fugaz y superficial de F, que se da en una “sucesión infinita y exasperante de efes”; se trata de un relato que habla de la existencia efímera, del ser que llega y se va de este mundo: “dentro de mí otro F espera, agazapado, mi muerte”. El F se define sin ninguna ansia de placer, con una mente transparente que procura abstraerse del mundo. “Rinoceronte”, de Carlos Bustos es un cuento que pasa de una realidad cotidiana a una fantástica, para luego transformar esta última en cotidiana y pasar a otra fantástica. Pero si F tiene una existencia efímera, “Harfartus”, de Vizania Amescua, es el relato de un odioso animal, el cual va carcomiendo su entorno cada día: “Harfartus fue alguna vez otra cosa, pero desde su metamorfosis no ha dejado de reproducirse como una catástrofe para los humanos”. En “Ñañarapus”, deCecilia Eudave, un “arqueólogo del pasado y de las cosas perdidas” investigó las diversas teorías que giran en torno a la poquísima cantidad de animales que llevan por letra inicial la Ñ. Por su calidad literaria, poniendo énfasis en la originalidad del relato, quedan bien posicionados los trabajos de Claudia Ulloa Donoso y Edmundo Paz Soldán, con “Nada” y “W” respectivamente.
        No pueden faltar los cuentos que ligan la literatura con los animales elegidos. Por una parte, Eva Cabo propone en “Cocodrilo” un diálogo con el cuento de Cortázar “Continuidad en los parques”. Le preguntan a un cocodrilo: “¿Siente usted la continuidad de los parques?”, el cocodrilo responde: “Es más: la veo.” Luego agrega: “A mí el parque que más me gusta es el que no acaba”. Así, este cuento se lee como una fábula trunca que, como Cortázar, habla de literatura. Por su parte, Leonardo Valencia describe en el cuento “Chanchos” un arca donde transitan escritores aceptados, mientras afuera están los que a toda costa quieren entrar: una lucha entre los que están en el canon literario y los que no. También podrían caber dentro de este grupo los cuentos de Mara Aguirre, “Maras”, y el de Rosa Elvira Peláez, “Topo”. En este último se clasifican los distintos ejemplares de esta especie y se ficciona sobre sus capacidades, que irían desde la falta de interés por el dinero y el amor por la noche hasta la posible aparición de uno de éstos en la escena de las bicicletas voladoras de ET, el extraterrestre, o el hecho de ser lectores ávidos de thrillers, de Dante, Shakespeare y Borges.
        Finalmente, ¿qué representa El arca
(1) en la escena literaria actual? Me inclino por percibir este libro como una representación de una parte, de un fragmento que me permite dar un vistazo a ciertos nombres que pululan por ahí en la literatura actual. Sobre los relatos, algunos sobresalen por la solución que le dan al pie forzado. Otros perduran en la excusa del encargo. No obstante, todos –y con esta idea me quedo– son parte del arca literaria o de esos bosques de los cuales escribió Bolaño en 2666 para dar cuenta del significado real de las literaturas. Por ahora subieron estos treintaiún autores, pero otros quedaron afuera. Es el juego.


NOTA


(1) Otros autores que componen este libros son: Carlos Labbé, con “Aguas abisales”, Ricardo Sumalavia con “Delfín”, Álvaro Bisama con “Gatos”, Ignacio Alcuri con “Iguana”, Carmen Camacho con “Jaca”, Alberto Chimal con “León”, Viviana Paletta con Llull, Ricardo Silva Romero con “Quiróptero”, Jacinta Escudos con “Serpiente”, Mónica Belevan con “Unicornio”, Marcial Fernández con “Víbora”, Luis Salvador con “Xanti”, Elena Medel con “Yegua”, Alejandro Zambra “Zancudos” y Maurice Echeverría con “La ruina que vino a Sara”.

 


El arca. Bestiario y ficciones de treintaiún narradores hispanoamericanos. Cecilia Eudave y Salvador Luis, compiladores. Sangría Editora. Santiago, 2007.