DIARIO ÍNTIMO DEL CORRECAMINOS, de Rodrigo Lara Serrano

EXCESOS DE MODERACIÓN


correcaminos1El comentario de la contratapa de Diario íntimo del correcaminos parte describiendo a los diecinueve relatos que lo componen como "cuentos que se arrepienten de serlo". Me imagino que quien escribió aquello lo habrá hecho pensando en el cuento como un género con características propias y reglas bien definidas, todas las cuales Rodrigo Lara Serrano habría transgredido. Lo cierto es que, aún cuando dudo que hoy exista un conjunto de rasgos que le son propios al cuento como género (menos aún leyes aplicables), sí me atrevo a decir, desde una perspectiva completamente personal, que los mejores cuentos son los que dan la impresión de haber sido concebidos a partir de una urgencia, la de dar cuenta de algo.

            A poco de la publicación de este libro, alguien objetó en una crítica la intrascendencia de los cuentos de Lara Serrano. La observación puede ser cierta, y probablemente muchos de quienes lean los relatos estarán de acuerdo. Pero el término intrascendencia también hace que me detenga a pensar en qué es lo que supuestamente Lara debiera haber trascendido con su escritura. No creo para nada que la trascendencia de un cuento sea un parámetro adecuado para medir su calidad, al menos no uno determinante. Me daría exactamente lo mismo que la lectura de Diario íntimo del correcaminos lograra que un grupo de gente se decidiera a quemar todos los ejemplares existentes de Alicia en el país de las maravillas o que las lecturas canónicas de las películas de Billy Wilder y de dibujos animados como el Correcaminos dieran un vuelco radical. Incluso si en diez o veinte años más se comprueba que estos cuentos encausaron por caminos antes insospechados a la literatura latinoamericana o universal. Podría ocurrir todo eso y seguiría preguntándome por qué me contaron esos diecinueve cuentos, cuál era la necesidad de Lara de escribirlos, mandarlos a una editorial y esperar ser leído por la mayor cantidad de gente posible.

Tampoco se trata de que la lectura de estos cuentos sea una tortura (de hecho resulta bastante ligera), lo que me cuesta entender es por qué hacer público un "ejército de relatos", donde (con algunas excepciones poco notables) no logro hallar más razón de existencia que la ejercitación de la musculatura incipiente del autor.

            El cuento que da nombre y con que parte el libro carece de la intensidad y el ritmo necesario para cautivar al lector, las páginas se suceden sin que nada más allá de la premisa llame demasiado la atención. Sin embargo, logra que uno lo termine con buenas expectativas para las páginas restantes; al menos logra hilvanar de manera coherente una apropiación personal del mundo de los cartoons con el tradicional relato sobre conspiraciones múltiples.

            Lamentablemente en los dieciocho cuentos que siguen la sensación más recurrente es la decepción. Decepción porque anécdotas que enunciadas resultan atractivas, a poco andar sufren giros que sorprenden sólo por su excesiva predictibilidad. Son pocos los casos en que el conflicto no desemboca en una resolución floja, a veces en chistes con muy poca gracia ("La gallina araucana"), otras en explicaciones que intentan, sin éxito, completar la figura de personajes cuyos móviles habían sido confusos durante todo el relato ("El club de los destiladores").

            Probablemente la debilidad de los personajes sea también la principal debilidad de cada uno de los cuentos de Diario íntimo del correcaminos. Los protagonistas siempre manifiestan una fijación con seres que en una descripción somera se plantean como individuos peculiares, sea por sus obsesiones, por su marginalidad, o por las situaciones descabelladas que les afectan. El gran problema es que, a medida que el relato va desarrollándose, esa primera apariencia se desdibuja.

            Lara parece confiar demasiado en sus personajes, tanto es así que suele delegar en ellos la tarea de referir las conclusiones o explicaciones con que remata casi todos los cuentos. Y ese es otro aspecto que ya al tercer relato comienza a agotar: gran parte de las acciones son contadas, no mostradas. Al comparar las voces narrativas que activa Lara, es imposible no percibir uniformidad y poca habilidad para generar imágenes sugerentes, otra decepción más si se toma en cuenta que encontramos con bastante frecuencia alusiones explícitas a películas o realizadores cinematográficos, si además -volviendo a citar la contraportada del libro- este compendio de relatos es presentado como "digno de una película de Charlie Kaufman".

            Hay cuentos que sí resultan efectivos por su construcción, o porque despegan del plano de la anécdota. Particularmente hay dos que me parecen dignos de rescatar: "Reméceme" resulta grato de leer, quizás porque es uno de los pocos donde Lara se aventura (con buenos resultados) en la narración en primera persona, adoptando la voz del iracundo ilustrador de Alicia en el país de las maravillas. El otro cuento que logra al menos inquietar, aunque no resiste bien una segunda lectura, es "Mantequilla Harbor". En estos dos casos ocurre que el carácter de el o los personajes, en ambos casos cargados de amargura y paranoia, impregnan el tono en que se cuenta el relato. Algo que Lara no consigue en sus demás cuentos.

            Diario íntimo del correcaminos se deja leer con facilidad, sobre todo por la brevedad y la corrección estilística de todos los cuentos. Lo que escasea a medida que uno lee es el goce. Lara peca de un exceso de moderación, da la impresión de que se esforzara tanto por no caer en estereotipos que termina cayendo en la neutralidad. Es como si hubiese borrado por completo esos ripios que Horacio Quiroga declaró inconcebibles en el decálogo del buen cuentista; cuando quizás lo recomendable sea en cierta medida exponerlos y mostrar cómo se pasa por encima de ellos. Estos diecinueve cuentos aparecen desprovistos de ripio, pero también de relieve y textura.

 

 

 


DIARIO ÍNTIMO DEL CORRECAMINOS. Rodrigo Lara Serrano. Ediciones B. Santiago, 2005.