RASTRO Y ARCHIVO DEL DRAMA ANARQUISTA CHILENO
Las historias teatrales, la antología de obras, la crítica teatral y dramatúrgica en nuestro país son prácticas aún tímidas, por razones que van desde cierta reticencia a publicar hasta una ausencia de difusión e integración necesaria en -y entre- el medio artístico y el académico. La relación entre teatro y dramaturgia aseguran la existencia del fenómeno teatral como dos caras de la misma moneda que debieran retroalimentarse y sostenerse tanto en la crítica como en la historia teatral. Una historia analítica e interpretativa, claro.
Este trabajo de Sergio Pereira podría considerarse como una continuación de la investigación que anteriormente el autor realizó sobre el teatro social de Antonio Acevedo Hernández, en el marco de propuestas sobre dramaturgias nacionales por completo omitidas, que no gozan de registros que rescaten su valor artístico ni que las incorporen dentro de criterios culturales más amplios. La presente antología desarrolla un trabajo investigativo interesante en torno a las manifestaciones dramáticas anarquistas en nuestro país, recopilando antecedentes y estableciendo un corpus de siete textos dramáticos según el criterio ideológico que guía al análisis (y que se ve realizado en el mismo corpus).
Antologar dramaturgia nos lleva a la consabida discusión sobre la validez del texto dramático como objeto autónomo, como texto que porta algún grado de realización en la escritura. No está de más decir que la valoración y rescate del texto dramático es un paso necesario para completar el circuito de producción del teatro. El valor de esta antología radica en el soporte histórico y analítico que Pereira elabora para situar dichas obras. El estudio investigativo e interpretativo -que cubre poco más de la mitad del libro- refiere el anarquismo como una ideología política y económica instalada con ya fuerza en nuestro país desde principios del siglo pasado, y que tuvo sus propios circuitos de producción y comunicación, a la vez que construyó su ideario y todo un universo simbólico, rescatado por los textos antologados.
La propuesta radical del anarquismo se diferencia de otras manifestaciones opositoras -como el comunismo o el socialismo- en la implantación de un ideario que niega rotundamente las formas despóticas de autoridad, otorgando importancia a la acción comunitaria y los valores humanos a través de la realización personal. El autor intenta dejar establecida dicha diferencia a partir de dos características fundamentales que van a articular el universo estético de la obra; por un lado, la visión polarizada de la realidad, y por otro, la negación de toda autoridad, que no sólo encarna la represión, sino también el mal en el mundo. Esta visión social esquemática remite a un orden que Pereira rescata como antecedente de resistencia para posteriores orientaciones políticas y culturales, pues la instalación del anarquismo supone determinados medios de producción y comunicación: imprentas, diarios, librerías, talleres gráficos, agrupaciones comunitarias, que funcionarán como precedente de acción y reflexión cultural.
Para el anarquismo el hombre es quien puede transformar la realidad, es él quien tiene las armas: la fuerza de trabajo y su conciencia. De hecho, uno de los objetivos principales de la causa anarquista era la educación, convertida en el medio de instalación, divulgación y asentamiento de las ideas y valores de la ideología.
Una de las características intrínsecas del teatro ha sido, justamente, su capacidad pedagógica e instructiva. Es lo que ocurre con las prácticas dramáticas en el proceso de descubrimiento y conquista de América con fines de evangelización. El anarquismo igualmente se sirve de estas cualidades del drama para llegar a un público en su mayoría analfabeto, que veía restringido su acceso a la lectura directa de libros, boletines, etcétera. El acontecimiento teatral ocurría dentro de un espacio comunitario, donde se instaba a la participación a través de la toma de conciencia de los contenidos a transmitir. De este modo, el teatro anarquista recurre a ciertas técnicas dramáticas en la elaboración del mundo a representar, pensando en sus potenciales receptores. Las técnicas melodramáticas, la construcción de personajes tipo como fuerzas temáticas orientadas, o el binarismo dramático y la recurrencia temática, son el resultado del mundo recreado por este teatro.
El teatro social chileno de principios del siglo XX, dentro del cual se encuentra inscrito el teatro anarquista, se diferencia drásticamente de las manifestaciones costumbristas o naturalistas en la creación de un ideario político a concretarse en una transformación cultural profunda. Es un teatro revolucionario y contestatario que asume papeles fundamentales en la conformación de la historia nacional. Entiéndase el concepto revolución -la acción revolución- desde los referentes ideológicos y estéticos de la época, donde la conciencia ideológica de lucha atraviesa el mundo representado -y el real- como fin último y total. Por los estatutos que la definen, la institución cultural y política anarquista actúa desde un posicionamiento marginal con respecto al orden social imperante, anunciando y promoviendo el establecimiento de un orden nuevo, justo y liberador. El anarquismo es la expresión conciente del margen.
Los textos dramáticos antologados ("Los grilletes", "Suprema lex", "Los cuervos", "Flores rojas", "Un hombre", "El sábado", "Los vampiros") están atravesadas por la imagen del hombre de acción que busca tanto su liberación como la de su comunidad, mientras que la solidaridad siempre es un valor necesario para los objetivos de realización. Es un teatro que otorga funciones relevantes a la mujer: es la "compañera", firme en sus creencias e ideales, de manera que el compromiso y la lealtad que ella manifiesta son valores recurrentes en la representación anarquista. Explotadores y explotados articulan los ejes dramáticos, representados a través de la lucha de clases en que los personajes populares adquieren un protagonismo que los inviste de un aura heroica en el enfrentamiento contra patrones y terratenientes.
Uno de los aspectos más destacables de esta dramaturgia es el uso de la ficción, que toma como material la realidad histórica, ofreciendo un modo nuevo de comprensión e interpretación de la historia. Algunos de los textos tienen su base o hacen alusión a sucesos que intentan pasar desapercibidos por la historia oficial, o bien que son interpretados por ella. La inclusión del aspecto histórico en estos dramas los reviste de una potencia en la recepción que la ficción únicamente imaginativa no podría lograr; es el teatro como proclama, que tiene como objetivo intervenir en la contingencia social de la nación y elaborar un arte comprometido por medio de la denuncia, de los valores de lucha y los ideales de libertad humana. En términos representativos, no hace más que retratar la realidad social teñida por la ideología.
La antología, con sus altos y bajos en términos de depuración y organización de la investigación crítica, expone un material que consigue un excedente al ubicar dichos textos dentro de un paradigma no sólo histórico, sino ideológico del teatro chileno. Así, la dramaturgia anarquista se convierte en un espacio cultural devuelto a la historia de nuestro teatro, por lo menos como literatura.
ANTOLOGÍA CRÍTICA DE LA DRAMATURGIA ANARQUISTA EN CHILE. Sergio Pereira Poza. Editorial Universidad de Santiago. Santiago, 2005.