ÁLBUM DE VALPARAÍSO, de Elvira Hernández

LAS TRAMPAS DE UNA FALSA POETA 

 

lbum_de_valparaso"Falsa poeta", se declara Elvira Hernández en la contratapa de Álbum de Valparaíso. La contradicción, el peligro de ese enunciado, salta a la vista: como en el famoso silogismo de los abderitanos, lo que tal confesión entraña es justamente su negación, es la imposibilidad de saber si es posible creerle o no. Elvira Hernández, hay que recordarlo, es un seudónimo.

        ¿Cómo leer este libro, que parece no tener un hilo definido -más allá del título puesto por una autora que asegura su propia falsedad-? Álbum de Valparaíso no entrega, no quiere entregar una sucesión predecible ni pintoresca de imágenes de ese puerto. Sí hay difícil (y atractiva) imaginería verbal, enumeración insuficiente, antojadiza, hecha de comparaciones, citas, ejemplos vagos, tortuosas versiones. Siempre parece estar hablando de cualquier cosa menos de Valparaíso, aun cuando menciona cerros (pocos, en cualquier caso) y burlonas metáforas marinas. Quizás el epígrafe de Gonzalo Rojas ("El mundo desembarca/ en esta raya, día y noche") da la clave de este título, aparentemente arbitrario; tal vez lo que Elvira Hernández quiere decir son los fragmentos de ese mundo que desembarca. Fragmentos precarios, quiero escribir, y no de modo antojadizo: por más que se haga cruces el lector, parece imposible encontrar un hilo conductor del texto, una estructura que cobije esos fragmentos, les otorgue un sentido global. No hay unidad en la temática, ni en la estructura de los poemas. Sutilmente, a ratos, esa unidad aparece en el tono: si bien a veces es burlón en sordina, otras humorístico, ocasionalmente triste, a veces tajante, es siempre agudo. Podría citar multitud de ejemplos; uno de ellos es la traducción fiel, exacta, de un poema de Coleridge bajo el título "Pirateo". O uno de esos lugares comunes que Elvira Hernández da vuelta con ironía, con un certera fineza poética: "me atrevo/ qué sé yo/ doro la perdiz".

        Tantos aspectos desiguales tientan al lector a buscar algo así como la verdadera entrada de lectura, tienta a querer descartar las falsas (tarea a todas luces absurda en cualquier poeta, sobre todo en uno que dice que es falso, aunque nunca se puede estar seguro…), y frustra casi en el mismo instante esa pretensión. Esta característica de la obra de Elvira Hernández permite entender su poderoso atractivo poético y, al mismo tiempo, constituye quizás la clave de su inmerecidamente escasa difusión: es difícil entender a Elvira Hernández como se suele entender a un autor, es difícil comprender su obra, calibrarla, porque no constituye un círculo cerrado, sino permanentes salidas de madre (me encanta esa expresión), tanteos aquí y allá. No tiene un centro evidente, no se puede rotular, predecir su evolución, diagnosticar su estilo: es una escritura rizomática, quiero decir sin esqueleto unívoco, escurridiza, en un desplazamiento permanente, elegante, agudo, que deja al lector siempre ansioso, a la busca de un arcoiris burlonamente próximo.

        "Esta poesía quiere/ todo lo que ella no es", dice el poema "Sobre un epígrafe que a pesar de las precauciones olvidé". Ese deseo le presta verbo a constantes movimientos esquivos, ese deseo de ser lo que no es muestra el deslizarse y disfrazarse de todo deseo. No es fácil leer a Elvira Hernández.

 

 

 


ÁLBUM DE VALPARAÍSO. Elvira Hernández. Lom ediciones. Santiago, 2002.