YGDRASIL, de Jorge Baradit

IN ILLO TEMPORE

ygdrasil1Tengo malos recuerdos de Spielberg, especialmente al haber visto sus películas de ciencia ficción; no era porque fallara en la elucubración sobre el futuro extendiendo algunas tecnologías y paranoias actuales hacia el espacio por venir, sino porque sin excepción el primer cuarto de película resultaba malogrado por el siguiente trozo de la película. Si, por ejemplo, teníamos un mundo donde se conectaban las mentes de seres humanos a un sistema que aprovechaba su capacidad de ver el futuro, ese mundo, tan visual y coreográfico, era reemplazado por un deslizamiento hacia la acción. La distinción es clara: desde un imperativo visual, simultáneo, se establecía un conflicto que obligaba a dar preponderancia al tiempo, a la acción, de una manera que se ha hecho viga angular en el cine comercial estadounidense: entre más acciones por minuto, mejor, y si esas acciones responden a un esquema reducido de lo que le ha acontecido al héroe durante siglos, mejor que mejor. Eso aparece en cualquier manual de guionista. En Spielberg es notorio: la caída y la recuperación del estado de gracia del héroe siempre debe tener un diálogo encebollado, de cierto sabor bilioso, donde el héroe encuentra la respuesta al empalagoso conflicto interno y donde se sopesa la figura paterna.

        El vínculo que existe entre Spielberg y Jorge Baradit es casual y casi nulo. Despierta, eso sí, una reflexión a partir de cierta distancia que separa las producciones cinematográficas millonarias de una escritura alimentada por ciertos elementos inasibles, que definen el mundo presentado por Ygdrasil. La escritura de Baradit es visual, a pesar de que esto pueda parecer una descripción fútil: la historia se presta de manera idónea para una representación cinematográfica o gráfica -un cómic. Hay algo incómodo en la escritura de Baradit; el hecho de que esa escritura no provenga de un escritor, sino de alguien que se ha dedicado profesionalmente al diseño, le da un sabor refrescante que no proviene precisamente de una prosa exquisita o de reveladores juegos literarios, sino del descabellado, envolvente y revelador mundo ciberchamánico de la novela, como señala la revista electrónica de ciencia ficción Tauzero. Si bien resulta tan entretenida como la primera media hora de una película de Spielberg, esta novela no se agota como las películas del norteamericano. El mundo de Baradit amplía sus sorpresas y desarrolla el estado de los elementos del libro prescindiendo de esas leyes que enjaulan a un libretista -como por ejemplo, la ley de no hacer desaparecer un personaje secundario. Esto porque la ilación de Baradit nace de ciertas representaciones a niveles invisibles, que encuentran coherencia en las mismas acciones que mueven a los personajes de Ygdrasil.

        La mirada literaria sobre Ygdrasil se confunde. Si, por un lado, la estructura sobre la cual se cimientan sus acciones resulta convencional, los lugares hacia donde nos llevan y el modo de relatarlo -el lenguaje- describen otros juegos. En un nivel de superficie, su lenguaje propone un mecanismo que puedo llamar deslizamiento, que tiene por base el uso deformante. Esto se traduce en que los nombres utilizados comúnmente para designar algo se trasladan desde su campo semántico usual hacia otro fantástico, obligando al lector a la búsqueda de un nuevo código, y a fijar la vista sobre el lugar de dónde operan. Parte de las causas de este deslizamiento están en las constantes referencias mitológicas amalgamadas en un mismo mundo, como si en el futuro fuera a haber un tronco mitológico común del cual se va a abusar en aras del poder, de la satisfacción personal, de la salvación, etcétera; o porque estas referencias mitológicas son parte del repertorio de cada actor. Así, la palabra de Baradit resulta rebuscada, barroca, decorativa muchas veces, y tiende a modelar el mundo de las apariencias en que se desenvuelve la protagonista Mariana como un ceramista pasa sus dedos sobre la tierra que trata de hacer significar. Porque la historia de Ygdrasil desafía a notar una tensión entre la apariencia y lo real, aquello que está presente y lo que está más allá. En ese sentido, se trata de una novela que quiere hablar de lo trascendente.

        Por esto, la vinculación de Ygdrasil con la tradición épica tiene raíces muy distintas a lo que puede ofrecer el cine comercial; podría decirse, incluso, que la apropiación de este género es una de las tantas corrientes de la tradición que se entremezclan y se deforman. El principio de búsqueda o de recuperación de aquello que es -a grandes rasgos- el motor impulsor de la épica se describe con nitidez desde el principio. Sin embargo, la posterior amalgama con otros géneros, subgéneros o formatos -tragedia, novela de aventuras, mitología (como proceso renovador de la naturaleza, lucha entre el bien y el mal), novela experimental de principios del siglo XX (especialmente el punto de vista de Mariana), novela de intrigas, ciencia ficción y cómic-, converge en un final abarcador e imprevisible que marca el carácter trascendental de Ygdrasil. De este modo extraño resulta que la acción del presente -que tiende naturalmente a una esperanza de resolución en el futuro por parte del protagonista, de los centros de poder y de la humanidad toda-, está cubierta por otra esfera, superior y abarcadora, que funciona fuera del tiempo y del espacio, donde confluye espiritualidad con tecnología, haciendo eco del concepto de noosfera de Teillhard de Chardin.

        Con esa idea de trascendencia logro, a duras penas, describir la intensidad de la narración de Ygdrasil, puesto que las fórmulas sinestésicas mediante las cuales pone a prueba el umbral de asco y asombro del lector se concilian con la agilidad del estilo directo de sus diálogos, con los cruces entre historias simultáneas y concentradas en el andar de la protagonista; con la calidad de los personajes secundarios, que ayuda a limar las asperezas de voz narradora que tiñe todas las voces de los personajes, invalidándolos; con ciertos modos de hablar que sacan de quicio, y con toques de pornografía para adolescentes inconformes y para caballeros de salón.

 

 


YGDRASIL. Jorge Baradit. Ediciones B. Santiago, 2005.