TLAPALERÍA, de Elena Poniatowska

EL FEROZ ARCAÍSMO DEL TEDIO COTIDIANO 

 

tlapaleria¿A qué podría sonar Tlapalería? No tengo diccionario que me traduzca automática y prematuramente el tono de este libro. Mejor no tenerlo y aproximarse a esta colección de cuentos cortos de Elena Poniatowska con pronunciación lenta de cada una de las palabras extrañadas que dislocan la anécdota, para así ubicar el acento sensual que adquieren los alrededores de estos vocablos de sonido extraño y referente oscuro en relación a los acostumbrados y transparentes relatos castellanos, mexicanos, doctos o callejeros de estas historias íntimas.

        Pacheca, Ixtapan, alcachofa, bufalito, chocolate, coatlicue, canario, tlapalería, palabras no todas indígenas pero siempre evocadoras, para la voz que narra, de un estado de maravilla, de recuperación de la infancia, de retaguardia de la historia, que se vuelve placer inenarrable o bien furtiva amenaza a la razonada construcción de la persona occidental. Tlapalería provoca que broten, del interior del estado de maravilla que provoca el encuentro de esta palabra remota, los conflictos del tiempo para un narrador que adquiere diferente nombre, actividad, localización, incluso distinto sexo en cada cuento. La traza del tiempo que cruza todos estos textos está siempre tejida, sin embargo, por las hebras de la madurez y la juventud. Las variaciones de cada cuento están dadas por la manera en que se entrelazan la subjetividad de la voz madura occidental -una mujer escritora, mexicana de origen francés, envejecida, esplendorosa o sabia- que encuentra la tlapalería, es decir la paradójica representación de lo único que a su edad le puede ser ajeno, aunque sin duda fue parte de su vida: la juventud.

        Los retazos de memorialismo que conforman la hebra de la nostalgia en los cuentos de Tlapalería -como las menciones a historias familiares, a amores pasados, a eventos de la infancia, a viajes- son entrelazados, equilibrados con la hebra de la violenta rutina de la calle del D.F. mexicano. O bien mediante descripciones del tedio íntimo, tan necesaria su riqueza cotidiana para las personas mayores de estratos sociales altos, como por ejemplo alimentar a los canarios, criar perros, comprar y  escuchar la copucha en el almacén o mall, odiar y amar a la criada, disfrutar de la cocina. En esta tensión entre juventud y ocaso, en esta palabra vieja y nueva para mí, cercana y lejana -tlapalería- resuena un saber sin discursos que castiga por igual a pendejos y viejos chochos cuando unos y otros se discriminan, cuando dejan fuera de sí mismos lo viejo o lo joven. Tlapalería maltrata tanto a la niñita Luisa, que es adicta a todo lo nuevo -el neoprén, su amiga y las sectas de rehabilitación- como al anciano guardia del Palazzo Enzo que reprime su deseo por las escolares y la profesora que visitan el museo, porque uno y otra no son capaces de respetar la edad. En el feroz castigo que hace a la autocomplacencia, a las palabras que se creen transparentes por lo mucho que han sido usadas, Tlapalería podría ser el terrible sermón de una abuela cuya lengua desapareció de la tierra.  

 

 


TLAPALERÍA. Elena Poniatowska. Ediciones Era / Lom Ediciones. Santiago, 2003.