SOBRE LA AUSENCIA, de Carlos Droguett

SUS BRAZOS, ENSANGRENTADOS, COBRAN VIDA

 

Tal vez no es posible hablar de la obsesión por la muerte en una novela –¿cuántas publicó Droguett?– o, por el contrario, quizá el impulso de escribir obedece sólo a la voluntad de fijar un momento que ahora mismo está yéndose irremediablemente y es mejor que así sea, después de traer uno desde la calle la polvareda cotidiana, de parpadear ante innumerables caras que no quieren mirarse, durmientes que la inercia apretuja en pos de un lugar en el metro o en la micro y traspirando, con la atención fija en una pantalla pequeña que está arriba, en ese espacio luminoso donde la imagen comercial nos sonríe, nos invita, quiere que la deseemos y que nos desee. Recupero una frase de Sobre la ausencia de Carlos Droguett, «¿cuántos cuerpos forman una matanza?»; la vuelvo a anotar con tipografía negra en este otro vidrio luminoso blanco –en el metro sostenía este libro y levanté la mirada, eludiendo las de otros vi el túnel que seguía negro a toda velocidad, pero lo que estaba ahí era el vidrio de plástico que me permitía mirar el túnel, pensé, cuando en realidad era mi reflejo–, el vidrio de esta pantalla donde deseamos que nunca nada desaparezca; me pregunto cómo queda la ausencia de alguien en las palabras de uno, qué se echa de menos de un escritor como Droguett, que no volverá a escribir otra novela, que no redactará una nueva columna donde denuncie una vez más a sus enemigos inútiles desgraciados corruptos flojos cómplices arrogantes asesinos mal callados, por qué ahora hace falta tomar algún cuento suyo extraviado en alguna revista extranjera y juntarlo con alguna conversación que haya quedado grabada para hacer su panegírico. Cuál es la ausencia a que alude el título de este cuento, a quién dirigirse para hablar de la muerte.

           «¿Podremos imaginar la escena?», anota insistentemente en su prólogo Roberto Contreras, a propósito de la entrevista de Ignacio Ossa a Carlos Droguett que transcribe en este libro que ha editado. Es una pregunta sobre la posibilidad de leer eso que no está escrito, esas frases insolentes que no iban a perdurar aunque hubieran sido grabadas en un caset y escondidas donde la represión política no llegara; es una pregunta que replica las formas impostadas que dos personas adoptan en una conversación si alguien los escucha, si de repente las palabras no se van a olvidar la escritura involuntaria de nuestras palabras puede volverse registro de la vigilancia, de un proceso legal en nuestra contra, un mero producto de la paranoia, un homenaje de los enemigos, un libro póstumo. En el cuento «Sobre la ausencia» toman relieve las decenas de miembros sudorosos que respiran y se rascan y se observan y se sacuden de su posición inerte con picazones y breves movimientos durante la primera misa de Acción de Gracias de la Junta Militar de Gobierno en Chile durante 1973; los cuerpos de Frei, Alessandri, Gilmore, Pinochet, González Videla, Merino, Silva Henríquez se apretujan en una escritura que supura la putrefacción de sus humores; padezco la escritura de Droguett junto al editor y a quien esté leyendo ese libro y esta nota, el asco del momento en que se anega de sangre, caca, meado y vómitos por aquello extraordinario que está pasando en el altar de una iglesia. El narrador del cuento nos lleva lejos en la buena conciencia de esos cuerpos y luego nos devuelve, una y otra vez, insistentemente, en virtud de comas y repeticiones y conjunciones y escritura tan suya, respiración del cuerpo con que Droguett redactaba hasta la náusea, a ese tiempo de justicia mugriento que sin embargo nunca se hace evidente: al final sólo alcanzo a leer que un pedazo del brazo del Cristo crucificado sobre el altar se mueve y chorrea. Hay un horror y una tranquilidad salvífica en la revelación de que es imposible imaginar cualquier muerte, que nadie puede contemplar el cuerpo muerto de un congénere y que nadie debiera comerse el cuerpo de Cristo ni el de un lechón ni de un pollo. No es posible imaginarse la escena última de Sobre la ausencia como tampoco saber si el escritor Carlos Droguett se burlaba de la ignorancia del joven Ignacio Ossa o sólo quería contrariarlo un poco con su ironía cariñosa. Somos incapaces de quedarnos mirando la escena de la muerte –para no verla existe esta pantalla–, quizá por eso lleguemos a sentir que la escritura de una sola muerte es la matanza de todos. «Lo escaso e inalcanzable es el cielo, lo escaso y fenomenal es el infierno, pero lo abundante y asqueante es, sin duda, el purgatorio», escribe Droguett sobre la ausencia, pero también encima de la ausencia, como quien con sabiduría tacha la posibilidad de seguir conversando con el amigo torturado, herido y muerto a través de la dedicatoria de su relato.

 

 

 

 


Sobre la ausencia. Carlos Droguett. Lanzallamas Libros. Santiago, 2009.