PUNGA, de Gonzalo León

RECORRIDO PUNGA

  

pungaCon posterioridad a un accidente vascular y a la rotura del frenillo en plena relación sexual con una prostituta, León conversa con un amigo y le cuenta los hechos; el amigo le responde: "Parece que, contra toda lógica, buscas temas para escribir. Eso, ya te lo he dicho, no es saludable". Saludable o no es parte de la escritura de Gonzalo León y del proceso que la acompaña, en ese caso al libro Pornografíapura (2004) y para este comentario a Punga (2006). A veces ficción, a veces verdad el escritor Gonzalo León (1968) crea un personaje, León, que hace escritura desde la experiencia tanto nimia de una borrachera o un encuentro con una vieja prostituta de la calle Esmeralda, como literaria a partir de encuentros con pares escritores o artistas. Gonzalo León crea a un León que se sitúa como protagonista del propio mundo que construye el autor. 

            Me interesa ese mundo y lo abordo. Me interesa comentar el último libro de Gonzalo León, Punga, porque desde hace algún tiempo que sigo sus libros. Antes debo comentar que lo conocí en el año 2001, cuando yo trabajaba en la revista Mercado negro y compartíamos un stand en la Feria del Libro con La calabaza del diablo. Gonzalo León merodeaba a este último grupo y lanzaba por el mismo sello su libro Orden y paria (2001) en el bar Galindo. Por esos años comenzaba mi transitar literario y lo que más me llamó la atención de su persona era que se definía como escritor -yo no lo podía hacer por ese entonces-, que se vanagloriaba de un pasado brillante en los cursos de redacción en Periodismo en la Universidad de Chile -no cuento con ese pasado cuando pasé por Letras-, que le gustaba Hemingway y los norteamericanos -por esos días no los leía aún-, que bebía en exceso -por esos días creía que debía hacerlo-, pero no cuando escribía -ya lo aprendí. León era un personaje literario que llamaba mi atención. Pasó el tiempo y no compartí más lugares con él. Haciendo algunos trabajos personales me empeciné en buscar material sobre escrituras que merodeaban el tema del porno en la narrativa chilena, por lo que llegué a Roberto Brodsky, a Roberto Bolaño y a Gonzalo León, con su Pornografíapura (2004). Ésta escritura, para desilusión mía, explotaba el nombre como propuesta de crónicas donde lo pornográfico radicaba en el acercamiento exacerbado a los temas, dejando un solo capítulo explícito sobre el porno: "Memoria porno". Así todo, sumaba mi segunda lectura de Gonzalo Léon sin que su lectura me mantuviera en vigilia toda una noche.

            Este año León lanzó Punga, y en honor a los libros que ya había leído de él me acerqué a buscarlo a la editorial de La calabaza del diablo -mala costumbre de comentarista de libro. El editor de la Calabaza, Marcelo Montecinos, me comentaba que León había intentado sacar el libro por otra editorial, pero que no había tenido éxito, de hecho Germán Marín[1] le había dicho que no leía el diario, esto en clara referencia a las crónicas que León escribe para La nación domingo. Como sea, leo Punga y lo leo de un viaje. En el libro veo a León, a ese personaje literario que conocí de paso en el 2001. Claramente uno asocia al personaje León con el escritor Gonzalo León, no es una relación muy compleja, pero rápidamente se aprecia que detrás de su escritura hay un intento por crear una realidad, por escarbar en ella y despelotarla. Ficción o no ficción, no importa, Punga se configura como una mirada de la vida, de la sociedad a partir de historias nimias, sin que esto denote un juicio negativo. Punga de lo insignificante logra construir un mundo, edifica una mirada suspicaz y algo hastiada con lo que le rodea, mal que mal en varios pasajes del libro cita a John Kennedy Toole, creador del grotescamente insigne Ignatius Reilly. La cita no es azarosa. Pienso en León como un Ignatius chileno, eso sí sin vender salchichas, pero escribiendo sus quejas contra la humanidad en sus crónicas dominicales.

            Hace unos días leía que para Nabokov "una obra de ficción existe solamente en tanto me provee lo que sin rodeos llamaré dicha estética". Para mí Punga tiene algo de eso, lo que desemboca en que se saborea, solaza y se lee rápido, con la salvedad que hace Bruno Vidal en la presentación del libro: "Leamos a León, pero no cometamos el error garrafal de hacerlo en un rato libre", ya que esa realidad algo esperpenténtica se acopla a la realidad sistemática, laboral y también esperpéntica de nuestra sociedad. Es que Punga, híbrido literario que busca ser crónica y/o cuento, es todoterreno y si un lector se entrega a su lectura se ve inmerso en un recorrido punga de un quisquilloso flaneur que lo llevará a comisarías, Pomaire, canchas de fútbol de barrio, playas nudistas, a la calle en busca de prostitutas, a encuentros literarios, al Congreso Nacional, a la Fundación Pinochet. Un recorrido punga en términos de configurarse como una búsqueda de la literatura en cualquier lugar, en la experiencia personal natural y provocada, real o inventada, no desde una mirada naturalista, sino punga. Con su escritura Gonzalo León sabe situarse en cualquier lugar, haciendo una especie de documental ficción a lo Michael Moore, escudriñando en las minucias de nuestro paisaje nacional, buscando una mirada y de soslayo haciendo una crítica, claro, desde un supuesto margen desde el que ha intentado ser un paria, hacer pornografía pura con su escritura y ser un sujeto punga: el que busca temas para escribir desde su experiencia.

 


[1] Al parecer Marín se caracteriza por estas respuestas. Carlos Labbé, editor de este sitio que ocupo, también fue víctima de sus juicios para su primera novela, juicios aderezados con una simpática carcajada burlesca.

 

 

 


PUNGA. Gonzalo León. Editorial La calabaza del diablo. Santiago, 2006.