Una imagen poética sobria y concisa es la que construye el hablante de este poemario. Al leer estos poemas cesantes el lector establece un diálogo directo con el haiku —a pesar de que éste cuenta con tres versos—, recuperando su forma de construir imágenes breves y certeras, en este caso a partir del vacío, el ocio y la poesía del día a día proyectados por un hablante que habita la ciudad desde la inactividad.
Se podría decir que Poemas cesantes de Raúl Hernández (1980) busca en el recorrido, en la rutina de su hablante la idea del tiempo que se gasta y que no es funcional a un sistema neoliberal de mercado que exige producción óptima y constante. Al leer versos como “Matas la tarde en la plaza/ mirando un sinnúmero de hormigas/ formadas una tras otra”, se vislumbra el ritmo del día a día del hablante, un ritmo de rutina, de matar el tiempo, de vacío, del olvido, de la desocupación infecunda para el sistema que lo cesó en sus funciones. El tiempo de este hablante no es el mismo que el de un sujeto que funciona enajenado al sistema, no; el tiempo de este hablante se construye desde la no ocupación, desde actos como hacer la cola para comprar el pan, zurcir una chaqueta y avanzar por la ciudad, actos de inacción. Sin embargo su gesto de ocio no es de rebeldía. Por el contrario, esa inacción del sujeto busca ser alterada con versos e imágenes que buscan un centro que lo valide: “Compras el diario donde se anuncian los empleos” o “Inundas de curriculums/ las calles de Santiago Centro”. El hablante, como paria del sistema, busca que éste lo cobije. Esta búsqueda bien podría ser la del poeta que se establece como sujeto marginal aunque tenga los sentidos puestos en la crítica, en la academia, en el lector. Se trata de poemas que desde el ocio van a intentar validarse, de forma que sus imágenes breves y certeras terminen siendo invadidas por una ciudad y un sistema demasiado prácticos, que finalmente llegan a contaminar el proceso de escritura: “Corriges por enésima vez/ el poema que te obsesiona/ pero en el fondo/ frustradamente/ admites la nostalgia/ por la pureza del descuido”.Poemas cesantes da cuenta de una poesía simple, de detalles cotidianos sin metáforas tellierescas de tardes perdiendo el tiempo mirando moscardones, aunque sí con imágenes de un hablante análogo (“el escritor/ quema las flores/ con una lupa”), con gestos mínimos e improductivos que construyen un mundo propio para evadir la cesación que éste le designó. Se podría establecer que estas breves imágenes poéticas, cesadas en su intento por ser poemas, buscan estoicamente trabajo en el sistema. El poeta y el ocio. La poesía como acto infructuoso en un sistema mayor. La poesía, como un terreno yermo sin capacidad de producir, busca un lugar para resarcirse de esta inactividad como siempre lo ha hecho; claro, que desde el punto de vista de un centro validante.
POEMAS CESANTES. Raúl Hernández. Libros La Calabaza del Diablo. Santiago, 2005.