PEWMA DUNGU (PALABRAS SOÑADAS), de Leonel Lienlaf

PARA SEGUIR SOÑANDO PALABRAS

pewma_dungu "Me adentro/ en estos cantos de sueños,/ dormitando cerca del fuego/ mientras afuera/ el viento/ hace bailar las montañas". Así comienza este poemario, así hace ingreso el hablante en un paisaje de ensoñación propicio para cobijar la palabra y al hablante que la emite. Así ingreso a estos poemas imaginados de Leonel Lienlaf (1969), al ritmo que este intenta imponer, a estas Palabras soñadas que sin duda son las palabras que le brotan y se asoman frente suyo como canto en medio de una atmósfera natural de tierra, cielo, agua y fuego que lo resguardan y abrigan.
        Antes de este poemario, en Se ha despertado el ave de mi corazón, Leonel Lienlaf cantaba "quiero llegar muy lejos/ más allá del umbral de las estrellas", anhelo y empeño que se consuman de una u otra forma en Palabras soñadas, gracias a una concepción de canto que se escucha y viene desde otro espacio de lo que podríamos llamar realidad: el sueño. Con este poemario Lienlaf entra en contacto con la naturaleza y escudriña en ella: "Recorrí muchos lugares/ buscando el secreto de la tierra/ me contaba en mis sueños/ una piedra sin rostro". Así, la naturaleza, la palabra y el sueño fluyen por esta poética; un sueño que es el de la concordancia y convivencia de estos elementos. Pienso en Elicura Chihuailaf, que dice: "mi sueño se ha convertido/ en la energía que vive y abre/ las puertas de mi alma". Pues ambos proyectos se atraviesan, también ambos temples de ánimo. Entonces la poesía adhiere a propuestas que van armando un rompecabezas, un mapa que va más allá de lo etnocultural, buscando habitar el mundo a través del contacto con éste.
        Hace poco, revisando un estudio de Iván Carrasco sobre la literatura etnocultural, encontré que según su análisis uno de los elementos principales de la poesía de Lienlaf (antes de aparecer el libro que comento en esta nota) era el diálogo con la tradición, sobre todo con su abuela, para traspasar, vía oral, los conocimientos que solamente el que sabe puede dar al que recién se inicia. Pues bien, esta figura vuelve a aparecer en Palabras soñadas: "Es hora/ en que el fuego comienza a dormitar/ abuela". Sólo que ella ya no es la que emite la palabra; ahora es el hablante quien incorpora el logos como parte suya en su trayecto poético, y él puede proyectarlo, aunque sea desde la ensoñación.
        Un canto breve es el de estas Palabras soñadas, un sueño fugaz que va desde bellas imágenes del hablante con sus sentidos puestos en la naturaleza -"dormido entre los tallos/ estaba yo escuchando su murmullo,/ pasó la noche suave entre los cerros"- hasta cruzarse con pesadillas que oscurecen el panorama -"caminos de culebras negras/ iban cayendo hacia el mar"-, validando la autonomía de este hablante con respecto a aquel de Se ha despertado el ave de mi corazón, mostrando así lo lúgubre que puede volverse el paisaje para quien recién comienza a ver de verdad. De esta forma, Palabras soñadas es el momento de ensoñación de un hablante que se pierde en un lago, "y un viento suave me despierta". Los pasajes imaginados del poemario concluyen cuando los sueños del hablante "se pierden detrás de las montañas". Sin embargo tengo la certeza, como lector, de que seguirá soñando más palabras.

 

 


PEWMA DUNGU (PALABRAS SOÑADAS). Leonel Lienlaf. Lom Ediciones. Santiago, 2003.