PEDRO, SU MAJESTAD, EMPERADOR, de Boris Pilniak

UNA DISGRESIÓN, UNA MUÑECA RUSA Y JOHN LENNON

 

pilniakSi a uno le pidieran que escribiera la historia que lo llevó a estar en un punto determinado y crucial en su historia personal, ¿desde dónde comenzaría? ¿Cómo llamar a un acontecimiento "principio" y a otro "final"? Tal vez la pregunta "¿Dónde se ubica exactamente el origen de una historia?" es la obsesión principal del "storyteller". En un devenir continuo del tiempo esa inflexión parece ser el trabajo de una racionalidad alucinada, obsesionada con encontrar el hilo de un ciclo vital de la situación: su origen y su fin. A propósito, una disgresión: hace ya un tiempo se escribió un cuento llamado La Muñeca Rusa, que comienza a narrar la historia de un argentino desde la salida de un encierro debido a la enfermedad que afecta a la columna. Debido a esto, y buscando alivio, viaja a Francia donde se encuentra con un compañero de la escuela primaria. Desde entonces el cuento se centra en este otro argentino y lo que a él le sucedió para llegar a ese lugar; previsiblemente comienza con su llegada a Francia. Contado así el título del cuento no tiene mucha relación, basta decir que la muñeca rusa es sólo un objeto en la sala de la casa de la dueña del hotel que le llama la atención al segundo argentino que nos es presentado, siendo esta muñeca nombrada una sola vez: "Un regalo de mi padre -refirió la señora-. Yo debía de ser muy chica y muy sonsa, porque mi padre creyó necesario aclarar: 'Trae adentro muñecas iguales, de menor tamaño. Cuando una se rompe, quedan las otras'".

        No es mi intención hablar sobre Bioy Casares sino sobre un autor ruso fusilado en 1938: Boris Pilniak. El mismo revolucionario, fue acusado de trotskista por establecer que la revolución bolchevique había traicionado sus principios perpetuando la injusticia, la pobreza, el caos y el abuso, cuestiones que denunció en varios de sus escritos, siendo Caoba el más importante. Ediciones Lom reúne tres narraciones (no se pueden llamar cuentos propiamente tal), entre ellas Caoba, bajo el nombre de la tercera nouvelle, Pedro, Su Majestad, Emperador, donde se expresa el pensamiento literario y político de este autor.

        La primera narración se llama "Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos" y, como dice el título, reflexiona sobre el principio de las historias. Sucede que el objeto de esta narración es una mujer de la cual se narran tres historias. El narrador recuerda a un escritor japonés llamado Tagaki-san debido a que se encuentra con la autobiografía de Sofía Vasilievna, esposa del japonés, que ha escrito para el consulado con el objeto de ser repatriada a Rusia. El narrador cuenta esta historia centrándose en algunas anécdotas y emitiendo juicios sobre el estilo de la escritura y la vida de una simple ciudadana rusa. El motivo por el cual Sofía nos cuenta su vida y por qué quiere ser repatriada se nos revela al final: su marido, un ex-militar japonés, ha escrito una exitosa novela teniéndola a ella como objeto de observación: desde sus costumbres amatorias hasta lo que no sabía de su propia tierra de sus primeros tres años de matrimonio, con tono de objetividad. Esta última narración no es conocida por el lector, pero sí conocemos la reacción de Sofía. El narrador enfatiza la reprochable calidad de mujer simple, y cómo se ha convertido en el objeto de dos narraciones, colaborando él mismo a desarrollar la tercera. De esta manera, un relato sencillo se convierte en uno de complejidad parecida a la vida.

        Desde este punto de vista, la historia de Sofía es una matrioshka, una historia recursiva donde una contiene a la otra donde, además, el mismo objeto de la narración, Sofía, es una muñeca folklórica puesta bajo el lente del escritor. Pilniak logra a través de esta superposición de historias reconstruir el caos en los cuales se insertan los principios-finales de la historia y compartir con el lector el carácter subjetivo de esta elección. Sofía Vasilievna Gniedich-Tagaki desarrolla su autobiografía desde el momento de su nacimiento en Vladivostok. El narrador se salta esta parte y empieza a contar desde que había terminado sus cursos para convertirse en profesora de Enseñanza Media, pero dice: "La auténtica biografía de Sofía Vasilievna comienza el día en que puso pie en el archipiélago japonés". Al hacer explícita la alta ración de subjetividad que hay en la elección de los orígenes y los hechos de una historia, Pilniak logra acercarnos a un realismo prefigurado ya en el Tristam Shandy de Sterne, aquel que se metaforiza estructural y temáticamente, para mi gusto, en la muñeca rusa, y superar el realismo positivista añoso y el realismo dictatorial como el que le dio muerte.

        A propósito de los 30 años de nuestro 11 de septiembre, la visión de Piliniak nos puede dar una pauta para pensar qué hubiera sucedido si el gobierno de la UP no hubiese sido derrocado, si no hubiera existido el golpe. En estos días, Allende se ha convertido en un rock-star muerto antes de tiempo, el John Lennon avasallado por las manos de la injusticia. Si Lennon estuviera vivo ¿estaría haciendo música pop a lo McCartney? ¿Participaría en la ficticia reunión de Los Beatles 20 años después como Jimmy Page y Robert Plant de Led Zeppelin?

        "Caoba" nos relata la historia del trabajo que se ha hecho sobre esta madera y viene a representar la latencia de los valores de la época de los zares en la brand-new-1930 Dictadura del proletariado rusa. Los personajes se pierden bajo la atmósfera húmeda de la putrefacción que cubre a la U.R.S.S. representado por el gordo Jakov Karpovich Skudrin: "padecía de una hernia desde hacía cuarenta años y al caminar se la sostenía con la mano derecha a través de una ranura abierta en los pantalones. Tenía las manos hinchadas y verdosas. […] aprendió [de su patrón] el arte propio del juez de engatusar al prójimo y terminó comprándole a su empleador la casa y el cargo cuando él se arruinó". Los guardianes de los verdaderos valores son, bajo la óptica de Pilniak, los llamados idiotas o inocentes, muchas veces considerados santos en la tradición rusa. Sin embargo, tampoco se puede olvidar que estos santos folklóricos son incapaces de retener sus heces o que fueron destinados a vivir en un lugar fétido y condenados a ser proletarios que trabajan gratis alimentando el gran fuego de la fábrica.

        La calidad de la narración de Pilniak, especialmente "Caoba", no puede ser explicada en estas pocas líneas. Pilniak es, más que nada, escritor de narrativa, y en ella encuentra el medio por el cual enlazar un millar de puntos de vista: no es el personaje adorable con el cual nos identificamos, pues siempre el entorno donde nace la narración, tanto así como la escritura misma, están puestos bajo un ojo crítico. Relatar la verdad en distintas voces es la tarea que revela la narrativa de Pilniak, la cual se distancia de la poesía en que ella, casi divina y muy grandilocuente, siempre quiere expresar su única verdad; poesía que Pilniak describe como "siempre un poco boba".

 


PEDRO, SU MAJESTAD, EMPERADOR. Boris Pilniak. Lom ediciones. Santiago, 2002.