PALABRA DE BIOY, de Adolfo Bioy Casares y Sergio López

EL ÚLTIMO LECTOR DE BIOY CASARES 

 

palabra_de_bioyEn la tradicional imaginación maliciosa, Adolfo Bioy Casares figura trascribiendo La invención de Morel, su primera novela importante, al dictado de Borges. Otro lugar común de la historia literaria convierte a Bioy Casares en el mujeriego de la aristocracia cultural bonaerense de los años treinta. Al mismo Bioy Casares, por su parte, estas imágenes le hacían reír, puesto que eran variaciones fantásticas de su vida. Una historia es placentera si está bien contada, le responde una y otra vez a su entrevistador; más acá de su falsedad o verdad. Preocuparse del argumento y del estilo, “escribir para los lectores, no para la historia de la literatura”, he ahí la máxima que permitió a Bioy Casares olvidar sus seis primeros libros mal escritos, salir desde la sombra de su entrañable amigo Borges al alumbrado de novelas y relatos suyos donde fantasía, amor, ironía y costumbrismo persisten en su tan particular concepción de “escritura llana”.
        Cada episodio de este volumen de conversaciones entre Bioy Casares y el periodista argentino-español Sergio López despide el aroma evocador de esas salas de la antigua casona de las Ocampo donde se desarrolla la charla. Como una última desafección de la intemporalidad que buscaron Borges y Bioy en sus juegos literarios —o como mejor diría Bioy, una linda broma, un final tristísimo— el tiempo cae, pesado, sobre estas póstumas conversaciones, mediante la doble nostalgia: nostalgia de Bioy por el pasado, por Silvina y por Borges; nostalgia de Sergio López por Bioy. Afortunadamente, la añoranza suele teñirlo todo de un sutil cariño. Es así como el periodista realmente escucha al escritor, y a través de sus palabras es posible saber por qué los días más torpes y los más esperanzados, los mejores amigos y los detestables, la adolescencia y la vejez, todo puede llegar a ser “muy lindo” y “agradable”.
        La oralidad amable de Bioy reconstruye sin prisa la mayoría de los matices del Buenos Aires del siglo veinte. Ante el lector, desfilan a pie los caballos, los cabarets, la estancia, los cafés, las bibliotecas, los tangos, las amigas, el cinematógrafo, los premios, Borges, Lugones, Cortázar, Stevenson y Wells. Qué contraste mayor existe entre la certeza elusiva con que Bioy inhabilita a los políticos de su tiempo, y la lengua despectiva o furibunda que utilizamos para referimos a la actual Argentina en crisis. Bioy Casares quiso, por la escritura de tantos relatos, cambiar la miseria en diversión. Para él, Buenos Aires no es sólo “la única ciudad que existe”, sino el “último lugar del mundo donde se escriben cuentos fantásticos”.
        A la noticia de cientos de vitrinas que vuelan en pedazos, por favor superponer dos imágenes de Bioy Casares. Una fila de niños que miran con interés la vidriera de una librería, ante lo cual piensa: “a lo mejor son los últimos lectores”. El periodista Sergio López que, terminada la última entrevista, sale a la calle. Antes se vuelve instintivamente, y se da cuenta que Bioy sigue y seguirá ahí, parado en el vestíbulo, saludándolo con una mano en alto. 

 

 


PALABRA DE BIOY. Conversaciones entre Adolfo Bioy Casares y Sergio López. Editorial Emecé. Buenos Aires, 2000.