RECORRIDO POÉTICO
Algunos lugares comunes que se repiten al hablar sobre una obra son los que dicen que éstas entablan diálogos con la cultura o con el contexto de producción. Está bien, es lo que hago y es lo que hice cuando hace algunos años atrás tomé Género femenino e Imágenes rotas de Teresa Calderón (1955), el primero un gesto de la hablante por ser la voz femenina: "Hoy noté/ que tengo algunas líneas/ bajo los ojos./ Dicen que no son/ cicatrices". La hablante era la mujer que calló durante la dictadura y que en ese momento lo podía hacer desde la dudosa tranquilidad del discurso alegre que venía con los noventa, instaurando un discurso opuesto al logos masculino: el femenino. El segundo poemario, ya entrada la década post dictatorial intentaba configurar una memoria que estaba en boga por esos días, la de reivindicar lo pasado, mostrar lo que a veces se veló y así reconstruir una memoria que hasta hoy día se intenta pegar fragmento por fragmento, a paso lento. Luego, a fines de los 90, llegaba a mis manos Aplausos para la memoria con vítores para los recuerdos que vuelven y no se pierden en el camino. Todos gestos; la poesía intenta serlo, y claramente lo es. Gestos políticos encubiertos, gestos que están implícitos y explícitos en toda obra. Gestos que intentan ser leídos desde un comentario literario como éste.
Así, después de este recorrido hoy me cruzo con esta Obra poética de Teresa Calderón. Otro gesto, reinstalar discursos. Se lo escuché alguna vez a Raquel Olea en la presentación del libro La gran hablada de Carmen Berenguer:[1] "¿cómo se lee -se releen- hoy, presentados en un solo volumen, tres libros que fueron escritos de a uno, en otros y distintos tiempos? ¿Qué otro texto construyen estos tres textos re-unidos?".[2] Al intentar escribir hoy este comentario esas preguntas no me dejan tranquilo y me sitúo frente a la duda de responderlas o buscar otro tipo de análisis. La primera opción me coloca frente a la revisión del significado real que implica publicar lo ya publicado. Revalidar, colocar nuevamente en el escenario, bien puede ser un acto personal de la autora por homenajear una trayectoria, situación que no me planteo discutir, no por que sea o no sea cierto, sino porque no me interesa. Tal vez quedo más conforme si pienso en que revalidar significa volver a publicar estos textos para reinstalar discursos, resemantizar la palabra con diálogos contextuales que producen distintos mensajes a los producidos en los momentos de las publicaciones iniciales, lo que permite que funcionen de distinta forma al momento en que fueron producidos y publicados.
En los 90 la literatura tomaba nuevos aires, intentaba balbucear de manera más opuesta a la realizada en plena dictadura. Había algo más de confianza, no había miedo, la circulación estaba más validada dentro del reducido pero fuerte campo lector. Pero hoy, año 2005, cómo se lee un verso como éste: "Acaso la historia nunca hable de ti/ porque la historia está hecha de hombres". Una hablante que tomaba un impulso para enunciar el verso anterior, una hablante que bien puede estar hoy en otro lugar, con más voz. Así, creo, que esta Obra poética resituada implica un gesto más hegemónico al presentarse como obra, desde lo alto, desde el canon, con magnánimas presentaciones de un Floridor Pérez, un Alfonso Calderón y un Tomás Harris. Teresa Calderón ya no se presenta desde la fragilidad de Género femenino o desde la fisura de Imágenes rotas. Esta imagen, de la poeta homenajeada con su Obra poética se acerca más a la imagen poética de El poeta y otras maravillas, en donde la escritura es más segura, en donde se sabe de los lugares habitados por el hablante, en donde se toma conciencia de lo que significa ser poeta, como en el poema "Dime con quién andas y te diré no hay mal que por bien no venga": "mi amistad con los jurados/ no rindió frutos". Imagen explícita y algo irónica al dar con la imagen del literato como parte de la red de relaciones literaria a la que pocos escapan, tampoco Calderón. El asunto es que en este poemario la hablante se llena de versos que definen la poesía y que dan cuenta de una maduración evidente que se gestó a través de un largo proceso que culmina por ahora con esta Obra poética.
No es Nicanor Parra, tampoco Gonzalo Rojas, por ahora es Teresa Calderón quien ha dado diversos tipos de pasos en su recorrido literario. Una Teresa Calderón que me llamó la atención cuando la entrevisté hace algunos años[3] al autoningunearse, poniendo en duda la posibilidad de decir algo que me sirviera para publicar. ¿Falsa modestia o real fragilidad? Sea como sea, la Teresa Calderón que se lee por separado en cada poemario no es la misma poeta homenajeada con una Obra poética.
OBRA POÉTICA. Teresa Calderón. Al margen Editores. Santiago, 2003.