NO SOY LA NOVIA, SEGUIDA DE LA ESCALERA, de Andrea Moro

COMO ALGUIEN MÁS ESCRIBIÓ SOBRE OTRO AUTOR 

 

nosoylanovia1No sólo un río corre desde los textos dramáticos de Andrea Moro: su escritura, de lectura fácil y directa, recrea espacios simbólicos que siempre están remitiendo a otro lugar, a otra tradición, a otro tiempo, a otra escritura. Moro escribe tres veces exiliada: una vez de su país, otra de su tiempo y, como dijo alguien más sobre otro autor, otra vez exiliada de sí misma. Sin embargo, Moro siempre deja huellas de la búsqueda en el regreso; los textos dramáticos compilados en No soy la novia seguido de La Escalera quieren imprimir una especie de radar o brújula de un recorrido que la pilló de pronto perdida. Desde esa convicción, que define de manera personal e inusualmente clara el post scriptum de este libro, la autora afirma que el centro de su escritura está en otra parte.

 

No soy la novia 

Un capítulo de la literatura chilena de los años 50 y 60 del siglo pasado, siguiendo el fervor de la época, quiso contar la decadencia de una clase social protegida y cerrada sobre sí misma. Hay cierto eco de esta literatura en la escritura de Andrea Moro, que -con la debida distancia- quiere volver a esa problemática: su escritura intenta desentrañar la intimidad de esos hogares, enfrentando un momento de perturbadora oposición entre lo que se dice y lo que se hace, con el momento de su fermentación.

        El conflicto surge a partir de una relación extraña entre la prohibición, la palabra y la realidad: el grupo de antaño impuso sobre su habla cierto orden congelado sobre lo que es posible proferir y entender, y trazó un lazo constrictivo sobre una realidad cada vez más lejana de los hechos que vieron nacer su lenguaje. De esta manera, ciertos eventos no encontraron cómo ser nombrados y fueron relegados a oscuros rincones de la mente. El lenguaje configuró así un segundo orden sobre la realidad que se superpuso a ésta como un molde ficticio y quebradizo; no esperaría mucho el otro orden renegado en reclamar, real e instintivo, su lugar en el lenguaje.

        Es así como el texto dramático de Moro no sólo cuenta una fábula de reencuentro, de los aspectos no dichos de la infancia de Alicia, sino que también agrega un comentario sobre la manera en que el teatro y la literatura de una época trataron los aspectos de la palabra en desfase con su entorno factual. La casa como ícono del orden anterior y como reflejo de la mente de Alicia, la protagonista, permite vislumbrar de qué modo No soy la novia entiende la familia como una bisagra entre el individuo y la sociedad.

 

La escalera 

La escritura de La Escalera, por su parte, se realiza a partir de lo ausente: el diálogo de los dos hermanos avanza mediante la elisión del sujeto de las frases, con el consecuente desvío del centro de interés. No obstante, más adelante se formula una tríada compleja en los pronombres personales Él, Nosotros y Ella: los hermanos en relación especular, Él -el padre físicamente ausente (muerto), pero vivo en los recuerdos- y Ella -que se expresa a través de la ausencia espacial, pero cuya presencia se hace inminente mediante el sonido de sus pasos por el segundo piso.

        La expresión de la tragedia familiar ha pasado, en este texto, por el filtro psicoanalítico. El modo en que Óscar y Elisa se han constituido como sujetos específicos se puede explicar a través de someras y básicas evocaciones al relato de esa disciplina extraliteraria: los sentimientos edípicos de Elisa y Óscar por su padre ya muerto, la presencia de la etapa del espejo no plenamente superada -desde donde nace el deseo de destruir a la madre-, los hermanos convertidos en interlocutores internos uno del otro, cuyas acciones basadas en el reproche, la culpa y, claro está, ciertas actitudes libidibales reflejadas hacia los padres son sustituidas por el otro hermano. El discurso de la culpa se manifiesta como el ingrediente principal de los vínculos familiares y establece desde un principio la relación de los personajes con la comida. El vínculo esencial entre la madre y el hijo -prefigurado en la lactancia o la nutrición- se invierte, para introducirse en el drama mediante la analogía pronunciada por Elisa de los piojos que fagocitan a sus propias liendres, y por la acción predadora de los insectos o escuadras de la muerte, que realizan el plan que los hermanos han trazado a lo largo de toda la pieza. Si bien el psicoanálisis freudiano desenfunda -entre otra cosas- un vínculo familiar más profundo, en La Escalera éste es el centro del drama.

 

Sin duda el énfasis de los textos dramáticos de Andrea Moro -su sentido, su ideología, su inspiración-  yacería en el pasado, como si una voz literaria masculina de por lo menos cincuenta años atrás se travistiera en una voz femenina actual. Actualización y travestimiento pueden sonar a armas típicas de la literatura actual, llamada como por encargo postmoderna, y aún más si se trata de autores teatrales: Medea reloaded, de nuevo Edipo, de nuevo Ifigenia. Esta es una de las maneras en que la disciplina dramatúrgica ha buscado sus raíces en los mitos, la tragedia y la comedia helénica como si en ella estuviera el quid de una realidad invisible de nuestra identidad, a veces de nuestra sociedad, de nuestra historia e, incluso, de nuestro proceder artístico. Sin duda este procedimiento no puede dejar pasar el hecho de que nuestra literatura ha estado alimentada por esa tradición y por muchas otras que han reinterpretado y alimentado la recepción de estas obras -de las cuales hoy nos creemos hijos naturales-, que a la vez las codifica y canoniza: retomar un personaje de la mitología griega es también retomar una línea que la tradición nos ha legado. El uso de este procedimiento, sus inicios y reinterpretaciones, es el radar de la autora para aludir claramente al proceso de constitución del autor y el individuo. La búsqueda de la fuente de una identidad individual remite a la oposición que se puede husmear en la contigüidad biográfica Moro / Winslow, en una realidad social y en el sentimiento de división interna que de ahí emana.

 

 

 


NO SOY LA NOVIA, SEGUIDA DE LA ESCALERA, de Andrea Moro. Editorial Ciertopez. Santiago, 2006.