MUTACIÓN Y REGISTRO, de Maorí Pérez

PARA UNA CONTINUA MUTACIÓN


Patricia Espinosa me habla de Maorí Pérez (1986) antes de que ella haga la presentación del libro a fines de 2007 (1). Posteriormente me entrega el libro y lo leo unos meses después. El resultado de mi lectura es este: si algo sobresale de Mutación y registro es la mirada; tanto la general y panorámica como la particular y detallista. Explico. La primera nos habla de un autor que pone de manifiesto una manera de enfrentarse al mundo. La segunda del talento para construir distintos personajes ofreciendo registros, tonos y ritmos distintos de narración, estados y perspectivas además de voces.

        Sobre los relatos de Maorí Pérez otras críticas han destacado su condición de relatos bolañescos. No me detengo en eso, mejor leo estos relatos y me imagino a personajes del cine de Paul Thomas Anderson, sobre todo en Magnolia. Personajes de Magnolia con tintes de David Cronenberg, de David Lynch. Creo. Pero con un denominador común: una existencia en tensión con el mundo. Esa existencia tiene que ver con el lugar que habitan los personajes, como en “El antiadentro”, cuento donde el narrador expresa lo siguiente: “Y yo estuve ahí, en el lugar de los castrados. Pasé horas entre paredes demasiado limpias y a veces abría mi cuaderno para acordarme que ese que estaba allí era yo”. O como en “Relatos mutágenos”: “Y una vez que todo se va a la mierda, estoy tan solo y tan triste que las paredes de mi habitáculo, esas que llenan la rutina, esas que reflejan el monstruo debajo de la cama […] se alejan”. Tanto la tristeza de las paredes como el lugar de los castrados ofrecen un panorama del sitio ocupado por estos personajes. En el relato “Cuando se apaga el cigarro todos mueren” la existencia se presenta de manera extraña, como una mutación: “El otro día me saqué una barata de la boca y me dije que tenía que cambiar de vida. Por eso estoy aquí. Porque cambio de vida”. La mutación se aprecia también en la urgencia por buscar otro lugar, como en “El sueño de Karen”: “Necesitaba el otro lado porque no había otra. Deseaba la sensación de oportunidad, un estar renovado, felicidad o placer constante, atención, búsqueda y retroalimentación en una serie de relaciones humanas que estaban muy lejos del modelo en lo que le quedaba por presente”. Finalmente –como existir, ser o habitar el mundo– se puede apreciar la idea de culpa en el relato “El sol es un parásito”, donde esa sensación se presenta como continuo pesar en el caso de una madre con su hijo: “Te pido que no me culpes, porque yo soy tu madre. Sólo por eso”.
        Cuando termino de leer Mutación y registro no dejo de pensar en la edad de Maorí Pérez. Un comentario simplista y con rasgos de lugar común me podría llevar a decir que Maorí Pérez tiene futuro. Claro, puede ser, aunque espero que ese futuro tenga que ver con una continua exploración en las formas narrativas y puntos de vista que ya evidencia este libro. Una exploración que, ojalá, no implique para Maorí Pérez quedarse estancado en este registro, sino que lo lleve a una mutación constante y una continua conversión que le impida encontrar la fórmula ganadora o al existir plano y estático de sus personajes.
      

NOTA
(1) La presentación que hizo del libro puede encontrarse en el Proyecto Patrimonio.

 

 


 

Mutación y registro. Maorí Pérez. Editorial Ciertopez. Santiago, 2007.