MECENAS, de Antonio Cussen

LAS PROPIAS PALABRAS 

 

mecenasEste inusual libro que cruza lo poético con lo epistolar y lo narrativo, está escrito en forma de cartas dirigidas al poeta Virgilio, a Horacio y al César por parte de Mecenas, quien -en ausencia del mismo César- ha quedado a cargo de Roma. A veces la carta se torna diálogo al terciar en su escritura ya Pausanias, el escriba que pone en verso las palabras de Mecenas, ya Horacio en la carta a Virgilio. La cotidianidad irrumpe en la lista que recuerda al protagonista -no uso en vano este término, más pertinente a la narrativa- sus deberes: "Anota lo más urgente, Pausanias: […] Fomentar medicina de ultratumba./ Plantar palmeras egipcias en los cerros./ Ampliar cloacas públicas, limpiar/ mi palomar." Otra voz -la de Terencia, mujer de Mecenas- es la que escribe o dicta la última carta, tras la muerte de su esposo, al César.

        Múltiples traducciones parecen dar el ritmo a la vez familiar y extraño de esta escritura. Al ir entrando en ella, pienso en la belleza con la que el autor, Antonio Cussen, consigue adentrarse en otro tiempo y volverlo cercano, jugando con lo contingente del otro: "Tomar clases de etrusco./ Ahora mismo tomar clases de etrusco./ O quizás no. Tal vez pueda esperar." Las palabras del melancólico Mecenas rozan lo contemporáneo. Me resisto a escribir esa palabra; lo que intento decir que este poemario-narración-epistolario quiere señalar lo que cualquier hombre considera propio de sí mismo, de su condición, precisamente a partir de la temporalidad que se nos revela más evidente porque no es la nuestra. "Hasta mi torre llegan los bullicios,/ las copas y las risas de la fiesta,/ y me pongo pálido cuando pienso/ que si todo fallara, y los augures/ maldescifraron señales lejanas/ seríamos nosotros los caídos."

        Con esta estrategia escritural, Cussen, escondido tras Mecenas, tras Pausanias, tras el castellano tras el latín, tras el castellano, tras los nombres prestados, las genealogías, la grandeza de una cultura tras su cultura, la suya que no llama suya, deja entrever el Ubi sunt que rige su discurso con elegancia y precisión, una pregunta por los que ya no están que se clava más hondo al mostrar en estos versos, como si de una novela se tratara, la intimidad cotidiana de sus personajes; los deja beber, discutir, negociar, escribir testamentos y cartas, pero también les permite reflexionar sobre la muerte y el amor. El tono coloquial de ciertos versos -"Óyeme bien, Pausanias, y tú también,/ Horacio; en esto estamos todos juntos./ Nos hemos esforzado como mulas./ Ahora que se machuque el destino."- con otros que no lo son tanto -"Soñábamos con una nueva aurora/ y era apenas la caída de la noche"-.

        No hay, quizás, versos memorables en este libro, pero quedan en el lector la atmósfera del cruce entre el ahora y el entonces, y el ahora, y las palabras dichas y las apenas pensadas, la manera en que Cussen se demora en la enumeración de imágenes que evocan el pasado, y el presente nuestro, no más remoto, no más preciso que aquel: "Mis sabios/ estoicos insisten y musitan/ que otros tantos Mecenas me acompañan/ desde sus soledades más remotas/ dictando estas palabras: no son yo,/ pero es el mismo fuego el que nos quema."

 

 

 


MECENAS. Antonio Cussen. Editorial Universitaria. Santiago, 2001.