LOS AMORES DEL DIABLO EN ALHUÉ, de Justo Abel Rosales

NOVELA CHILENA DIABÓLICA

 

los_amores_del_diablo_en_alhuImagine que un lector desprevenido llega al país de la novela chilena. No, no se apiade aún del personaje. Viene de paseo, trae dinero. En el tren, un tal Bolaño se le acercó de noche para aconsejarle que se bajara en el paso fronterizo. En el avión se sentó junto a dos señoras, Allende y Serrano, que le mostraron tantas veces las fotografías de sus respectivas familias que acabó interesándose. En el barco, Coloane y Sepúlveda lo invitaron a visitar a un hombre barbudo que vivía en un glaciar. El personaje al fin ha arribado al país. Pasa una tarde agradable con su amigo Martín Rivas, quien sin embargo no puede evitar que el lector se asome cada mañana a la ventana de la pensión donde se hospeda y se abrume ante el páramo del criollismo y de la novela social que se extiende ante sus ojos. Decide internarse en el desierto.

        No, no sienta compasión. Pasó unos cuantos días sin agua ni comida. Pero en este momento una extraña planta lo mantiene entretenido. La presente reedición de la novela Los amores del diablo en Alhué, un viejo y muy olvidado libro me obliga a cuestionarme si esto es, o era, verdaderamente un desierto. Esa gente que deambula por estas dunas murmura que esta novela es "acontecimiento extraordinario, fantástico y diabólico" en la historia de nuestra literatura. No es usual que la historia de un extranjero en el campo se presente como una fragmentaria alegoría de los fundamentos de la chilenidad: las brumas del incesto y de la idolatría católica. No es usual la exposición directa del Enemigo de la Humanidad en nuestra ficción, precisamente tan engañada por la obsesión del realismo. ¿Qué hacen nuestros novelistas chilenos que no son capaces de describir con su preciso rigor naturalista el rostro del Demonio? Fallan, murmuran los lectores que acá viven, fallan los narradores chilenos que no son capaces de fundamentar ni el cuerpo ni el alma ni el espíritu -como sí lo hace Rosales, aunque la suya sea una fantasía de poca monta, una fantasía del valle central y no de la cordillera.

        Dudo que la escritura de esta novela en este desierto de la novela chilena habrá sido obra del Maligno. Lo raro pocas veces es lo sobrenatural. Los que deambulan en este desierto de la narrativa, asustados, subyugados, creen según su tradición. Por eso no ven lo que yo vi cuando terminé de leer, con interés, Los amores del diablo en Alhué: que el desierto de la referencialidad desaparecía y Chile se convertía en parte íntegra del mundo mediante la alegoría. Este desierto ya no era la apartada "copia feliz del edén", sino una continuación solidaria de los horrores que guían a la humanidad. Un primer paso en Marlowe, Vélez de Guevara, Goethe, Cazotte, Dostoievski, Valera, en fin, en la antiquísima tradición universal de personajes que son seducidos por el diablo. Me quedé a vivir de la escritura en esta ciudad que ignora el acoso de los ejércitos de demonios, y un penúltimo paso es la posesión de los protagonistas de El Obsceno pájaro de la noche. Pido compasión.

 

 

  


LOS AMORES DEL DIABLO EN ALHUÉ. Justo Abel Rosales. Lom Ediciones. Santiago, 2001.