LAS CORRECCIONES, de Jonathan Franzen

CORREGIR EL REALISMO

 

Es de lamentar las pocas novelas del recorrido de una palabra a través de los hombres que se han escrito. Por supuesto está la Biblia, que desborda el tiempo como límite de la ruta del verbo. Sthendal relató el desgaste de la palabra que más nos importa en Del amor, Borges lo debe haber ensayado en alguno de sus cuentos, Calvino en Las ciudades invisibles, Perec redujo el ejercicio filológico a la letra e en La disparition y Les revenentes, Julian Barnes abrió las posibilidades expresivas en El loro de Flaubert e Historia del mundo en diez capítulos y medio, y Barthes volvió a Stendhal en sus Fragmentos del discurso amoroso. Raro es que a ninguno de los teóricos contemporáneos de la literatura, con lo ingeniosos que son, no se les haya ocurrido todavía la novela etimológica del concepto mismo de literatura, que yo sepa. Sería un trabajo titánico, pues se trata de una palabra pronunciada demasiadas veces.

           Propongo un ejercicio más acotado. Por ejemplo, revisar el itinerario del realismo, un término que siempre ha sido el eje del problema literario. ¿Por qué todo el mundo se mete a internet, por qué todos leen el diario, por qué vemos las noticias? ¿Qué es son las imágenes escritas, que las diferencia de aquellas que experimentamos cotidianamente? El Quijote rompe el principio de realismo mimético de la tragedia griega cada vez que Alonso Quijano cabalga sin pudor entre La Mancha del siglo diecisiete y las ínsulas, castillos y Arcadias ubicuas de sus libros de caballería. En el diecinueve terminaron creyendo que la literatura era mera transcripción social, moral y nacional, y se llamaron realistas. En el siglo veinte el afán de transcribir y etiquetar se mantuvo, en cambio se amplió el concepto de realidad y el realismo tuvo apellidos: realismo (seudo)mágico, realismo socialista, surrealismo, y, últimamente, realismo pesimista, como se les ha ocurrido clasificar la obra de Naipul.

           El cambio de época, si se quiere, ha traído una serie de novelones estadounidenses que parodian efectivamente la morosidad del que nos han acostumbrado a llamar realismo. Las correcciones, novela reciente de Jonathan Franzen, se ha ganado cuanto premio y los aplausos de una crítica que rápidamente aclama su filiación con Tolstoi y Balzac, "como uno de los más brillantes intérpretes de la sociedad contemporánea", según dice la contratapa. Las correcciones formaría parte de un nuevo capítulo de la novela del realismo, con el retablo social de los cinco personajes adultos que componen la familia Lambert, cada uno de los cuales sirve de excusa no sólo para transcribir las diferentes áreas de realidad de la vida norteamericana -Alfred y Enid, ancianos del medio oeste, son los restos podridos de los ideales de trabajo y prosperidad puritana; Gary, el paranoico ejecutivo de Philadelphia, es la conciencia sucia del nuevo ideal de éxito libreconsumista; Chip, el profesor universitario de Nueva York, lleva a todas partes el absurdo de disfrazar carencias afectivas y sexuales con la soberbia del trabajo intelectual; Denise, la famosa cocinera de Philadelphia, lo prueba todo, todo lo consume por miedo a detenerse ante el vacío-, sino también para incluir la mayor parte de los discursos que construyen la realidad que nos describe: conversaciones, noticias, estilo indirecto libre, guiones, emails, menús, avisos publicitarios, siglas, relato omnisciente convencional, citas. Cada capítulo construye la realidad de uno de los protagonistas por medio de sus discursos muy particulares, y contraponiéndolos a los discursos de los otros. De manera que hacia el final, cuando se lee el feroz encuentro del monólogo de un enfermo terminal de parkinson y las correcciones morales de su mujer, el descalce entre los hechos reales -la muerte física de un hombre- y su pretendida transcripción -la vergüenza de su mujer- es tan feroz que se debe corregir el realismo, enhorabuena. No es novedad que entre las palabras y las cosas hay un precipicio; las mejores novelas no hacen más que intentar describirlo con fidelidad.

 

 

 


LAS CORRECCIONES. Jonathan Franzen. Editorial Seix Barral. Barcelona, 2002.