CASI UN VUELO POÉTICO
La Voladora, de Hans Schuster (1957), se eleva por los aires desde la tradición del imaginario sureño chileno hasta posarse en la poesía actual; sin embargo, intenta hacerlo mediante una descentralización del ejercicio literario de la poesía. La Voladora es la construcción llevada a cabo por un hablante alejado del temple de ánimo que ofrece gran parte de la poesía que se publica actualmente, sea de lo cotidiano, del verso urbano o de hablantes fisurados y fragmentados. Este hablante, en cambio, vuela desde el discurso conocido y se posa en un discurso a veces marginado: la tradición de lo no urbano.
La Voladora, poemario inspirado en un personaje del sur de Chile que porta los mensajes de los brujos, es, a juicio de su autor, "un intento por considerar que la literatura debe preservar las tradiciones y reconocer que en la vida diaria hay una visión mágica, mítica y afectiva del mundo". Aquí se cruzan personajes del imaginario chilote: espíritus, almas, seres mitológicos. No obstante, por ningún motivo estamos frente a una poesía que ensalza desmedidamente tal idealización de un paraíso. Por el contrario, hay un contraste con la figura del Desdichado, una visión nefasta de esa utopía pero que nunca contamina la presencia y el habitar del hablante, quien se guarda y mide con sus versos.
En algunos pasajes del poemario se extraña el paso o vuelo poético de esta Voladora, lo que merma la propuesta total. Pareciera faltar una poética que logre hacer elevarse a los poemas, o que estos sean mensajes que van de un lugar a otro. Sin embargo, de manera efectiva, en algunos poemas se nota una visión crítica por parte del hablante hacia ese otro que invade el paisaje sureño: "Te acuerdas de las persecuciones,/ y como venían aparejados/ los destrozos y las quemas,/ venía el cura, también, al igual que los milicos/ pero esa voz de látigo fue insuficiente". De esta manera, pareciera que la voz deja a un lado el tono de una poesía que pone de manifiesto imaginarios diferentes a los de la ciudad, pero no es así; el diálogo entre lo mágico de la Isla de Chiloé y lo real o moderno de la ciudad en estos poemas es real. Es posible afirmar que estos pasajes logran su objetivo, sobre todo cuando desde el pesar del Desdichado se toca algunos tópicos sobre la muerte, lo que desencadena en preguntas sobre los detenidos desaparecidos de la dictadura militar. Para pesar del poemario, las luces críticas que permitirían este cruce se apagan muy pronto y no logran alumbrarlo en su plenitud y totalidad.
No obstante, luego surgen otros pasajes y pareciera que las luces se dan también en la forma. El poema "A bailar el llanto" es el pastiche de una resbalosa que ofrece una leve ironía sobre ese baile, tanto en su construcción como en el ritmo: "Ya se escuchó un balazo/ cambia la cosa/ cambia la cosa/ y es que bailar el llanto, caramba,/ no es resbalosa/ no es resbalosa". Así, se sitúa entre el pesar y la muerte que cruza el poemario, sin que esto signifique proyectar un hablante desgarrado y sin fuerza. Este poema pone una cuota de humor que sin embargo se esfuma, perdiendo la posibilidad de hacer emerger -desde el imaginario que quiere mostrar- una crítica hacia el logocentrismo literario y cultural, una ironización de las formas.
Es así como se presenta La voladora, o más bien como la presenta Hans Schuster, poeta alejado de las antologías o compilaciones más conocidas de los últimos cuarenta años, poeta y profesor universitario ligado a la difusión de los poetas antiimperialistas (ver www.poetas.com), sobre todo a su generación, los nacidos en los años 50: Heddy Navarro, Tomás Harris, Jorge Montealegre, Juan Cameron o Eduardo Llanos.
LA VOLADORA. Hans Schuster. Editorial Tiempo Nuevo (autoedición).
Santiago, 2004.