EN BÚSQUEDA DE UN PASADO PERDIDO
Muchos escritores hay que buscan conjurar el olvido a través de la palabra. Germán Marín es sin duda uno de ellos, pero su contribución particular radica en que apuesta por este ejercicio como sustento primordial de su literatura. Leer su obra equivale a enfrentarse de lleno con el pasado y de paso recordar lo olvidadizos que somos como pueblo. En la trayectoria que emprende para remontar el tiempo y mostrarnos un Chile que ya fue, se cruza inevitablemente con la Historia.
En La segunda mano el autor acude, como en gran parte de su trabajo, a su biografía personal. Actúa tal como lo haría un recolector entre desechos, hurgando y removiendo tanto en sus recuerdos como en las vivencias de su linaje. Pierde el pudor de hablar sobre episodios que otros quisieran dejar en el olvido, pero no se transforma en un exhibicionista, pues semejante exhibición de intimidades está escrupulosamente resguardada por la ficción. Si bien a lo largo de toda la narración hay hechos comprobables y personajes reales, estamos frente a una novela y no ante un libro de historia.
El protagonista es Miguel Sessa, primo de Germán Marín, quien perteneció a las filas del movimiento ultraderechista Patria y Libertad. Lo particular de este protagonista es que al momento de contarnos su vida ya está muerto y desde algún lugar que podría ser el cielo o el infierno –no hay cómo saberlo– dicta confesiones póstumas a su madre. El dictado se efectúa a través de sesiones de espiritismo, en las que ella traspasa al papel lo que el hijo diariamente le comunica. En este contexto, el narrador explicita que lo que él hará será reescribir, recontar esta historia que ya pasó por una primera mano. Marín es acá un especie de copista y la novela un palimpsesto donde se puede reconocer la voz de Miguel, la de Marín y la escritura de la madre médium; las tres están presentes y se superponen. A lo largo del relato se intercalan las redacciones de Miguel y las de Marín, en un fluido tránsito desde la primera a la tercera persona que hará que en más de una ocasión el lector deba devolverse unas líneas atrás en la lectura para entender quién está hablando y cuándo ocurrió el cambio de voz.
La segunda mano recrea aquellos días de la Unidad Popular previos al golpe de Estado desde una perspectiva poco común en la literatura nacional, la de aquellos cuya sensibilidad política es de derecha. Para hablar desde aquel enfoque Marín centra su relato en la familia Sessa, conformada por inmigrantes italianos que han dedicado toda su vida a los negocios. Los padres de Miguel son dueños de la fábrica de fideos Ímola, gracias a su esfuerzo y trabajo han alcanzado una cómoda situación económica que, tras la ascensión de Allende, comienzan a sentir amenazada. Hijo único, Miguel vive sin grandes preocupaciones su infancia y juventud, aprovechando las ventajas de su posición social. Sin embargo, sus tranquilos días comienzan a cambiar cuando entra a una escuela de artes marciales y conoce a algunos jóvenes nacionalistas, con quienes compartirá el interés por defender fervorosamente al país del peligro que representa el comunismo. En este contexto ingresa a Patria y Libertad y, sin conciencia real de sus actos, deja firmada su sentencia de muerte.
En la obra de Germán Marín los recuerdos y la memoria ejercen un rol crucial. No es de extrañar que en esta novela la recreación histórica sea sumamente precisa y esté perfectamente llevada a cabo. En La segunda mano tanto o más importante que la recreación de una sociedad extinta es la reconstitución de los orígenes y del modus operandi de Patria y Libertad. Marín describe, a través de las acciones y remembranzas de Miguel, el entrenamiento que recibían los integrantes de este grupo, las armas que tenían en su poder, sus lugares de reunión y las divisiones internas. Asimismo, aparecen nombres de personas que conformaban el movimiento o simpatizaban con él, y se detallan algunas de las acciones que acostumbraban realizar, como montajes, secuestros, atentados y asesinatos. No se piense, sin embargo, que temas tan oscuros son tratados de forma escabrosa o explícita. Por el contrario, las páginas de esta novela se caracterizan por abordar la violencia como una posibilidad a través de la contención del lenguaje; cuando Marín relata hechos brutales no pierde la mesura de sus palabras, así crea una atmósfera de calma que esconde una duda sobre el orden reinante y postula la precariedad de las apariencias. Precisamente de este rasgo fundamental deriva uno de los reparos que pueden formularse a la propuesta literaria de esta novela: la atención a los aspectos léxicos y gramaticales de un relato se vuelven un problema cuando la elaboración es demasiado evidente y las palabras, además de forzadas, resultan simple mampostería. Esta exageración inevitablemente produce como efecto que en gran parte del libro el tono del narrador sea recargado y artificial, y que su relato carezca de fluidez y emoción. Quizás la máxima ironía del autor es conseguir que la voz de su ultraderechista primo Miguel desde el más allá suene como la de un poeta manierista que con palabras repetidas busca darle dignidad estética a lo execrable.
Probablemente no sea esta la mejor novela de Marín. La capacidad de conmover y sorprender de La segunda mano decae respecto a sus entregas anteriores; cabe la interrogante respecto a si su talento llegó a un límite imposible ya de superar. Es notorio que comienza a repetirse en la creación de personajes decadentes en una sociedad abominable de la que él se siente ajeno. Aunque este resumen podría ser el de muchas de las obras del autor, hay que señalar enfáticamente que todavía está lejos de banalizar su escritura o de que sus reiteraciones respondan a una simple plantilla narrativa. Esta novela tiene un incuestionable valor referencial: se aventura en un tema escasamente tratado por nuestra literatura, la historia de horror de los integrantes de Patria y Libertad que luego renegaron de su pertenencia al movimiento, blanquearon su pasado y hoy son parte de una activa vida pública en Chile. Es una historia privada que devela la historia reciente de toda una nación, una historia que –en su ironía, su desconfianza en la memoria y su negativa a asumir responsabilidad ética por la totalidad del relato– señala cuáles son todavía los conflictos en Chile y cómo la literatura es, antes que la historia, quien mejor se hace cargo del pasado. Como el gran memorioso que es, Marín aporta con esta novela a la difícil labor colectiva de no olvidar y no darle la espalda al pasado cuando, como señala su protagonista Miguel Sessa, “no hay peor derrota que el curso del tiempo pues, en definitiva, es poco lo que permanece”.