LA FÁCIL HERMOSURA DEL OLVIDO y ES TIEMPO YA, de Rodrigo Atria

NIÑOS Y MUJERES FUERA DE LA HISTORIA 

 

atria1Mientras leo un libro que me interesa, habitualmente me hago una pregunta: ¿a quién estará dedicado realmente este libro? Realmente. Tal adverbio me sobreviene también para evitar que pronuncie la mayoría de las veces esa pregunta en voz alta, o que la publique en alguna nota crítica. En la lectura de una narración literaria -lo supieron los profesores Bajtín e Iser mientras leían a Dostoievsky y a James- se detona una multiplicidad que bien se la tiene merecido uno, que insiste en temer ese momento cuando la férrea construcción subjetiva de la personalidad se disuelve en la noche, o en la muerte, o en cualquier accidente inesperado, y aparece el coro angelical, el rumor de un televisor distante, el murmullo del mar, el silencio, la totalidad o la nada.

Harto equívoco es describir el procedimiento, pero ahí está mi propia voz que lee, escuchando, discutiendo y representando las voces de los personajes, las voces de los narradores, las voces citadas, la voz lejana del autor. De alguna manera estoy acostumbrado a que estas conversaciones sean desconcertadas y aparentes como en la narrativa. Por eso, en principio, atribuyo al género híbrido donde el mismo Rodrigo Atria clasifica Es tiempo ya mi incomodidad de leer una jerarquía extremadamente estricta y preestablecida de voces narrativas. "Esta narración es un libro de novelista", justifica el autor, donde en rigor eso significa que las leyes ficcionales, la voz de narrador y los hechos subjetivos que Atria relata según convenciones de la novela contemporánea -es decir, mediante un cruce entre ensayo, intertextualidad, diario íntimo, realismo decimonónico y vanguardia- pretenden ser el registro, la reproducción del espacio, la sociedad y el tiempo objetivos del desgarramiento físico y sicológico que militares infligieron a colaboradores, seguidores y simpatizantes del depuesto gobierno izquierdista de Chile en 1973. Ese registro, esa reproducción que tras el advenimiento de Capote, la fotografía, el cine y la física del siglo veinte se ha vuelto una obviedad epistemológica -manifestar que en todo registro la percepción subjetiva es inseparable del objeto- se vuelve nuevamente problemática en el espacio de ficción que Atria retrotrae a un momento histórico cercano a la crónica con una intención narrativa que acaso dialoga con Zola, Balzac, Flaubert, Proust y Mariano Latorre -más que con Primo Levi, Kertesz, Semprún, Grass y Vásquez Montalbán- cuando se pregunta sobre la relevancia de la voz individual en una idea de sociedad donde aparecen implícita y permanentemente las nociones de masa y progreso positivista de Marx y Engels. Es sorprendente que la huella de autor -el efecto de novelista- que Atria deja sobre su objeto de análisis en esta crónica sea única y específicamente la ficcionalización de las personas que intervinieron en los hechos en cuestión, su transformación épica en personajes que, al final, se convierten en arquetipos -y no me refiero sólo al hecho de que en un libro que se propone evitar el olvido de los horrores pasados los nombres de víctimas y victimarios sean ficcionales. Precisamente, la subjetividad del novelista impregna la denuncia hasta convertirla en relato heroico. Una acción memoriosa que me hace imaginar cómo los juglares sembraban castellanidad en los pueblos tardomedievales calificando de hazaña sagrada la guerra de Rodrigo Díaz de Vivar.

            En continuidad con su libro de historia poblado de personajes literarios, Atria compila en La fácil hermosura del olvido una serie de relatos alegóricos protagonizados por personalidades obsesionadas con el poder civil y militar, figuras que tiranizan o enfrentan la acción de decidir por una única voluntad el destino de una muchedumbre que no tiene voz ni juicio. El poder político hace tan lineal, histórico e inevitable cualquier relato que lo aborde, incluso cuando el narrador parodia las construcciones más delirantes del non-sense de Carroll, la ficción anticipativa de Bradbury o el realismo mágico más machista y dictatorial de García Márquez. Como una operación que revierte la heroicidad de los hechos mundanos de Es tiempo ya, las leyes epopéyicas y desmesuradas de los mundos ficticios de estos cuentos son transgredidas por los vicios, los olores, el patetismo y la soledad tan próxima a la vida cotidiana más naturalista de los dictadores, directores, maestros, reyes y ministros que se derrumban una y otra vez por la fatalidad de la justicia popular. Entonces, cuando puedo leer desplegado en toda su verborrea el complejo entramado alegórico, marxista y pantagruélico de estas narraciones de Atria, me pregunto si realmente el autor ha construido con evidente delicadeza un férreo sistema ficcional sólo para decir que no hay peor mal en el mundo que el olvido del pasado histórico. ¿El olvido es el peor mal que puede haber?, me pregunto, mientras leo el vergonzoso rol que ocupan las mujeres en estos cuentos y me doy cuenta de la cantidad de niños, de criaturas inocentes que merodean todos los relatos, como la presencia de un misterio y una bondad que no puede ser realmente dicha.

 

 


ES TIEMPO YA. Rodrigo Atria. Editorial Sudamericana. Santiago, 2005.

LA FÁCIL HERMOSURA DEL OLVIDO. Rodrigo Atria. Lom Ediciones. Santiago, 2005.