LA MEMORIA Y LA PALABRA
La literatura no se encuentra al margen de la realidad, no representa una vía de paralela ni un mecanismo de escape. Muy por el contrario: constituye parte importante del momento histórico que la ve nacer. Cada texto dialoga con otros textos, con distintos autores, con movimientos socio-culturales y con los eventos políticos de cada época. En este contexto se agradece la publicación, por parte de RIL Editores, del poemario Geografía herida de Jaime Vieyra-Poseck, escrito entre septiembre de 1973 y octubre de 1975.
En esta obra, desarrollada hace más de treinta años, la conciencia de dejar un testimonio perdurable a través de la palabra escrita atraviesa por completo el texto: “Triste la poesía/que tiene que condensar/todo el horror.” Es el párrafo que abre la puerta al lector. El dolor del proceso escritural, el dolor de la palabra, convive con el desgarro, con la separación, con el sentimiento (la certeza) de la pérdida, la tortura y el exilio. Adueñándose de distintas voces y utilizando para esto variados registros, que van desde el poema en verso libre hasta extensas cartas en prosa, Vieyra-Poseck delata los abusos cometidos y declara: “¡Pido castigo!/¡Exijo justicia!”.
El recorrido va desde lo particular a lo general: desde casos concretos, con nombre propio (y apellidos ligados a la historia reciente del país), se describe el clima social, la secuencia de sucesos, los ideales compartidos por el grupo de referencia del hablante lírico. Existen dos distancias principales sobre las cuales trabaja el texto: la proxémica (aquella que se refiere a las relaciones y distancias entre los cuerpos), y otra, a un nivel macroscópico, que habla de la relación de los pueblos con su tierra. En ambos niveles se encuentra esta geografía herida: a nivel proxémico son los cuerpos golpeados, flagelados, marcados, los que sufren las heridas: pasan de ser el continente mudo de un individuo a constituirse como discurso, mediante la caligrafía de las cicatrices y las amputaciones. A nivel macroscópico, la herida surge al arrancar la tierra de la tierra: la condena del exilio.
El hablante lírico sitúa la identidad nacional en las comunidades, en la solidaridad, en la tierra, en la alfarería. Es interesante contrastar aquella visión con la actual: ya no es un insulto ser tachado de poco solidario, lo rural ha dejado de constituir una virtud y el valor de la tierra se mide en hectáreas urbanas. ¿Cuál sería la importancia de este texto en un mundo tan antagónico al que construye con su discurso? Para mí, es necesario en la medida en que representa un compromiso con el pasado y con la memoria. En los poemas de Vieyra-Poseck se rescata y da sentido a la muerte, a las muertes, evitando que el crimen se multiplique en el silencio.
Sin embargo, un buen texto, sea éste poético, narrativo, dramático o ensayístico, debe ser capaz de sostenerse por sí mismo, otorgando al lector un discurso interpretable sin la necesidad imperiosa de conocer el contexto histórico en que surgió. Cuando se trabaja en torno a temas tan delicados, que rozan tantas sensibilidades y se identifican tan claramente con una determinada ideología, se corre el riesgo de caer en lo panfletario. El límite entre el trabajo poético y la difusión y enseñanza de ideales es muy delicado y pienso que en este caso ha sido transgredido. La excesiva propaganda que destilan estos versos se desenvuelve como un obstáculo para el acercamiento al texto, funcionando como un lastre que siembra cierta duda y le quita riqueza a la distancia que media entre una creación literaria y el lector. Se ha acotado el texto. Se ha invadido aquella zona sagrada que media entre el discurso y el lector, en donde la palabra se torna múltiple, otorgando la posibilidad de variadas interpretaciones y lecturas.
Geografía herida. Jaime Vieyra-Poseck. RIL Editores. Santiago de Chile, 2003. 90 páginas.