EL PODER DE LA PALABRA. NOTAS SOBRE DENOMINACIÓN Y CREACIÓN, de Margarita Schultz.

LAS QUIJOTADAS DE LA METÁFORA 

 

el_poder_de_la_palabraDesconcertados quedamos después de la lectura de este pastiche posmoderno, pletórico de opiniones y fantasías de la autora. Y aunque no pertenece a un género de ficción, hay que leerla como si se tratara de una novela policíaca, sólo que el contenido es un poco más conceptual: se ha extraviado el tema del ensayo, ¿donde está? esa es la pregunta que exige al lector, pues definitivamente no está, a pesar de lo que nos indican los títulos, en el ensayo, y nos preguntamos, ya un poco angustiados si se encontrará en los otros textos. Pero veamos qué podemos hacer al respecto.

        El ensayo está dividido en dos partes, en la primera llamada "El Nombre Como Creador", presenta la posibilidad de vincular la creación artística y el acto de nombrar, para considerarla como un tipo particular de denominación. Presenta una serie de reseñas a teorías, o mejor, a conclusiones que -olvidando su estatuto epistemológico, que ha permitido llegar a tales conclusiones- permiten partir de ellos, como supuestos de aquella indagación. En este contexto se presenta el primer problema en la argumentación de la sección.

        Comienza suponiendo que la denominación -es decir, la referencia de un signo a un objeto, sean cuales fueren sus características- es una forma de creación. Nos encontramos con que jamás define o describe una operación de creación en el ámbito del lenguaje, y confunde las operaciones sígnicas, que producen un determinado sentido -o indeterminados sentidos-, y constituyen una interpretación específica de un objeto específico, con la designación de un objeto, que no necesariamente tiene que ver con la producción de tal objeto. Para Margarita Schultz, el objeto es producido en el acto de denominación.

        Y si bien, en su especulación continúa considerando el carácter categorial de la percepción y de la producción del sentido, aun así continúa asumiendo una cierta independencia ontológica entre el lenguaje y la realidad. De esta manera es posible plantear un lenguaje incapaz de captar la realidad y un lenguaje -modificado por la iluminación de los dioses-artistas- que es capaz de denominar El Sentido de aquella realidad, allende el lenguaje y la capacidad de los pobres mortales no-artistas. Tras esto queda una atmósfera de misterio e intriga sobre las posibilidad que estos artistas desarrollen órganos preceptuales y cuerpos de categorías, capaces de coincidir exactamente con el sentido de Lo Real y, por supuesto, nombrarlo con el mismo lenguaje incapaz de realizar tales operaciones.

        Es, precisamente, gracias a estas consideraciones que el ensayo se permite un excurso, sobre la producción de la realidad mediante el discurso mítico, que por cierto es el mismito que el de la denominación poética -o artística, que ya vienen a ser sinónimos-. Resulta que conciencia mítica y creación poética ocurren en el ámbito de lo imaginario y, al observar esto, la conclusión es evidente, se producen mediante la metáfora, una metáfora, por cierto comprometida con la producción de una realidad que ha de coincidir con Lo Real, y Su sentido.

        Así se da paso hacia la segunda parte, llamado "La Creación Como Denominación", donde aumentan tanto nuestras expectativas sobre el escondite del tema como nuestra desazón sobre las posibilidades de comprender la posición teórica del ensayo. En esta oportunidad, resulta que la metáfora relaciona dos fenómenos -y ya no se entiende si son fenómenos de Lo Real, algo así como un perifenómeno de Lo Real o simplemente fenómenos de la realidad-. Pero, al menos, entendemos que el lenguaje natural, debido a su prudencia, no puede acceder al sentido de la realidad, en cambio, la metáfora, en su gallarda valentía, se arroja en tanto "unidad mágica" contra los convencionalismos impuestos por los códigos del lenguaje social.

        Luego se ofrece una serie de ejemplos para probar sus teorías. Lo que curiosamente realiza es presentar las opiniones de algunos artistas de las vanguardias de comienzo del siglo pasado que, ciertamente, creían que creaban una realidad mediante su oficio de mago-artista. Es el artista -al igual que para un dios, como dice Schultz- quien no sólo puede acceder al sentido trascendente de la realidad, sino que además ayuda a producirla. Con esto nos encontramos con que confunde la poética, entendida como principio operatorio o como estrategias de producción, con lo que efectivamente sucede en la producción artística. Pero ese es un tema que, al igual que tantos otros temas enunciados, no se encuentra en este ensayo…

 

 

 


EL PODER DE LA PALABRA. NOTAS SOBRE DENOMINACIÓN Y CREACIÓN. Margarita Schultz. Editorial Cuatro Vientos. Santiago, 2001.