EL PESO DE LA NOCHE y EL INÚTIL DE LA FAMILIA, de Jorge Edwards

EDWARDS O EDWARDS BELLO: DOBLE O NADA 

 

edwardsHasta la lectura de estas dos novelas de Jorge Edwards, mi desprecio por el jugador profesional -y por todos aquellos que ganan en la medida de la seguridad que demuestren por su apuesta, sin que importe nada si realmente pueden respaldar esas fichas que ponen sobre la mesa- era proporcional a la certeza de que tarde o temprano las cartas se exponen e ineludiblemente vamos a saber que quien exigió nuestra atención poseía un par de seis o una escala, que engañaba o era una persona afortunada. Era el desprecio que me provocan -muy íntimamente y acordándome de El jugador, de Dostoievsky- el paso de los días y del dinero, que se agotan y a mí con ellos; el hastío de no querer jugar porque es una pérdida de tiempo. Porque, cuando venga la muerte, ¿servirán de algo las graciosas y seductoras maneras del jugador, del tenorio, del bailarín, del artista?

            Sin embargo, en el capítulo XXXVI de El inútil de la familia, percibí por una vez que el intento que algunas personas hacen por manipular el azar por medio de su encanto personal no siempre tiene que ver con el dinero, con el huero aunque amplio eco de su acumulación, sino con una apuesta por trascender. Entonces esa lucha entre el encanto y el azar se transforma en la antiquísima lucha entre el héroe y el hado, entre libre albedrío y destino. Es el capítulo donde Jorge Edwards, el escritor, se sienta delante de Joaquín Edwards hijo, el tahúr, e inician un tenso juego de apuestas en torno a los papeles de Joaquín Edwards Bello, quien jugará así, como un fantasma, su última ruleta: si cae en las rojas, será canonizado como importante novelista e insuperable cronista; si cae en las negras, hablarán de él en la familia de los Edwards por un par de generaciones como el tío jugador, borracho, viajero, loco, y luego será olvidado. El inútil y el genio se miran, hacen sus apuestas. La ruleta comienza a girar.

            Pero esto que estoy escribiendo es una nota literaria. El lector sabe de antemano que la mesa está cargada, puesto que el dueño del casino, el croupier y uno de los jugadores son la misma persona: Jorge Edwards. La gracia de la lectura continuada de El peso de la noche y El inútil de la familia es que permite explicarse cómo es posible que el atractivo brillo de las lámparas de lágrimas en el reluciente metal de los aparatos del casino se imponga sobre la brumosa respiración de quien tiene un mal dormir en una noche seca y calurosa; cómo es posible que el día se imponga sobre la noche; cómo permanece la vida de Edwards y no la muerte de Edwards.

            Sería sencillo sostener que la escritura de Edwards Bello pervive en la escritura de Jorge Edwards, y así quitarle toda ominosidad al fenómeno del doppelgänger, el doble de la tradición romántica alemana, que parece acertado para analizar su obra. No obstante, El peso de la noche, la primera novela de Jorge Edwards, es justamente un intento del narrador por entrar en la oscuridad del romanticismo -en ese tiempo disfrazado de existencialismo- para enfrentarse cara a cara con su monstruo; bajo la máscara temerosa del joven Francisco, el narrador se compara con Joaquín, su tío. Es sugerente que, en su primer acercamiento a Edwards Bello, Jorge Edwards lo describa en tercera persona y -siguiendo el epígrafe de Portales- según el juicio del orden social de la época: Joaquín es patético, borracho, ingenuo, sórdido y lacrimoso. Para el primer Jorge Edwards, Joaquín es un inútil que pierde la fortuna familiar con displicencia, que no escribe una sola coma durante todo el libro. Hay que tener en cuenta que El peso de la noche constituye un quiebre estético importante con la tradición de novela realista que se imponía hasta los años cincuenta en Chile; mediante el uso de los epígrafes, del estilo indirecto libre, de los saltos temporales del relato y de la simultaneidad narrativa, Jorge Edwards quería alejarse de los principios naturalistas e historicistas de su tío y acercarse a los terrenos simbólicos del psicoanálisis. Que el espíritu de vanguardia de El peso de la noche coincida con la apreciación más conservadora de su familia hacia el escritor señala una vez más que los extremos siempre terminan tocándose. En la ruleta del canon literario que impondría la Generación del Cincuenta en sus inicios, a Joaquín Edwards Bello le estaban tocando las negras, porque el vanguardista croupier, su propio sobrino, había decidido aniquilar  a su doble naturalista.

               Seis novelas y dos libros de crónicas más tarde, Jorge Edwards encontró que su doble, Edwards Bello, seguía vivo. Mientras sus crónicas eran aclamadas, sus siguientes novelas no tenían la resonancia esperada. Parecía que las cartas estaban jugadas en la familia hacia la no ficción. Quiero retomar la escena del capítulo XXXVI de El inútil de la familia y plantearla ahora como una metáfora del momento en que Jorge Edwards, frente a sus papeles, se plantea escribir por fin una novela de tema histórico, documentado, de alguna manera realista -la vida del arquitecto Joaquín Toesca- según los expresivos hallazgos formales de la novela del siglo veinte, iniciando así El sueño de la historia, novela que finalmente logra aunar la voz personal de las crónicas -las de los dos Edwards- con una ficción totalizadora, que crea otro mundo y al mismo tiempo explica este. Se trata de la apuesta inesperada que cambia la suerte de un jugador. Ese momento en que el narrador decide integrar crónica y relato en sus novelas se parece tanto a aquel enfrentamiento cúlmine de El inútil de la familia, cuando Jorge Edwards y Joaquín Edwards hijo apuestan cada uno a quién se quedará con el recuerdo de Edwards Bello.

 

 


EL PESO DE LA NOCHE. Jorge Edwards. Editorial Universitaria. Santiago, edición revisada, 2003.

EL INÚTIL DE LA FAMILIA. Jorge Edwards. Editorial Alfaguara. Santiago, 2004.