EL PERDEDOR RADICAL, de Hans Magnus Enzensberger

UNA NUEVA MATRIZ PARA OTRO HÉROE

 

Por los años setenta Hans Magnus Enzensberger establecía que “en cuanto a su estructura, los nuevos medios son igualitarios. Gracias a un sencillo procedimiento de comunicación, cualquier persona puede participar en ellos”1. Hoy, en El perdedor radical, retoma de algún modo esa afirmación al decir que este perdedor cuenta con los medios de comunicación para salir de su aislamiento y anonimato, y poder así dar a conocer sus ideas sobre el mundo. Pero ¿quién es este “perdedor radical”?
        Llego a este ensayo buscando matrices para analizar personajes en la literatura y el cine. Terminada su lectura, asumo que ofrece tales matrices con una futura aplicación de este perdedor como héroe de las narrativas literarias y cinematográficas actuales. Asumo una noción de héroe para hablar de este personaje en un contexto en el que el héroe se distancia de las grandes épicas. ¿De qué personaje habla Enzensberger? El autor plantea que, debido a la manera como se ha “acomodado la humanidad”, capitalismo y globalización mediante, “el número de perdedores aumentará cada día”. El perdedor radical es invisible y apartado, padece “una pérdida de realidad y se siente incomprendido y amenazado”; “una mirada o un chiste son suficientes para herirle”, perturbándolo y provocando una reacción de espanto en un otro. No obstante, la mirada entre la sociedad y él no es directa: se presenta un mutuo desinterés entre este perdedor y la sociedad. El primero se siente desfavorecido en la comparación con el otro, por lo tanto en cualquier momento puede estallar –“cada semana salta a los periódicos: el padre de familia que primero mata a su esposa, luego a sus dos hijos y finalmente acaba con su vida” – porque el perdedor radical está dispuesto a la autoeliminación cuando se encuentre con “el superior injusto, la esposa indómita, los niños vociferantes, el vecino malévolo, el colega intrigante, la autoridad intransigente…” en fin, otros personajes cuya ubicuidad lo trastorna. Así, lo suyo y lo de otros se transforma en un dilema cuya única salida es la “fusión entre destrucción y autodestrucción”.
        El mundo exterior tomará nota de las acciones de este personaje. Tal como se anticipa al comienzo de este comentario respecto a los medios de comunicación, “cualquier persona puede participar en ellos”, lo que Enzensberger confirma en este libro al adosarle la responsabilidad a los medios de darle una “publicidad inaudita”, en oportunidades fugaz, a este perdedor radical. La televisión hará propaganda del gesto y el perdedor siempre ubicado en un margen por un tiempo breve se trasladará a un centro.
        Hasta aquí una parte del ensayo que se configura en torno a la figura anónima del perdedor radical. Sin embargo, el autor avanza: “¿y qué sucede cuando el perdedor radical supera su aislamiento, cuando se socializa y encuentra una patria de perdedores?”. En él convergen diversas energías destructivas y se potencian, siempre con “un detonador ideológico […] Sean doctrinas religiosas o políticas, dogmas nacionalistas, comunistas o racistas, cualquier forma del sectarismo más cerril es capaz de movilizar la energía latente del perdedor radical”. Esta afirmación es defendida por Enzensberger con la hipótesis de que el proyecto de Hitler no buscara la victoria, sino que buscara radicalizar y eternizar el estatus de los perdedores: “su verdadero objetivo no fue la victoria sino el exterminio, el hundimiento, el suicidio colectivo, el final terrible”. No obstante, el autor se refiere también a las guerrillas, los “señores de la guerra”, “líderes guerrilleros” o “rebeldes” – perdedores radicales que se convencen de la falta de valor de su propia vida–, y desde ahí pasa a explorar la figura del perdedor radical encarnado por el terrorista islámico, para reflexionar sobre las matrices culturales que lo hacen entrar en tensión con el mundo: “¿cómo se produjo el declive de aquella civilización de la que emergió la religión mundial del Islam?”. Para Enzensberger los terroristas musulmanes no supieron enfrentar los desafíos de la modernidad y menos ser actores importantes de la escena mundial: se trata, desde su punto de vista, de un retroceso tecnológico, intelectual y cultural.
        Interesante es el examen a la sensación de superioridad que este ensayo encuentra también en Europa y EE.UU, sólo que para el mundo árabe ésta tendría un fundamento religioso. De esta manera, Enzensberger esboza una explicación sobre quién sale más beneficiado y más perjudicado por la tensión entre EE.UU y el Islam.
        Asumamos que clasificar es ordenar, encasillar y tal vez establecer estereotipos. Sí. No obstante, ese mismo ejercicio permite leer, aplicar matrices a los personajes cuyo sino es habitar el mundo. Claro, faltan personajes a la hora de analizar ese sino y su directa relación con otro; no es un error aplicar un concepto como el de “sujeto obsceno” de Baudrillard, establecer la crisis del héroe a partir de Ricardo Forster o revisar Los anormales de Foucault. Centro o margen, héroes o antihéroes están ahí, habitan un lugar que siempre cambia. La profundidad en lo que concierne a la figura analizada –sobre todo en la del terrorista islámico– no es el énfasis de las 76 páginas de este ensayo, más bien para delinear algunas lecturas sobre nuestra sociedad, para esbozar una matriz de análisis para una figura, la del perdedor, que bien podría aplicarse a una película como Elephant de Gus Van Sant o a un poemario como Criminal de Jaime Pinos.

 

NOTA


1 Enzensberger, Hans Magnus. Elementos para una teoría de los medios de comunicación. Editorial Anagrama, 3º edición. Barcelona, 1981 (1º edición alemana, 1971).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


EL PERDEDOR RADICAL: ENSAYO SOBRE LOS HOMBRES DEL TERROR. Hans Magnus Enzensberger. Editorial Anagrama. Barcelona, 2007.