DE LA HISTORIA Y OTRAS INCERTIDUMBRES
Quisiera poder concentrar mi comentario al último ensayo de Miguel Rojas Mix en un símil: la relación del todo vaga y a la vez inagotable que se produce en la portada del libro entre su título –El fin del milenio y el sentido de la historia– y la imagen del cuadro "La torre de Babel", de Bruegel. Pero debo adelantar que esa hondura connotativa no se extenderá al texto. Rojas Mix pierde una ocasión preciosa de sentarse frente a los dos grandes prosistas de la Colonia Chilena y dialogar con ellos. Este ensayo compila con sistemática claridad las proposiciones de Manuel Lacunza y de Juan Ignacio Molina, pero no las integra a un discurso crítico propio. Porque no dudo de que Rojas Mix debe tener ideas originales y fundadas sobre la Historia, sobre la nación de Chile, sobre la vida civil, sobre la naturaleza, lo social y lo individual. He aquí dos pensadores que no dudaban en realizar sendas y diversas pequeñas valoraciones sobre un fondo de sentido muy explícito: la redención cristiana. Sospecho que Rojas Mix ha presentado su valoración de estas antiguas valoraciones como glosas, pedazos de algo escamoteado al lector porque el autor aún no se convence de su pertinencia. Transitoriamente. A la espera del sentido que pudiera vincular las palabras de Lacunza, Molina y Rojas Mix.
Sin embargo, ese carácter fragmentario, provisorio de la escritura de este ensayo, trasluce múltiples calificaciones a la obra de Lacunza y Molina. De partida, se explicita en las primeras secciones la necesidad de valorar positivamente a los dos jesuitas chilenos, aunque sus libros sean crípticos o añejos, como se les suele calificar, según lo que podemos leer en la acertada revisión bibliográfica. Rojas Mix acierta en preguntarse sobre la necesidad de entender libros tan extravagantes, pero se extravía en la respuesta. ¿No será que nosotros mismos somos crípticos? ¿Qué significa realmente ser añejos? ¿Quién da la definición? Respuestas de buena crianza y muy actuales abundan; la mayoría están formuladas con insuficiente precisión: Lacunza y Molina deben ser rescatados para nuestra identidad cultural. El problema consiste en que será imposible leer con honestidad a nadie -y menos rescatar para una supuesta identidad cultural- si nos cerramos desde el principio a sus certezas.
Rojas Mix está convencido de que estamos frente a "historiadores". Para Lacunza, la historia es un plan providencial, en el que se cumple la voluntad divina, y por tanto ya conocemos nuestro final: está escrito en el libro del Apocalipsis. Molina, por su parte, concibe la historia como una progresión de estados materiales destinados a realizarse en una última etapa socioeconómica, la actual, donde el hombre alcanzará su etapa de mayor bienestar previo a la vida eterna. Rojas Mix, Molina y Lacunza comparten nacionalidad -son chilenos-, pero es ilusión creer que esa nacionalidad equivale a identidad. El error fundamental está en el común denominador escogido por el ensayista para formular su análisis. Un común denominador incompleto, ayer, hoy y mañana, será la identidad chilena. Los pensamientos de Lacunza y Molina, aunque radicalmente opuestos, son contemporáneos: uno es teónomo y milenarista; el otro hace filosofía del progreso. Pero estos dos sistemas radicales se reúnen en la promesa cristiana. Se convierten, así, en simples variaciones, acaso una más de las cuales sea el problema de la identidad. Ciertamente Lacunza y Molina son parte de nosotros. Pero no hombres del ayer y del mañana, como dice Rojas Mix, proyecciones del marxismo y del capitalismo, sino hombres puestos aquí para dialogar. La misma posmodernidad, justificada por la fragmentariedad de este ensayo, plantea que no hay jerarquía ni orden, ni línea temporal ni espacial. Sólo un centro cuya persistencia está justamente en que se esconde de los que no quieren buscarlo.
EL FIN DEL MILENIO Y EL SENTIDO DE LA HISTORIA. Miguel Rojas Mix. Lom Ediciones. Santiago, 2001.