EL ASESINO CIEGO, de Margaret Atwood

REALISMO DEL FUTURO

 

el_asesino_ciegoLa literatura se nutre de paradojas. Un ejercicio intrínseco a leer y escribir es creer que se conocen los posibles significados de una palabra, hasta que sobre la página esa palabra se combina con otra palabra impensada y aparece lo nuevo. Se descubre así que los libros leídos, las historias contadas y las conversaciones sostenidas deben ser descompuestas cada vez que se quiere añadir algo. Las vanguardias del siglo pasado olvidaron que toda mudanza requiere de un inventario. Balzac quiso decirlo todo en su Comedia Humana, Robbe Grillet prefirió hablar de nada. La obsesión por el detalle de la novela realista europea se confundió en los meandros de la experimentación, porque los novelones eran tan colectivos, tan sociales, tan prácticos que algunos pequeños asuntos importantes -como la armonía, el horror, la felicidad o el deseo- eran indescriptibles.

        Afortunadamente, dos términos en principio incompatibles se pueden reunir. Novela y poesía. Realismo y experimentación. El asesino ciego, de Margaret Atwood, está construida con el máximo rigor de las técnicas literarias del costumbrismo y la alucinación de uno y otro siglo, haciéndolos calzar con exactitud en una forma por completo contemporánea, por lo inusitada. Tres tipos diferentes de relatos se alternan con fragmentos de periódicos y revistas para sembrar la desorientación del lector desprevenido. De entrada, el nuevo efecto debe estar en contra de las siguientes expectativas culturales y literarias. Margaret Atwood es conocida por El cuento de la criada, aclamada obra de ciencia ficción.

        El libro tiene la apariencia de un inocuo bestseller de amor y aventura. Cuenta la historia del auge y caída de las adineradas familias Chase y Griffin en una ciudad industrial canadiense. O ensalza la epopeya de la mítica civilización extraterrestre de Sakiel-Norn. O bien retrata la intimidad amorosa actual de un hombre y una mujer. He aquí una "ingeniosa trifurcación narrativa", con el sentido del silencio suficientemente expuesto para poder ser leída en tiempos de rapidez, hiperinformación y globalidad como fragmento de algo palpable, precioso e impreciso. Sin duda, una nueva noción de literatura.

 

 


EL ASESINO CIEGO. Margaret Atwood. Ediciones B. Barcelona, 2001.