UNA NOVELA POLÍTICA
Interesante debut el de Nicolás Poblete, ambicioso también. En apenas 90 páginas este joven autor sumerge al lector en un relato inquietante y pesado, llevado de la mano de un narrador que no se separa jamás de su personaje: Esteban, el gélido e incomprensible kinesiólogo. El relato se construye bajo la forma de una seguidilla de pequeños segmentos, titulados por una frase, a modo de clave de lectura de cada sección.
En cuanto a su estilo, hay experimentación, pero de la calculada, tanto que el ejercicio de pasar del ocultamiento de datos centrales, a la fijación en una descripción hiperdetallista, alternadamente, agobia por lo forzado de su intento. Es como hablar en clave, pero clave obvia para cualquier chileno de hoy: "En la pantalla (de la TV) aparece la figura de un hombre mayor, gordo, y de cabeza voluminosa. El hombre grita, habla de una meta. A su lado dos niños minusválidos se arrastran por el suelo, jugando. Por encima de sus cabezas una pantalla digital incrementa las cifras, aumentando los números que brillan."
Es un relato minucioso, detallista, con atención a lo más pequeño. Tal vez sea la mirada enferma de un ser que fragmenta el mundo a su conveniencia.
¿Es una novela política? Sí, es una novela política. A su manera, claro, y esto es a mi juicio, el aporte más significativo de la novela. El propio autor ha señalado, como punto de partida de su novela, la macabra respuesta de Pinochet al ser consultado por el hallazgo de más de un cuerpo en los entierros de sus víctimas: "Ah. ¡Mire qué economía!" Sin embargo, la figura del dictador se mantiene siempre como una presencia fuerte, pero oculta. No es una denuncia evidente, es un trabajo complejo de recreación de un espacio y tiempo precisos de nuestra historia.
Luego de escuchar esta respuesta, el sádico e impasible protagonista decide hacer lo propio. Ya tiene el cuerpo del niño que ha atropellado. Le falta uno. Envenena a su perro y lo entierra junto con el niño.
Un perro y un niño, no son lo mismo que dos asesinados políticos. Pero lo son, en lo arbitrario y violento de sus muertes. Un perro y un niño representan la más blanca inocencia. A estos asesinados, la desproporción de los acontecimientos los vuelve inocentes.
DOS CUERPOS. Nicolás Poblete. Editorial Cuarto Propio. Santiago, 2001.