DEBER DE URBANIDAD, de Waldo Rojas

NI CORTESÍA NI CIUDAD

deber_de_urbanidad Deber de urbanidad es la obligación de ser cortés, sí, pero urbanidad, en el contexto de estos poemas, también nos remite a urbe: la ciudad. El deber de urbanidad es aquí, entonces, del poeta hacia la ciudad que habita. La ciudad, a su vez, debe seguir siendo ciudad, ha de dar al poeta que vive en ella y que la conoce por su nombre (hay un poema a Notre Dame tras las iniciales N. D., que Adriana Valdés equivale hermosamente a "las siglas de una amante clandestina", hay numerosos títulos en francés para estos poemas en castellano) la seguridad de pisar un un suelo que no se hunde.

        En el lanzamiento del libro, Adriana Valdés afirma que el poeta habla de París como lo hace un habitante, no un viajero (Waldo Rojas reside en París desde 1973). Es cierto, pero también lo es el hecho de que el libro se refiera a la ciudad como a un lugar itinerante. Así lo señalan los epígrafes del libro, alusivos a la navegación ("Fluctuat nec mergitur" es uno de ellos, que además da título a los dos últimos poemas). París se entiende como un barco: "saluda la Ciudad el triunfo cotidiano de su proa vertical."

        Rojas es habitante de un territorio movedizo, que no se queda en el mismo sitio y que puede, por lo mismo, perder el rumbo o sumergirse; está ahí la imagen del tiempo, la de la muerte, y también de la identidad: el alejamiento de la ciudad de su imagen fijada le permite re-crearse y renovarse. Un viaje sostenido no ya en términos individuales; la resolución del exilio en la hermosa paradoja de ser el que habita una ciudad errante.

 

 


DEBER DE URBANIDAD. Waldo Rojas. Lom Ediciones. Santiago, 2001.