PALPITACIÓN ELEMENTAL
Un libro interesante suele exigir una lectura primero. Por eso portada, título o solapa de Corazón disléxico no son advertencia más precisa que la conclusión de su contratapa: "es una novela sobre la amistad y la madurez [que está] escrita con un gran tratamiento cinematográfico". ¿Quiere decir que Corazón dsléxico, aunque parezca el borrador de un guión para televisión, es una novela? ¿Entonces qué es una novela? ¿Toda narración de más de cincuenta páginas? Hace falta recapacitar ante la elemental contradicción de este libro y tantos otros que seguramente aparecerán en las librerías en la medida que escritores y editores sigan pretendiendo, de manera equivocada, conseguir que unos cuantos de entre los miles de espectadores se conviertan en lectores.
Estos libros, que en el mundo anglosajón se clasifican como best sellers y no novels -más por sus propósitos que por sus verdaderas cifras de venta-, intentan narrar una historia mediante imágenes sucesivas sin jamás, en el transcurso de esa narración, darse cuenta que entre los hechos de esa historia y un lector hay mediaciones que son axiomáticas. En oposición a la transparencia de la cámara y su engaño al ojo, que nos hace por un segundo creer que presenciamos aquello que vemos en la pantalla, la historia que aparece en un libro nos llega a través de palabras escritas, cada una de las cuales, impresas sobre el papel, dice que su existencia es un artificio y que de seguro remite a algo que no sucede simultáneamente. Toda escritura, como esta o como la de un libro, es una conciencia que intentó hacer comunicable una percepción de algún hecho, de unos hechos que conforman una historia. Ese intento toma forma en las palabras que esa conciencia elige escribir, y la resonancia de cada una de esas palabras muestra hasta dónde puede abarcar la percepción de un simple hecho.
Corazón disléxico es un best seller temeroso o inexperto, porque ni la naturaleza minúscula y fugaz de su historia ni el "tratamiento cinematográfico" con que está escrito -en realidad, se trata de fragmentarias y breves descripciones estereotipadas seguidas de largos diálogos- justifican que Luca Mujica, su narrador y protagonista de profesión fotógrafo, escoja la palabra escrita para contar su cotidianidad. Algo más admisible habría sido ver un largometraje a base de fotografías y relato en off del personaje, aunque tampoco es recomendable esperar eso, porque en este caso el discurso en primera persona y tiempo presente dificulta, por su redundancia, la comprensión de esta cotidianidad. Las copiosas referencias de cultura de masas norteamericana y chilena están incrustadas forzosamente en el texto, no para expandir su significación hacia diferentes registros y realidades, sino para cerrarlo a una sola percepción, adolescente y escuálida, del mundo. He aquí, otra vez, que el best seller malbarata lo más valioso que tiene la literatura: lograr que el lector salga de sí mismo y comprenda hacia dónde llevan otros puntos de vista.
CORAZÓN DISLÉXICO. Luis Emilio Guzmán. Editorial Planeta. Santiago, 2003. 258 páginas.