ÍNFIMOS CUERPOS EN LA INMENSIDAD DE UNA PLAYA
A lo largo de una playa en invierno. En
la inmensidad de las dunas desérticas. Bajo las ruinas de un pueblo abandonado
por décadas. Sobre la superficie de un glaciar. En medio del océano. Ahí donde
no hay un solo ser humano, ¿hay situación, conflicto, peripecia, clímax,
resolución, en fin, dramaticidad? La etimología griega de la palabra drama
-drama significaba algo así como acontecimiento- permite la digresión, pues lo
que para el suelo terrestre es el paso siguiente en la cadena de transformación
de energía, para nosotros es un terremoto con tsunami, muerte, destrucción,
llanto, trauma, absurdo, solidaridad, moscas, fe, dolor, reportajes y novelas.
Como cuenta Chesterton en su célebre ensayo, ya en el libro más antiguo de ese
libro antiguo que es la Biblia, Dios le reprocha a Job su leso
antropocentrismo: "¿Quién abre un canal al aguacero, / a los giros de los
truenos un camino, / para llover sobre tierra sin hombre, sobre el desierto
donde no hay alma?".
A la gente de teatro le gusta hablar del cuerpo. Sólo las personas son cuerpos del deseo y en consecuencia sólo ellas pueden constituir el cuerpo social; un acontecimiento es un cuerpo observado, dicen, un cuerpo sobre un escenario. O la ausencia de ese cuerpo. ¿Entonces no es posible escribir ni leer un texto dramático, digo, una sola palabra que imagine una puesta en escena del desierto, de un pueblo abandonado, del glaciar, del océano, del espacio cósmico, del interior de una molécula?
Voluntariamente o no, a través de los cinco textos recogidos en Color de hormiga, Lucía de la Maza ambiciona lograr diferentes tipos de respuesta a esta paradoja que mantiene alejada la dramaturgia de las fronteras expresivas del ser humano que novela, ensayo y poesía luchan por traspasar, para lo cual se alían, se traicionan y se confunden entre sí constantemente, sin conseguir nunca -es obvio- traspasar la paradoja mayor: que el hombre no puede pronunciar otra palabra que no esté prevista en el lenguaje humano.
Color de hormiga, el texto primero y principal del libro, está escrito como una celebración del producto artístico actual, desde el convencimiento de que el antropocentrismo es tan inherente al arte como la televisión al acto de entretenerse. Se nos advierte que se trata de una comedia romántica, el encabezado de cada escena describe en mayúsculas su locación y temporalidad, la narración se desarrolla a través de montajes y saltos cronológicos; esta certera simulación de un guión televisivo alcanza connotaciones ideológicas, puesto que los personajes en la pantalla deben ser jóvenes, banales y obsesionados por la única pasión -y padecimiento- que alienta la industria: el deseo, la amistad basada en el deseo implícito y el amor como sinónimo del deseo constante. Así los cuerpos humanos ocupan el centro, el costado y el margen del discurso dramático, los cuerpos humanos atiborran el espacio completo del texto, impidiendo así la entrada de cualquier reflexividad, juego formal, ironía, cita, parodia, crítica o derroche de palabras. El efecto de lectura, con razón, es de clausura. No hay nada más que agregar, ni preguntas ni misterio. De la Maza, en Color de Hormiga, logra exponer la esterilidad que trae consigo escribir y leer funcionalmente, lo que en realidad quiere decir funcionalmente a los intereses humanos.
A contrapelo de la cronología con que
fueron escritos, la disposición de los textos dramáticos siguientes del libro
muestra con acierto cómo a medida que los cuerpos humanos abandonan la
escritura dramática van dejando espacio a mayores significaciones. En Animala
ingresa el silencio a los diálogos, comienzan a reflejarse otros espacios,
otros acontecimientos donde el hecho antropológico se magnifique; en El cómico
los cuerpos humanos salen de escena, pero no sus palabras, sus interrogaciones
y sus impaciencias; en Metrofilia un solo cuerpo humano se vacía de
acontecimientos, hasta convertirse en un objeto que ha quedado estancado en el
paisaje subterráneo. Por fin se asoma el horizonte mientras el protagonista
prosigue su monólogo agotador y mi lectura finalmente logra entender cuál es el
sentido de que un cuerpo haga lo posible por ocupar el escenario del texto, sin
que me deje ver lo que hay detrás: si sale de escena, estará muerto, y de paso
me mostrará el rostro de la muerte. Acaso por eso Gertrudis o Las prótesis es
el texto dramático más rico en sugerencias -más propiamente textual, en
el sentido de urdir vínculos entre los cuerpos y los cuerpos celestes, entre el
acontecimiento humano y los acontecimientos infinitos- y sin que en ello
intervenga la cita shakespereana: los dos personajes se distinguen apenas
contra el fondo imponente de la playa, de la costa, del océano que se traga el
cadáver. Se trata de leer nuestro verdadero porte cuando estemos ante la
muerte.
COLOR DE HORMIGA. Lucía de la Maza. Ediciones Ciertopez. Santiago, 2004.