BESTIARIO DE FIN DE SIGLO
Esta obra de Jorge Díaz traduce el ánimo de compendiar acontecimientos de la vida de algunos seres. El resultado no es una novela, ni tampoco un conjunto de cuentos; más bien el volumen presenta extractos de la visión del autor, pinceladas o alientos de no más de una o dos páginas donde no transcurre tiempo ni historia al modo clásico de entenderlo. Es un intento de definir los personajes que acostumbran pulular por la obra dramática de Díaz en sus vidas pérfidas: marginales con voces entrañables, personas normales con síntomas psíquicos anormales, políticos sucios, gente de buenas costumbres con delirios indecentes.
Las narraciones son de un tinte indefinido entre el cuento y la epifanía, al modo de las Contemplaciones de Kafka: son relatos atemporales que proponen un ánimo mítico o de anclaje en el pasado. Por eso es que cruza estas narraciones una sensación de invisibilidad, hasta de desaparición de los protagonistas en una laguna -los recuerdos de Jorge Díaz- en la cual existen miles de seres, cada cual con sus perversiones. En este sentido Ciertas criaturas terrestres, sin dejar de ser un compendio de narraciones entretenidas, es un juego libre de la memoria que se opone a la imposición mercantil de organizar una historia que responda todas las preguntas de una narración -el por qué, el cómo y el cuándo- que son, en fin, los principios de la economía de la entretención ordinaria.
Con su usual utilización de la ironía, Díaz dota a sus personajes de situaciones memorables en busca de aquella cuestión que ha definido a cada humano en su acontecer. En este intento por el realismo, Díaz recurre a variadas fuentes que lo desvían, como puede ser la carnavalización del mundo a lo Donoso en la primera sección; o los métodos del surrealismo, en la segunda, para delinear la pasión esclavizante de cada uno de los personajes hacia el mar que lo opone o lo hace diferente al resto del mundo -hay un pez en lugar del corazón en un niño, un hombre es arrasado por el mar que está dentro de sí mismo. Los únicos dos relatos que escapan a esta tónica del libro son el primero y el último, que reproducen tentativas de intentos realistas canónicos. En la narración que abre el volumen, la voz del narrador se intercala con opiniones propias del personaje del cual se habla, Olimpia, "la más famosa felatriz del barrio en los ‘70", diva del submundo chileno que se conforma con el devenir de los acontecimientos a ritmo del pisco y la marginalidad. En cambio en el último relato -donde sí hay transcurso temporal y puede hablarse propiamente de "relato"- resulta renovador y simbólico que, luego de traspasar todos los estratos de lo feo, lo marginal, lo invisible y la decadencia humana, el libro cierre con la vuelta a la infancia y una inevitable nostalgia de inocencia. Tal vez sea este el relato más real de todos.
En cierta forma, este libro nos serviría para rastrear las influencias de
Díaz -y no sólo las literarias-, todas ancladas en el siglo recién pasado. El
libro es el bestiario de su obra y un compendio de aquellos que están
olvidados, ocultos o en extinción; de aquellos que habitaban la tierra desde
mucho antes. Los autores del siglo que empieza amenazan con deshabitar la
literatura de este tipo de personajes tan frecuentes hace sólo unos años; acaso
sea el siglo pasado el último en el cual se pueda decir que éstos son dueños
del mundo.
CIERTAS CRIATURAS TERRESTRES. Jorge Díaz. RIL Editores. Santiago, 2003.