UNA SONRISA
Hace algunos días, mientras paseaba por la calle Ahumada, me detuve junto a una improvisada asamblea que escuchaba atentamente a dos humoristas callejeros. Las risas generalizadas auguraban un buen espectáculo y resolví unirme al grupo. El tema en discusión no era nada novedoso, pero sí muy efectivo dentro de la heterogénea audiencia: los inmigrantes peruanos. Luego de las clásicas referencias al ámbito laboral y a las cuestiones étnicas, los artistas se lanzaron a comentar festivamente aquellos hitos que han venido condimentando esa "particular" relación con nuestros vecinos: el pisco, la suerte del Huáscar, los últimos problemas limítrofes, las declaraciones de cantantes e incluso la Guerra del Pacífico. Como era de esperar, el éxito fue rotundo y todos los payasos presentes aportamos con nuestra moneda solidaria. Fue inevitable recordar, en ese mismo instante, la impresión que me dejó la obra que ahora comento.
En las primeras cuatro páginas de su libro, el historiador Sergio Villalobos esboza interesantes reflexiones respecto a la necesidad de pensar sin pasiones limitantes lo que ha sido la relación entre Chile y Perú. Con un tono eminentemente académico se nos invita a leer una interpretación comprensiva, madura, que busca superar de una buena vez las caricaturas que se han construido desde nacionalismos mal comprendidos. Ello implica ampliar los márgenes temporales e interpretativos y abordar ese complejo nexo más allá de las cuestiones bélicas. Es por eso que se parte desde 1535, cuando este desconocido territorio era todavía una gran promesa para aquellos conquistadores que no quedaron satisfechos con la repartición del botín incaico. La propuesta parece seria y cualquier lector incauto -como yo- se entrega a lo que promete ser una ilustrativa disertación. Pero, lamentablemente, sufro la misma decepción que sintieron los peninsulares que acompañaron a Almagro: nada hay de lo prometido.
Si bien nuestro autor exhibe una erudición envidiable, una prosa ágil y nos informa de cuestiones poco conocidas, su texto va acogiendo, en forma paulatina, un tenor altanero, despreciativo, casi "olímpico". El tema colonial es despachado rápidamente para dar la primera estocada con el proceso independentista. Aquí el Perú aparece como un pueblo ingrato que no reconoce el "mérito" de la nación que llevó la libertad a sus latitudes. Luego, al analizar la guerra con la Confederación Perú-boliviana, le tocará a los historiadores del Rímac enfrentar el juicio de nuestro preclaro intelectual: sus trabajos, débilmente respaldados por la evidencia empírica y contaminados por un patriotismo barato, según Villalobos, desconocerían la importante actuación de los chilenos en el conflicto. Y las embestidas son más claras mientras nos acercamos indefectiblemente al gran tema de la obra: la Guerra del Pacífico. Reseñar los excesos que permite el papel no haría más que abrumar a quien me escucha.
Y, por si fuera poco, se nos agasaja con una conclusión digna para un estudio psicoanalítico. ¡Qué grande aparece Chile frente a la secular inmadurez política de nuestros tristes vecinos! Ciertamente dan ganas de exportarles nuestro envidiable modelo. Ante una imagen tan luminosa de nuestro pasado y frente a una pobre comprensión de la compleja realidad peruana, sólo queda esbozar una sonrisa. Muy buen chiste. Que vengan los aplausos.
CHILE Y PERÚ, LA HISTORIA QUE NOS UNE Y NOS SEPARA 1535-1883. Sergio Villalobos. Editorial Universitaria. Santiago, 2002.