KITSCH RELIGIOSO Y RETRATO SOCIAL
Las animitas pueblan las carreteras de Chile y de una u otra manera pertenecen al imaginario local con el que, los que habitamos este país, debemos convivir. Juan Forch no solo se percata de este hecho sino que se transforma en un testigo sensible tanto en su forma de percibirlas como en su forma de mostrarlas. Más que poesía pura, Animitas, Templos de Chile se transforma en un documento fotográfico interpretado, que no solo descubre cómo el autor ve la muerte, sino que retrata uno de los iconos que caracterizan la necesidad del rito mortuorio, herencia de esa extraña mezcla entre fervor monoteísta y misticismo politeísta.
En el libro de Forch sucede algo extraño: lo intransmisible de las animitas, es decir, su relación con la muerte y toda la introspección personal que ello suscita, se deposita en los textos. Mientras las fotografías, por su parte, se transforman en una especie de objetivación que tiñe con veracidad documental todo el libro. Como en el punto 12 se nos aclara de manera explícita -"la animita: signo de interrogación al final de la verdad"-, la fusión entre fotos y textos no es por un azar mecánico que encuentra la metáfora de la imagen en cualquier texto, sino por una profunda revisión del cliché que es la animita, de la duda que ésta produce y por sinécdoque contextual; sobre la muerte como interrogación de la vida. Consecuentemente, Forch nos pone fotos, ya que una construcción puramente textual corre el riesgo de convertirse en el manifiesto de Forch sobre estos tópicos, que en la actualidad son tan difíciles de abordar desde un texto poético como el amor o la sociedad; y esto solo por sobreabundancia referencial.
Donde hay una animita hubo un muerto, pero no uno cualquiera, sino uno que feneció de manera trágica; generalmente las animitas están en la carretera o en un lugar de acceso público -lo que las diferencia de un cementerio, lugar donde los vivos reúnen a los muertos-, donde se instalan como una construcción parasitaria, tan esporádica como es la muerte trágica. Forch toma el sentido de las animitas como representación folklórica, como la expresión neobarroca local donde es posible dialogar con las más hondas angustias a través de las flores, de las fotos del fallecido, las tapas de bebida, los cigarrillos y una infinita gama de objetos que simbolizan la ayuda que los vivos pueden dar a un alma traumada por la tragedia. Sin embargo todo esto lo lleva a un terreno ordenado, que nos introduce con ciertas definiciones fundamentales -casa, muerte, ánima, religión, etcétera- a desplegar y conocer la importancia del rito mortuorio. Después de todo fue ese hecho, y el dibujo rupestre, los que dieron inicio a muchas de las representaciones que actualmente conocemos.
ANIMITAS, TEMPLOS DE CHILE. Juan Forch. Editorial Cuarto Propio. Santiago, 2003.