RETRATOS DE FIRMA OCULTA
Es por lo menos extraño que una escritora reconocida, profesora de la UNAM y ocasionalmente de prestigiosas universidades gringas, agregada cultural de su país en Inglaterra en los años ochenta, miembro de la academia de la Lengua -es decir una persona cabalmente situada en su medio- asuma la voz excéntrica de Nora García en Animal de dos semblantes. Por lo menos, quiero decir, porque la sensación de extrañeza y de impertinencia en las situaciones en que está sumida Nora García -una mamografía, un amor inertemente frustrado, una visita, la indecisión frente a unos zapatos de diseñador- se plasman en una seria irrupción de un lenguaje igualmente inadecuado, indiscreto, impropio o cualquier otro sustantivo que lleve un prefijo negativo antes del adjetivo que es visto, en general, como manifestación positiva del decoro.
Esto no quiere decir que en Animal de dos semblantes Margo Glantz, o acaso mejor dicho Nora García, hablen un lenguaje aliterario, sino todo lo contrario; el lenguaje se tuerce para transformarse en un objeto cáusticamente revelador de las situaciones que enajenan, dividen y corroen. El resultado es una escritura llena de humor crítico y también autocrítico, un tanto inabarcable y altamente sugestivo: Nora García quiere decir lo que la cotidianidad no.
"Hay que descargar el lenguaje como se descarga el vientre, apuntaba Ronsard, y yo, Nora García, lo reitero."
A propósito de la palabra impertinencia, la RAE dicta: "1. f. Dicho o hecho fuera de propósito./ 2. f. Importunidad molesta y enfadosa./ 3. f. p. us. Susceptibilidad excesiva, nacida de un humor desazonado y displicente, como lo suelen tener los enfermos./ 4. f. desus. Curiosidad, prolijidad, excesivo cuidado de algo". Y sobre el impertinente: "1. adj. Que no viene al caso, o que molesta de palabra o de obra. Apl. a pers., u. t. c. s./ 2. adj. p. us. Excesivamente susceptible, que muestra desagrado por todo, y pide o hace cosas que están fuera de propósito. U. t. c. s./ 3. m. pl. Anteojos con manija, usados por las señoras.")
Es considerablemente expresivo que la impertinencia esté relacionada en sus definiciones oficiales con "los enfermos" y "las señoras", ya que en cada uno de los cuentos Nora García se obliga a estar en esa posición para ser vehículo de los inoportunos deseos de las mujeres ("las señoras"), del enfermo, del Nuevo Mundo, del animal, etcétera, en un mundo de hombres, de sanos, de habitantes del Viejo Mundo.
"Es hora de confesar que esta historia es autobiográfica, y por lo tanto profundamente sincera."
El nombre Nora García esconde algo; lo esconde tras su fastidiosa repetición, bajo la esmerada afirmación de la narradora de llamarse Nora García y definir el nombre de una escritora (que no puede escribir sin zapatos de Ferragamo), de una intelectual (amiga de Bellatín, Pitol y Monsiváis, que vivió en Londres y escribió sobre Constable), de una mamá, de una mujer que desea sin ser correspondida, de la dueña de innumerables mascotas, bajo un nombre común. ¿Qué se esconde tras la fastidiosa (impertinente) repetición del nombre de Nora García? Otro nombre: el de unos padres que, como dice Nora García, son "de por sí inferiores (judíos-rusos)".
La autobiografía de esta Nora García, entonces, nos lleva al límite de una comunión entre la autobiografía y la falsedad que existe en esa escritura. ¿Qué se cuenta en una autobiografía? ¿Qué se debe contar? ¿Se debe ser sincero? ¿Se puede ser sincero cuando se escribe una autobiografía? ¿Se debe usar el nombre propio? ¿Se deben contar los grandes acontecimientos o los hechos nimios? ¿Cuáles de éstos revelan la verdadera naturaleza del sujeto? ¿Acaso en la autobiografía el nombre del autor no debe coincidir con el del narrador? ¿Y cuál de esos casos revela más el trasfondo de falsedad que existe en la autobiografía?
"En mi caso, la parodia cae en la farsa como los perros americanos cayeron en la inferioridad cuando Colón descubrió que no ladraban."
Una mujer recorre el camino de Santiago en busca de su verdad; el pie y el zapato se convierten, entonces, en una sección de ese camino y en un objeto por el cual recorre una de las historias sobre ese caminar. Tal vez sea importante recordar el interés de Glantz por las hagiografías para poder retomar el sentido paródico (y no tanto) que se relata en el cuento "Zapatos: andante con variaciones", donde una mujer, Nora García, debe comprarse unos zapatos de diseñador para poder sentarse a escribir y, empezar a su vez, su camino hacia el texto. De esta manera, los acontecimientos de la vida mínima -"su tragedia consiste en una paulatina deformación del pie izquierdo que le produce un dolor continuo y lacerante"- se entreteje con un sinnúmero de alusiones intertextuales que vienen a influir y doblegar el ánimo de la hablante, tal como se puede ver en otro cuento, "Palabras para una fábula".
Este trazo textual se construye de referentes externos mínimos, una palabra impropia (que no le pertenece a Nora García, una falsa autobiografía), la literatura como corpus prototipo y el decoro del lenguaje modelados por el diccionario del programa Word, que marca ciertas palabras en rojo.
"Insisto en contar la tragedia de una mujer que ama demasiado. ¿Habrá mayor necedad?"
Puede que este volumen corresponda al deslizamiento desde un campo literario serio (Academias, Universidades, revistas, cánones y velorios) a uno cotidiano (un poco ridículo, un poco bochornoso y, a veces, conmovedor), lo que hace que el conjunto de cuentos que recoge Lom -la mayoría de ellos publicados anteriormente por Beatriz Viterbo- no se pueda comentar si no es asumiendo un tono incómodo, ya sea uno cursi, uno académico o uno de humor. Un tono que no pertenece a una misma, y que es inevitable asumir cuando se trata de asir este objeto frágilmente inconsistente, como alguien alguna vez lo describió. Por eso la respuestas -como esta crítica- no pueden ser más que divididas y, a su vez, inconsistentes.
ANIMAL DE DOS SEMBLANTES. Margo Glantz. Lom Ediciones. Santiago, 2004.