AL SILENCIO, de Gonzalo Rojas

LA INCOMODIDAD DEL GRAN ESCRITOR 

 

al_silencioLo primero que debía hacer era advertir al lector que estas palabras sobre Al silencio, el tercer volumen antológico de la obra poética de Gonzalo Rojas publicado por la Biblioteca Nacional, iban a tener como punto de partida una incomodidad ante la figura pública del poeta publicitado como el arúspice de la sensualidad de cartón, apoyado por la falsedad de la edición de los libros de mesa de centro que hicieron. Hasta podía permitirme adjetivos agresivos y preguntas: belleza, poesía, turismo. Por incomodidad quiero decir ese insondable rechazo que provoca hallarse de pronto ante una página de una revista de mujeres exitosas en la que aparece una fotografía de estudio de Gonzalo Rojas bien maquillado y tumbado sobre el cubrecamas de pluma de una cama de cuatro plazas en un dormitorio minimalista, declarando lo regias que son las mujeres chilenas. Pero no.

        Al fin y al cabo sentía la necesidad de aproximarme a una crítica literaria de Rojas, entre tanta alabanza a la exquisita ars amandi del Viejoven están sus poemas, los que debían suspender mi incredulidad ante homenajes prepóstumos y ediciones definitivas. Me aboqué al libro despojado de toda relación cultural inevitable. Intenté leer, en una primera sentada, pero me interrumpían las límpidas fotografías de paisajes marinos y naturalezas susurrantes de Mariana Matthews y Claudio Bertoni. Bellas, sí. Estilizadas, sí. "Pero el hombre, ¿dónde estuvo?" El problema está en que el objeto, de prolija impresión y un diseño que casi no molesta a la lectura, se presenta como un libro de poesía de Gonzalo Rojas. Pero no lo es.

        El descubrimiento alimentó mi incomodidad: se trataba de una interpretación más de la poesía de Rojas, de una apropiación indebidamente transparente, esta vez no de una torpe revista, ni tampoco de quienes nunca lo han leído pero lo respetan porque tiene más de setenta años, sino del Estado, a través de las ediciones de la Biblioteca Nacional. El Estado de Chile pretendió, en estos tres volúmenes "de lujo", filtrar la obra literaria de Gonzalo Rojas y reducirla a objeto de decoración. Si no se preocupó de preparar una edición completa y anotada por los muchos especialistas en su lírica que existen, como corresponde, menos -no nos engañemos- hay que creer que la antología Al silencio es un diálogo de libre y fértil asociación entre las disciplinas visuales de los fotógrafos, el diseñador y el poeta del relámpago. Hay que darse cuenta de que estas instituciones oficiales en las que nos gusta participar cometen una y otra vez el mismo error populachento: creen que los escritores grandes deben ser disecados primero, hasta que no quede más que una caricatura de su obra, para que la gente los entienda y los adore después. Así Neruda, poeta del caldillo de congrio, así la Mistral, poeta de los piececitos de niño, Parra poeta de los poetas que bajaron del Olimpo, y Rojas de las muchachas en fulgor inmemorial.

        Empero, cuando ya me acostumbré a esta incomodidad, pude al fin leer. Me olvidé de fotografías y papeles transparentes, me olvidé del sintético sonido de agua que abre el compact disc en que Rojas lee y comenta, lamentablemente, sus poemas. Todo ese brillo artificioso con que el poeta ha querido rodearse, entendí, es fragmento de esa estruendosa contradicción que resuena en cada una de sus imágenes: "Me obstino en ver a los otros con mis ojos vacíos", anuncia. Y luego "ver a los otros a través de sí mismo". Es el mérito de la literatura; un juego de egos, sí, pero que trasciende el acto de jugar. Recordé el fulgor de una lectura en mi adolescencia de algunos poemas de "La miseria del hombre" y "Contra la muerte". La imagen literaria de la muerte y el deseo como una misma luz reversible, en estado puro frente a mí, sin importar el formato. Que sea sobre papel couché, que sea a través de los parlantes de una radio o por azar en el lobby de la embajada de Chile en México, los versos de "En cuanto a la imaginación de las piedras" ya no me incomodan más, sea todo lo contrario.

 

 

 


AL SILENCIO. Gonzalo Rojas. Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, DIBAM. Santiago, 2002.