AFTER DARK, de Haruki Murakami

CON UN PIE EN EL OTRO LADO

 

En la vida de todo lector frecuente siembre habrá momentos inolvidables. El descubrimiento de un buen autor a través de una buena novela es uno de ellos. Sin exagerar, se puede homologar la intensidad de ese sentimiento y la de un amor a primera vista. Esa fue al menos mi experiencia con Haruki Murakami. Lo conocí a través de Tokio blues, apenas terminé de leer aquella novela comprendí que Murakami se había ganado mi fidelidad. Que me seguiría emocionando con sus palabras, como en Kafka en la orilla. Que le perdonaría sus imperfecciones, como en Al sur de la frontera, al oeste del sol. Y que celebraría cada una de sus obras venideras.

           After dark fue escrita en 2004, pero para los lectores en castellano es la última novela del escritor japonés. Su título, como en libros anteriores, proviene del mundo de la música, en este caso una antigua melodía de jazz llamada “Five spot after dark”. Los acontecimientos comienzan un día a medianoche y terminan muy temprano en la mañana de ese mismo día. El tiempo será una presencia constante a lo largo del libro, tanto que al inicio de cada capítulo encontraremos la imagen de un reloj análogo que indicará la hora en que están sucediendo los hechos. “Una novela en tiempo real”, se la ha llamado.

          La historia se centra en dos hermanas, Mari y Eri. Ambas son muy jóvenes, casi adolescentes, y muy distintas entre sí. Por costumbre o comodidad, desde pequeñas han asumido diferentes roles: Mari es la fea, pero inteligente y Eri es la linda, pero tonta. Tal situación ha establecido una profunda distancia entre ambas y, al momento de iniciarse la narración, un abismo las separa. Los capítulos nos mostrarán alternadamente lo que está viviendo cada hermana esa noche. Mari ha decidido no volver a su casa y, por lo tanto, tiene que buscar una forma de matar el tiempo hasta la mañana. Entonces se encuentra con Takahashi, joven músico que será su guía por la ciudad y que, de paso, la ayudará en la trascendental tarea de entender la vida desde una perspectiva distinta. En su periplo nocturno, Mari se encontrará con gente que nunca pensó conocer, ni menos tener algún grado de cercanía, como cierta encargada de un motel o una prostituta china. Eri, por su parte, está sumida en un extraño letargo y vive en un mundo contiguo a lo que llamamos realidad. Como se ve, aun en este aspecto esencial se la describe por oposición a Mari. A lo largo de la novela transitaremos constantemente entre el mundo de una y de otra. Aunque no lo quieran, las hermanas finalmente se encontrarán.

           El narrador tiene un rol crucial en este tránsito constante. A pesar de que no tiene participación alguna en la historia, se transforma en un personaje más de la novela. Su mirada va y viene, se desplaza y puede llegar más allá: “La observamos. O quizás sería más acertado decir que la espiamos. Ahora nuestros ojos se convierten en una cámara aérea que flota por el aire y que puede desplazarse libremente por la estancia”. Esta movilidad tiene la virtud de lograr que el lector acceda a realidades distintas. Como la Alicia de Carroll, somos capaces de pasar a través del espejo, de aceptar que el otro lado está mucho más cerca de lo que creemos, que es una posibilidad que convive día a día con nosotros. Esto implica una concepción de mundo donde la vida está formada por la luz y también por la oscuridad, un entendimiento de que el bien y el mal coexisten. El sueño y la vigilia son parte de un mismo universo, al igual que la ficción y la realidad.

           Los personajes de After dark van aceptando progresivamente esta verdad. Takahashi le dirá en un momento a Mari: “Es posible que no exista un muro que separe ambos mundos. Y que, en caso de que exista, solo sea un endeble tabique de cartón. Y que, en el instante que te apoyes casualmente en él, puede que se hunda y te caigas al otro lado. O quizás es que el otro lado ya se ha introducido a hurtadillas en nuestro interior, aunque nosotros no seamos conscientes de ello”. El punto de entrada a este otro lado es la noche. Durante el periodo que va de la medianoche al alba es posible encontrar los intersticios de ese acceso. Eso sí, una vez del otro lado hay que entender que las normas y principios tradicionales pierden su validez. Tenemos la opción de vivir con temor a las tinieblas o de aprovechar la libertad que éstas promueven.

           La novela de Murakami es una exploración de nuevas formas y recursos, el viaje de un autor a un más allá escritural en el cual la forma como el fondo tienen sentido. Una escritura que arriesga, pero mantiene su maestría y destreza. En el Tokio de After dark, que puede ser Santiago o cualquier otro lugar del planeta, la vida tiene más colores que el blanco y el negro, y también medias tintas. La aceptación de lo otro como parte de nuestra vida es absolutamente necesaria; parece querer decirnos que la vida real tiene lugar justamente en ese espacio intermedio entre la luz y la oscuridad, en esos resquicios donde las personas todavía tienen la oportunidad de ser.

 

 

 


 

After dark. Haruki Murakami. Tusquets Editores. Barcelona, 2009.