REESCRIBO LUEGO EXISTO
Mientras mi mirada se pasea con inquietud por las palabras de Acqua alta de Pablo Torche, reflexiono sobre la validez de un análisis de la recepción que incluya en su estudio la expresión del rostro de quien lee. En ocasiones puede ser un contundente indicio respecto de la obra que el sujeto tiene entre sus manos. A título personal, confieso que mantuve el ceño fruncido al comenzar a leer la novela de Torche, sin embargo al avanzar en la lectura tal mueca transmutó en un gesto de satisfactoria perplejidad.
Desde las primeras páginas de Acqua alta se advierte que la repetición será uno de sus recursos constitutivos. Se reiteran palabras e ideas, el autor hace pensar en una total falta de experticia narrativa, evidente en su anhelo de acercar la pluma a la lírica a través del uso metafórico del lenguaje y la abundancia de adjetivos, también en que manifiesta innecesariamente tanto el empleo de intertextualidades como de figuras y técnicas literarias. De todo este lirismo y obviedad están saturados los primeros párrafos. No pasan muchas páginas, sin embargo, hasta que uno se da cuenta del grave error de percepción que está cometiendo y es obligado a bajar la guardia. El horizonte de lectura se modifica, la novela se yergue en una dimensión absolutamente distinta. Es así como las manidas páginas del comienzo adquieren sentido y la sorpresa toma el lugar del hastío. Cualquier expectativa lectora es puesta en entredicho y hay que aceptar el haber sido burlado. Torche pone en evidencia la ingenuidad o estulticia del lector, pero, más que un agravio, tal provocación es acicate para continuar la lectura. En tiempos en que la capacidad de asombro está bastante disminuida resulta todo un privilegio que una novela consiga lo imposible.
Esta nueva dimensión de la novela comienza a funcionar cuando se comprende que Acqua alta está conformada por múltiples versiones de una misma historia y que las repeticiones y literalidades son su medio para ironizar. La técnica, mucho más cinematográfica que literaria, surge a partir de plantear un “qué hubiera pasado si…” a la historia de base de un joven chileno y una joven italiana, Pablo y Chiara, que se conocen en Venecia mientras él está de viaje por la ciudad. En las afueras de una iglesia él le pregunta un dato histórico sin gran importancia y ella le responde muy gentilmente. Este encuentro fortuito es el origen de la historia de amor entre ambos. La novela podría haber sido simplemente el relato de aquel amor, pero gracias a la multiplicidad de recursos que el autor pone en juego es mucho más. Las distintas versiones se desarrollan a través de capítulos independientes donde únicamente el espacio y sus protagonistas se mantienen. Para conseguir las variables el autor hace confluir distintos géneros y estilos, el tono coloquial y el épico conviven sin conflicto con el verso y el drama. También hay grandes saltos temporales y geográficos, pero siempre se regresa al íntimo escenario de Pablo y Chiara conociéndose en las afueras de una iglesia católica en Venecia.
No es casual la elección de esta ciudad italiana atravesada por canales y asediada constantemente por las mareas o aguas altas. Uno de los hilos conductores de esta novela, el elemento unificador de cada una de sus partes, es justamente el agua. Las inundaciones de las calles venecianas son parte de los obstáculos que tienen que evadir los protagonistas para concretar su amor, al mismo tiempo que el agua les permite el encuentro: “El agua los dividirá y el agua les permitirá reunirse otra vez, pero siempre que estén juntos tendrán de por medio el espejo del tiempo”. Los múltiples canales de Venecia actúan como espejos donde la historia de Chiara y Pablo se refracta múltiples veces, concretando la estructura fragmentaria o caleidoscópica que su autor se propuso. El agua, circulando a raudales por Venecia, genera una sensación de ahogo y opresión ante la cual los protagonistas buscarán instintivamente rebelarse. Y su vía para hacerlo es el erotismo. En este contexto, la concreción o no del encuentro sexual es una de las variantes a considerar en las distintas versiones. El deseo es uno de los impulsos que mueven a Pablo y Chiara, y se transforma en la guía de sus pasos a través de las inundadas calles de Venecia. En el deseo se pierden, se encuentran y se reconocen. Por esta senda el autor lleva al límite a sus personajes hasta permitir que se conecten con lo grotesco, rasgo usualmente excluido del placer. En algunos episodios el deseo adquiere la forma de trastornados encuentros sexuales, incluso con seres extraños o muertos. Así Pablo y Chiara perpetúan el rito carnavalesco de muerte y renovación en la ciudad carnavalesca por antonomasia. Una carnavalización que se expresa también en la ruptura constante de los límites de género, que pone igualmente de manifiesto el respeto por la tradición literaria y sus grandes obras: imitar o reinterpretar para hacer evidente una admiración profunda por la literatura medieval, en un juego intertextual constante con La divina comedia, el teatro de la época y las novelas de caballería. Tal como en una justa del Medioevo, Torche nos desafía a descubrir sus referentes. Y para ello explicita su intención de alcanzar la verdad, aunque igualmente busca contradecirse en los diversos espejismos que el agua muestra y que permiten distintas posibilidades para un mismo hecho. Comprender que la realidad es múltiple parece ser la premisa de Acqua alta; aun contando una misma historia es una novela polifónica que busca a través de la igualdad reunir lo múltiple y establecer la duda sobre lo que se considera como verdadero: si bien acceder a la verdad es imposible, la literatura es la manifestación humana que más se puede acercar a ella.
Una novela como Acqua alta solo puede ser fruto de un talento literario. Tras su lectura, Pablo Torche se me presenta como una figura atípica en la literatura chilena actual, atípica aunque absolutamente indispensable para la continuación y existencia de la misma, porque logra hacer pasar por sencillo un ejercicio narrativo tan complejo como el de la reescritura. Cada versión de la historia de amor de Pablo y Chiara aparece como un mundo autónomo, y no por eso injustificado en el conjunto de la novela. Las distintas reescrituras se transforman en una revelación para el lector y permiten la magia del asombro. Acqua alta es, sin lugar a dudas, una de las novelas chilenas más importantes del último tiempo y permitirá la difícil tarea de la renovación de nuestra narrativa.
Mientras terminaba de leer esta novela en una biblioteca de Providencia, fui interrumpida por un inusual bullicio proveniente de la calle. Por la ventana pude observar a un festivo grupo de niños que, con ocasión del Halloween norteamericano, había salido a desfilar con sus disfraces. Recordé que el año pasado los había visto también, en el mismo lugar y a la misma hora. Pienso en la declaración con que cierro el párrafo anterior y, fascinada con el libro que tengo entre las manos, me pregunto si nuestras vidas no son también permanente reescritura. Continúo leyendo y en la última página subrayo: “Esta es la historia que he decidido entregar en muchas palabras, porque aquella que es sólo una y no se puede decir se nos escapa siempre”.
Acqua alta. Pablo Torche. Emecé Editores. Santiago, 2009.