UN THRILLER SANGRIENTO, UNA NOVELA POLÍTICA
Si dijera que no traiciono mis principios estaría jodido, ya que las entrevistas vía email no me gustan. Sin embargo dudo si tengo principios y, bien, mantener contacto con los escritores no está mal. Ya lo hice con Diego Trelles y ahora lo hago con Santiago Roncagliolo (Lima, 1975). Sé de él por el premio Alfaguara y porque le hizo el prólogo a Trelles. Gracias a este último conseguí su correo y la semana pasada contacté a su colega para entrevistarlo. Pensé: lo llevo a la Plaza de armas, epicentro del mundo peruano en Chile y saco la entrevista. Sin embargo Roncagliolo amablemente respondió: "mi agenda la lleva Alfaguara Chile, y es con ellos con quien debes hablar". Bueno, segunda vez que el tema de las agendas me separaba de los escritores; alguna vez fue Vila-Matas y ahora Roncagliolo. Aunque con Vila-Matas fui un poco más orgulloso y no acepté la conversación por teléfono. Ahora sí, pero no quise pedírselo a don o doña Alfaguara.
Como sea, aquí reproduzco parte del diálogo que tuve en dos tandas de preguntas con Santiago Roncagliolo.
Literatura: el espejo deformante
-Cuando leo Abril rojo obviamente me siento frente a una novela sobre política muy bien escrita. Sin embargo, también siento que al hablar de los terrucos en off habría una novela de violencia que en Latinoamérica puede apreciarse en libros como La virgen de los sicarios, en las novelas de Pedro Juan Gutierrez, Ramón Díaz Eterovic o en Ciudad de Dios, de Paulo Lins. ¿Cómo te enfrentas a estas realidades? ¿Las sientes parte del mundo que construyes?
–Me encantó Ciudad de Dios, y soy un lector de Vallejo. Creo que la violencia es uno de los grandes temas que los latinoamericanos no conseguimos resolver y, por eso, uno de los grandes temas de nuestra literatura. Pero también creo que es uno de los grandes temas humanos, y que en todos los continentes hay narradores del horror como McEwan, Coetzee, incluso algún Tabucchi, incluso historietistas como Alan Moore o cineastas como Tarantino o Brian de Palma. Salman Rushdie dice que el horror es uno de los grandes temas para un novelista, porque queda justo más allá de donde alcanzan las palabras. Yo traté de beber de todos los artistas que le hubiesen dedicado palabras o imágenes.
-La violencia de Abril rojo proyecta esa imagen desde las altas esferas, lo esboza Pacheco cuando le dice al protagonista "Grábese en la cabeza una cosa: en este país no hay terrorismo, por orden superior, ¿está claro?". Por lo que pienso tu novela mostraría de algún modo esa operación política violenta, no obstante luego otro personaje dice a Chacaltana: "La literatura dice demasiadas cosas bonitas". Entonces, ¿con qué visión te quedas de la literatura? ¿Desenmascara o simplemente esboza?
-A mí, personalmente, me interesa escribir sobre lo que no queremos ver. En el caso de Abril rojo, exploré un espacio político, pero en Pudor recorrí el territorio de la intimidad. Creo que la literatura es una especie de espejo deformante que nos muestra lo que no queremos ver de nosotros mismos como país, como sociedad, como padres o hijos. Pero, en última instancia, no sirve para tomar partido. Cuando tomas partido, estás obligado a juzgar quiénes son los malos y quiénes son los buenos, y una novela con tanta simpleza moral es una mala novela.
–Me dices que la literatura es un espejo deformante, pero que nos proyecta como somos. Eso que somos y no queremos ver, ¿es la sangre y el pus que se acumula en el sistema? ¿Qué representa esa sangre y ese pus que se aprecia en Abril rojo?
-No sólo en el sistema político, también en las familias, los amigos y cualquier grupo social hay una tensión entre lo que creemos que somos y lo que ven los demás. También es difícil compaginar nuestros apetitos personales con las obligaciones sociales. Si satisfacemos esos apetitos a pesar de las normas sociales nos convertimos en psicópatas. Si los sacrificamos por entero somos seres grises, perdedores. Creo que mis personajes oscilan constantemente entre ambos extremos.
-Le comentaba a Diego Trelles que en su novela resuena Vargas Llosa, sobre todo la ciudad. En Abril rojo tampoco puedo dejar de verlo y escucharlo, por ejemplo Conversación en la catedral.
-Soy un parricida frustrado. Siempre me he propuesto no depender de la tradición peruana, y sólo he conseguido canjearla por la norteamericana. Pero la gente que lee mis novelas encuentra a Pantaleón, a Lituma, a personajes de Bryce, incluso de Bayly. Supongo que
los llevo en el código genético. Es como tratar de no parecerme a mi padre. Puedo intentarlo, pero es que llevo su nariz.
Latinoamérica, la crítica y el blog
-¿Cómo ha sido leída tu novela en Latinoamérica y en España?
-Mi editora española tiembla cuando menciono la palabra política, porque teme que ahuyentemos al público. Ahí promocionamos la novela como un thriller sangriento. En cambio en América Latina la gente quiere saber de política, quiere reflexionar al respecto, quizá porque uno siempre reflexiona sobre lo que no tiene resuelto. Para mí ha sido muy emocionante encontrar en América Latina lectores de todas las clases sociales, de todos los barrios, que han encontrado en la novela un universo que les resulta familiar. Algunos se me acercan orgullosos y me dicen: "me gustó tu novela. La entendí". Quizá si en América Latina no se lee más, los responsables seamos los propios escritores, que durante años sólo hemos escrito para nosotros, sobre nosotros y como nosotros. Nos creemos muy inteligentes cuando sólo somos ilegibles.
-¿Qué valor le das a la crítica? ¿Ayuda a construir el espacio de la literatura? ¿Es la que da forma a la literatura o es un ente que canoniza lo que las empresas editoriales editan?
-Necesitamos a los críticos, porque son los que hablan de los escritores. Siempre es mejor una mala crítica que ninguna crítica. Además uno aprende de las críticas, por cierto, más de las malas que de las buenas. Conmigo la crítica europea y latinoamericana ha sido notablemente generosa, pero me llevo bien incluso con críticos a los que no les gusta mi trabajo. No es obligatorio gustarle a todo el mundo.
-¿Crees que el blog, tanto literario como de opinión, ha tenido un alcance mayor o menor de lo esperado? ¿Qué esperas de uno como www.elboomeran.com? ¿Es el blog la democracia de la escritura?
-Es una manera de verlo. Los grandes medios de comunicación son fonológicos: el periodista habla y el mundo escucha. En el blog cualquiera puede participar. El texto final se construye colectivamente. Y la gente no busca una línea editorial corporativa sino una voz. Es un diálogo que desafía las barreras físicas, porque puedes llevarlo entre gente que vive en Pakistán, Chile y Nueva York, y que quizá pueda ser más honesta en la medida en que es anónima. En mi caso mi blog narra un año que ha sido muy extraño en mi vida. He visitado 23 países, la mayor parte latinoamericanos, en un año en que la región ha vivido doce procesos electorales. Eso también ha tenido efectos personales en mí. Y además están las películas que he visto y los libros que he leído. Ha sido interesante y a menudo incluso conmovedor compartir eso con la gente y estar atento a sus respuestas. Pero no toda mi vida será tan interesante, ni quiero que esté tan expuesta. Además, estoy agotado. Después de la feria de Guadalajara, cuando cumpla un año, cerraré el blog.
-A la vez, este mismo blog se denomina como "El blog literario latinoamericano". ¿Crees en él como una búsqueda de una Latinoamérica política o literariamente unida como espacio? ¿Hay literatura latinoamericana, peruana, generaciones o boom? ¿Cómo se ve esto desde Barcelona? ¿Ahí estás ahora?
-Ahora mismo estoy en Cochabamba, Bolivia. Se supone que debía ser una especie de corresponsal desde Barcelona, donde se supone que resido, pero he estado muy poco ahí este año. Curiosamente cree que el blog es la negación del espacio. Está en todas partes y a la vez no está.
No sé si fue la mejor entrevista que he hecho. Asumo toda culpa, pero creo que si alguna vez la retomo puede servir. En todo caso la pertinencia del entrevistado no está en discusión, ya que el 29 de octubre lanzaba Abril rojo en Chile. Promoción del libro es, si lo quieren, pero nadie de Alfaguara me hizo el contacto con Roncagliolo; el gesto es mío y para Sobrelibros.cl.